¿Debe ser considerada reprobable la conducta de David Ellefson? ¿Se trata de una falsa doble moralidad como sociedad? Su salida de Megadeth sube el suflé del escándalo de sus vídeos sexuales.

Podemos estar de acuerdo en que ver a un señor de 56 años corriéndose vivo no es la manera en que todos queremos empezar nuestra semana. Podemos estar de acuerdo en que hay algo un poco grotesco en que un hombre de 56 años tontee con una chica de edad apenas legal. Podemos estar, incluso, de acuerdo en que hay un pequeño dilema moral entre las creencias religiosas, los actos y el estado civil del bajista David Ellefson de Megadeth. Pero ¿significa todo eso que sea ilegal, punible o reprobable?

Hace escasamente dos semanas saltaron una serie de filtraciones a la red. En ellas se veía a David Ellefson en evidente actitud sexual ante la cámara, masturbándose ante una chica que, en un primer momento se dijo que tenía 17 años aunque, con posterioridad, ella misma confirmó haber tenido 19 años en el momento de la interacción. La chica confirmó haber grabado las videollamadas privadas entre ella y Ellefson y haberlas compartido con una amiga. Dicha amiga posteó diversas stories en su cuenta de instagram hablando de Ellefson como un pedófilo y dando a entender que su actitud era obscena y asquerosa. La chica con la que Ellefson compartió videollamadas posteó un texto disculpando al bajista y diciendo que era una adulta de 19 años que consintió el juego sexual.

Poco tardó la maquinaria de internet en estallar en críticas, peticiones de cancelación y defensas airadas del músico. Que si está casado hace más de dos décadas. Que si sus hijas son mayores que la chica de las videollamadas. Que si tal. Que si cual. 

La primera cuestión que debemos tener en cuenta: presunción de inocencia. Que internet se haya convertido en una especie de enorme jurado popular con capacidad para destruir las vidas y carreras de cualquier persona sin pruebas ni procedimientos ni posibilidad de defensa es alarmante. Que dos adultos, si creemos que la versión ofrecida por la chica está libre de presiones, compartan videos sexuales no debería ser noticia. Que sean dos adultos con una enorme diferencia de edad tampoco debería ser noticia de no ser porque vivimos en la era de la corrección política y en esa era en que la juventud es la única que puede ser sexualizada y sexual. Que un señor de 56 años se masturbe nos repugna. Que lo haga un tío de 26 nos parece normal.

Casualmente, ahí esta internet, siempre capaz de hablar con más sinceridad de la sociedad que la propia sociedad, llena de videos de temática “daddy/son” o “daddy/daughter”. Que hay un mercado para las relaciones con diferencia de edad, vaya. Si bien vivimos en tiempos en los que todo tiene un nombre (grooming, slut-shaming, esto, lo otro) la realidad es que vivimos dos realidades paralelas: la pública y políticamente correcta y la privada y algo más sombría. Que la sociedad avance en determinados aspectos e intente dotar de moralidad todo lo que le rodea no puede ocultar las realidades y las verdades irreprimibles. Tampoco puede la iglesia, por mucho que lo intente y lo afee durante siglos ¿no?

Que la amiga de una chica publique videos privados de otra persona con la que dicha chica ha mantenido conversaciones e intercambios sexuales virtuales debería ser observado desde otro prisma: el de la legalidad. Ya saben, ese delito que es la revelación de secretos. O la injuria y la calumnia. Pero el usuario medio de las redes sociales, ansioso por dejar su marca en un mundo cada vez más grande y donde es más complicado destacar entre la masa, no tiene remilgos en acusar primero y pensar después. A menudo, cuando todo se resuelve, la reputación de la persona apuntada en las redes ya nunca se recupera. Da igual que aquello de lo que le acusasen fuese una verdad a medias o quizá, incluso, no fuese verdad.

David Ellefson

El grooming es un peligro. En eso estamos de acuerdo. Que internet está llena de babosos es una realidad incontestable de la que puede dar cuenta cualquier chica o chico adolescente, incluso menores de edad. Y que no siempre tienen las mejores intenciones es otra realidad. Pero de ahí a avergonzar o acusar de pedofilia a un músico de amplia carrera tras revelar videos y fotos de su ámbito privado sin permiso va un trecho.

Me gustaría pensar que Ellefson ha caído en una trampa -la de mostrar tu cara en internet cuando haces algo de tipo sexual- en la que no debería haber caído de no haberse sentido confiado con la persona con la que llevaba a cabo el intercambio – lo cual nos llevaría de nuevo a cuestionar con qué edad entró en contacto Ellefson con dicha chica y si es correcto o legal lo sucedido entre ambos. 

El caso es que, mientras le daba los últimos toques a éste artículo, Ellefson ha sido desterrado de Megadeth. Probablemente hay información que no conocemos al respecto. Quizá hay una amenaza de demanda que puede salpicar a la banda de Dave Mustaine y éste ha decidido poner tierra de por medio. Quizá ha querido evitar el escarnio público en la era de internet y ha tomado la decisión más radical. En cualquier caso, sin denuncia (que se sepa), ni juicio ni sentencia, Ellefson ya tiene su pena. Y quizá deberíamos preguntarnos, como sociedad, si eso es correcto. 

Sergi Ramos