¿De veras Frank Zappa era una genio?
Todo el mundo dice que Zappa era genial pero casi nadie sabe decirme un título de álbum o tararearme un tema. Muy poca gente, en España quiero decir, realmente conoce, entiende o escucha a Frank Zappa.
Las reflexiones más inteligentes y acertadas sobre la industria musical del Rock me han llegado de la mano de este famoso “desconocido”: un deslenguado, afilado e ingenioso individuo del que las nuevas generaciones no saben gran cosa – salvo que fue un extraordinario músico – a no ser que se hayan leído sus hilarantes memorias y escuchado, al menos, la mitad de su discografía (esto último, por ejemplo, yo no lo he conseguido ya que supera las 70 piezas editadas).
Frank Zappa fue un genio – eso dice todo el mundo- y apreciar cómo funcionaba su certera mente y cómo se las gastaba para llegar hasta la cúspide de su propia maestría compositiva no va a depender solo de ponernos un rato sus discos con la Mothers of Invention (hoy en día una rareza incomprensible para nuestras mentalidades musicales) sino que será necesario ahondar en su biografía y en sus pensamientos, así como escucharle en muchas de las entrevistas que mantuvo con los medios y que, afortunadamente, circulan por la red.
El primer disco de Zappa que escuché en mi vida era de uno de mis hermanos mayores. Recuerdo que en su interior había una foto donde aparecía éste sentado en una taza de water mientras que en otra se le veía medio desnudo, con tan solo unos calzoncillos de leopardo, rodeado por una especie de jungla sintética. Yo era demasiado joven y no me acuerdo de cómo sonaba pero os puedo asegurar que durante mucho tiempo después ignoré totalmente a este tipo. Retomé algo de Zappa cuando empecé a interesarme seriamente por la música rock como concepto y pude ver sus fotos en algunas revistas especializadas. De algún modo, su imagen recurrente con aquel reconocible bigote y chivita tan característicos, se me hizo tremendamente familiar pero su música se me antojaba indescifrable e incómoda. Sencillamente, no la entendía.
Un buen día, (debió ser por el 2008 o así ya que habían transcurrir tres décadas desde aquella primera audición en casa de mis padres), estaba viendo un nuevo programa titulado El Hormiguero, cuando vi salir a un personaje apodado Marron que hacía algunas tonterías y, no se cómo, me acordé de nuevo de Zappa y del disco de mi hermano. De repente caí en la cuenta: «¡pero si yo no sabía nada de su música!». Curioseé un rato por internet y llegué a la conclusión de que además de un payaso atractivo y carismático (infinitamente más poderoso y hábil que el Marron de la tele española, sin duda) Zappa era un músico extravagante, visionario -hay que ponerlo en el contexto de su época – y tremendamente versátil, con un discurso ágil y una aplastante seguridad en sí mismo. Pero seguía sin gustarme su música cacofónica.
Le había pillado el punto a Captain Beefheart and His Magic Band a raíz de un documental que emitió el Canal 33 en su programa Spoutnik (qué pena que ya no lo echen), así que no me quedó otra que tirar del hilo de la historia y adentrarme en los entresijos de las composiciones de Frank Zappa con The Mothers of Invention (las colaboraciones entre ambos músicos fueron tan productivas como legendarias sus rivalidades) Y…¡Voilá!: con el tiempo acabé entendiendo porqué su prolija obra era una de las más innovadoras y avanzadas de la historia del Rock. Eso si, me llevó tiempo apreciarlo, al tener que prescindir de clichés musicales e ideas preconcebidas sobre cómo debe sonar un conjunto de músicos apegados a pasajes melódicos y estribillos biensonantes. Si Stokhausen, Varése o Stranvinski estaban detrás del meollo, la cosa, obviamente, iba de algo dodecafónico y de difícil digestión.
Con elevadas ansias de experimentación sonora y un deseo de fusionar formas musicales diversas que iban desde la música clásica contemporánea, el blues, el rock psicodélico del momento, el doo-wop (o sea, el “du-duá», para entendernos), el jazz o incluso el pop, Frank Zappa desarrolló una productiva carrera desde mediados de los 60 hasta su muerte, acaecida en 1993, que se ha convertido con los años en uno de los pilares más interesantes y vanguardistas de la música del pasado siglo XX. Sonidos eclécticos, una revolucionaria manera de componer y de tocar la guitarra, un dominio absoluto sobre el escenario, repertorios avant-garde con frecuentes referencias políticas y sociales, conformaba todo ello su genial impronta y legado. Pero aún así, Zappa se me resistía y me aburría en seguida, tras escuchar tantos sonidos raros y demenciales que no encajaban con lo que estaba acostumbrada, a pesar de encontrar momentos lúcidos que le acercaban a un Rock más convencional.
Luego experimenté la típica revelación: «¿No será que las letras de Zappa esconden verdaderos mensajes ocultos y es en ellas donde radica la poesía sinfónica que no se llega a apreciar en sus temas disfónicos?». ¡Pues no!. Leer las líricas de Zappa es como bailar un boogie sobre una pista de hielo calzando tacones mientras soplas una corneta del revés. Es decir, un disparate peligroso que no te llevará a nada bueno, salvo a darte de bruces con algo muy duro y opaco. Así que, ahí me teníais a mi intentando comprender porqué se me escapaba la genialidad de este gran compositor, si no era solo cosa de música y de letras.
Claro, estaban los aspectos escénicos que nunca llegaría a ver, y sobretodo, algo muy notorio, que nunca llegaría a entender por muy bien que supiera inglés. Carecía de la mentalidad americana del momento y de sus claves sociales y por ende, de su lenguaje y metáforas. Algo que es absolutamente necesario para comprender la magnitud del fenómeno Zappa sobre el escenario.
Que fuera irreverente, desobediente o puntilloso con la industria musical, el status quo o las tendencias más populares de la música no era en sí mismo un rasgo de virtuosismo aunque sí le convertía en un tipo simpático y grato a mis gustos. ¿Dónde porras estaba pues aquello que me volvería una fan total de Zappa? O yo era tan idiota como para no verlo o la cosa radicaba más en mi ignorancia.
Dudé sobre mi capacidad para dar con el quid definitivo hasta que leí «La Verdadera Historia de Frank Zappa«, su libro de memorias registradas y articuladas por Peter Occhiogrosso en 1989 y que, hace poco más de un año, se atrevieron a traducir al castellano dos profesores de la Universidad de Valencia. Ya lo decía El Gran Wayoming en su cita introductoria al libro: «Avergonzaos, no tenéis ni puta idea de quién es»
Este libro me ha abierto los ojos y me ha obligado a hacer una mirada retrospectiva hacia la historia del Rock. Y sobretodo, me ha dicho cosas que me han hecho reflexionar sobre la desastrosa industria que se ha apoderado de la creatividad de algunos artistas, incapaces ya de revolucionar los géneros consolidados de la música moderna. Además de algunas disquisiciones interesantes y serias, Zappa nos entretiene y hace reír con sus impresiones sobre los músicos, las bandas y las groupies. También encontramos algunas ideas muy perspicaces sobre el mundillo de la prensa musical. Os recomiendo su lectura: aprenderéis y os resultará muy entretenida. Y otra cosa más: sus citas merecen enmarcarse.
Volviendo a su música. No os sintáis frustrados si convenís conmigo en que ponerse un disco de Zappa hoy en día no es ni memorable ni entretenido, ni tan siquiera agradable. No se trata de apreciar lo bien que sonaba o lo bien que cantaba, o lo bien que tocaba la guitarra (para muchos sigue siendo una de las impepinables referencias de estilo). Él mismo no se consideraba especialmente bueno como intérprete aunque aún quedan miles de fans para desmentir este punto. Lo que hizo de Zappa un genio fue su talento para crear nuevos esquemas mentales en el resto de los músicos, despertar otros modos de estar en el escenario, insuflar refrescantes aires a los géneros hegemónicos del Rock – cuando no ironizar sobre ellos – y darle la vuelta a los patrones menos golosos de las músicas de élite (Clásica, Jazz, R&B…) disparándolos en forma de cápsulas humorísticas y satíricas que hacía que las audiencias se replantearan sus vidas y sus gustos.
Romper moldes y hacer con sus trozos una obra irrepetible y original mientras iba de un lugar a otro por esos escenarios del mundo, componiendo piezas orquestales por encargo para la London Symphony Orchestra, o transcribiendo incansablemente partituras para un nuevo espectáculo con quince músicos de sesión, mientras se las arreglaba para dirigir una orquesta clásica americana …, bueno, en todo ello radicaba el genio de Zappa. Esa gran capacidad de trabajo le convirtió también en uno de los artistas contemporáneos más densos, a la vez que menos conocidos. Si, en serio. Todo el mundo dice que Zappa era genial pero casi nadie sabe decirme un título de álbum o tararearme un tema. Muy poca gente, en España quiero decir, realmente conoce, entiende o escucha a Frank Zappa.
Desde luego no es fácil escuchar su música. No te vas a divertir descubriendo a Zappa (eso hubiese ocurrido si hubieses podido verle en directo, cosa imposible ya, porque lleva muerto veintidós años). Tampoco es música para entretener a la clientela de un pub sino más bien música para entender la música. Es decir, y esta es mi modesta opinión, Zappa es cebo para los músicos, y a lo sumo, para intelectos libres de prejuicios. Si eres, por decirlo de alguna forma, un simple seguidor de Rock en una de sus variantes sub-genéricas, y te es difícil desencasillar tu discografía más allá del Hard Rock o del Heavy Metal, no te molestes en escuchar a Zappa: sólo conseguirás frustrarte y lanzarás sus discos a la basura. Y lo peor es que no serás consciente de estar cometiendo una atrocidad. Lo mismo pasa si dices públicamente que la música de Zappa es una fantochada inaudible. Serás automáticamente desacreditado y tus opiniones musicales no serán tenidas en cuenta nunca más. Este sesgo intelectual que hace que solo algunos privilegiados (busca a sus seguidores entre tipos de más de cincuenta y sesenta años) sean absolutos conocedores capaces de apreciar las beldades de este icono underground anterior a los 80 se me antoja, no obstante, un tanto snob. Hoy en día podemos encontrar su música “dura de pelar” y es probable que no haya envejecido bien.
Miren ustedes, Zappa fue un pionero, musicalmente hablando, y además tenía esa incómoda mentalidad de dar por culo a todo lo políticamente correcto, lo que le llevaba a ser bastante agudo en sus discursos, y a sacar de sus casillas a más de uno.
Fue un hombre inteligente, un observador perspicaz, un trabajador incansable con un innata predisposición al liderazgo, perfeccionista hasta la exasperación, ingenioso, con un gran sentido del humor y una habilidad enorme para improvisar, tierno y devoto de su familia. Un tipo interesante, a fin de cuentas.
Y ahora vamos a «zappear«:
¿Sabías que Frank Zappa escribió un tema Heavy Metal con el que pretendió burlarse de los tópicos del género y al que tituló DRAGON MASTER, dejando que fuera su hijo, Dweezil Zappa, quien le pusiera música? ¿Y que el disco resultante es una rara pieza de colección muy buscada por su fans?
¿Sabías que el guitarrista Steve Vai aprendió a tocar al lado de Zappa y que hoy en día le considera uno de sus principales mentores?
¿Sabías que Zappa fue también productor discográfico, ingeniero de sonido, cineasta, director de orquesta y empresario de altos vuelos con ideas muy avanzadas que, lamentablemente, no cuajaron?
Y para finalizar, esta anécdota que es probablemente de las más contadas de la historia del Rock: los Deep Purple compusieron su archiconocido Smoke on the Water tras ver desde las ventanas de su hotel Eden Palace, a orillas del Lago Lemán, cómo el humo del incendio que se estaba produciendo en el Casino de Montreux, ascendía por encima de sus aguas. En ese momento, Frank Zappa y su banda The Mothers of Invention estaban tocando dentro y tuvieron que desalojar con urgencia el local. Perdieron todo su equipo pero, afortunadamente, no tuvieron que lamentarse víctimas. El propio Zappa se vio obligado a estampar su Gibson contra uno de los ventanales para dejar que la gente saliera al exterior.
¿Lo veis? No sabíais casi nada de Zappa ¡Leéd el libro!
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