The Weeknd llenó recientemente un par de estadios en España, el Olímpico de Barcelona y el Civitas Metropolitano de Madrid. No es para menos: es el artista con los números más altos en streaming de la actualidad.

Canciones como “Blinding Lights” suman 3.710.000.000 escuchas en Spotify y otros 1.500.000.000 en YouTube. Si eres humano y vives en el planeta Tierra, probablemente has escuchado a The Weekend en los últimos cinco años incluso sin quererlo. Su synth-pop con tintes de R&B y Hip-Hop es un éxito masivo. Pero no es una casualidad. Abel Tasfaye, el nombre real del artista que hay detrás de The Weeknd, es ante todo un compositor y sabe como jugar al juego.

Si uno coge una canción como “Blinding Lights”, antes de los 20 segundos tenemos el gran gancho: el riff de teclado sobre el que se construye el resto de la canción. The Weeknd entiende que, en la era actual, la gente ya no puede esperar un minuto entero hasta el primer estribillo para descubrir lo mejor de una canción: hay que darselo antes de que su atención se funda a negro.

Al otro lado del ring, pongamos un ejemplo como el de “It’s A Long Way to the Top” de AC/DC. El riff va construyendo tensión a lo largo de los primeros treinta segundos, tras los cuales empieza a cantar Bon Scott. Lo hace con fuerza pero sin grandes alteraciones melódicas, más interesado en convencerte de sus argumentos sobre lo dura que es la vida del rock que en engancharte con una melodía atractiva. El poder es la tesón del riff y del argumentario de Scott. La canción no llega al estribillo hasta que bordeamos el minuto de duración, donde el riff cambia y la melodía se Scott también.

Hoy en día, AC/DC se comerían un colín con esa canción si tuviesen que depender de la atención de la generación Z. Si analizamos cuando AC/DC llegaron al éxito comercial más destacado, el que atrae a gente fuera de tu grupo de fans acérrimos, fue con “Highway To Hell” y, en mayor medida, con “Back In Black” y el relato que lo acompañó (superar la adversidad que supone la muerte de tu vocalista y volver con un gran disco).

Pero específicamente en lo musical, con “Highway To Hell”, AC/DC ya habían abandonado en gran medida los temas de desarrollo más elaborado como “Let There Be Rock”, “Down Payment Blues”, “Ain’t No Fun (Waiting Round To Be A Millionaire)” y otras joyas de su discografía. Se centraban en temas que duraban entre tres minutos y medio y cuatro, fácilmente gestionables por el gran público de atención limitada y por la manera en que las emisoras de radio seleccionaban sus listas de canciones.

Muchos de los himnos del heavy metal que hoy vuelven loco al gran público están ideados de la misma manera: desde “Livin’ After Midnight” de Judas Priest a “Run To The Hills” de Iron Maiden. Fuese un riff resultón, un beat de batería con gancho o una melodía reconocible, estaban diseñados para captar la atención en pocos segundos. El resto es historia.

Las tendencias actuales

Salvando las más que evidentes distancias con las bandas y obras de las que acabo de hablar, es evidente que en los últimos cuarenta años, los hábitos de consumo de entretenimiento han cambiado. Si además nos centramos en los últimos quince años, desde la aparición a gran escala de las redes sociales, los smartphones llenos de notificaciones peleando por tu atención y otros grandes ejes disruptivos de nuestra sociedad, las cosas ya no son como antes.

Los vines duraban quince segundos, igual que las stories de Instagram en un primer momento. Si algo no sucedía pronto, pasábamos al siguiente video. Innegablemente, eso ha afectado a como se consume cualquier tipo de información. Y sí, también en un medio de comunicación absolutamente de nicho como es The Metal Circus.

En los últimos 22 años en la red hemos visto claramente como los patrones conductuales de nuestros lectores han cambiado. Entrevistas de largo desarrollo -que seguimos publicando- tenían muchas menos visitas que tops sobre curiosidades, artículos de opinión o crónicas con titulares rimbombantes o controvertidos o reportajes sobre cuestiones polémicas.

Ya en 2013, cuando cambiamos el planteamiento de la información que publicábamos, comenzamos a realizar más reportajes y artículos de opinión en la web. Sin haber inventado ni una cosa ni la otra, lo cierto es que no se estilaba demasiado en el mundo de los medios de rock y metal nacionales.

Nadie salía demasiado del esquema de noticias sobre música, crónicas de conciertos sin un titular -simplemente con el nombre de los grupos que actuaban-, entrevistas con grupos de actualidad servidas por las discográficas de turno en horarios convenidos y reseñas de discos de actualidad. Cuando The Metal Circus comenzó a emitir opiniones sobre cualquier materia, con mayor o menor acierto, las visitas estallaban en todas direcciones, así como el debate y la conversación en redes sociales. Lo cual, a su vez, revertía en más visitas.

El SEO, el clickbait y «lo más leído»

Con el paso de los años y la entrada de savia nueva en el equipo, el SEO tomó un rol central. Las redes sociales se habían convertido en una herramienta que, tras el caramelo gratuito inicial, exigían cuantiosas campañas de pago para alcanzar a todos aquellos seguidores que habían ido sumándose a tu página de Facebook o a tu perfil de Instagram. El SEO y el uso de palabras clave para Google se fue convirtiendo en el eje central para que nuestro medio, como todos, tuviese el alcance necesario.

No en vano, cualquier gran diario con presencia digital, tiene expertos en SEO que juegan un papel más destacado que cualquier jefe de redacción. Si quieres estar en el juego, debes entender el juego. Del mismo modo que debes plantear el gancho de tu canción en los primeros segundos de la misma. En el caso de la prensa, el gancho estaba en el titular. Es lo primero que ves en Google News, en Google Discover o en la red social de turno. Los medios tradicionales intentan equilibrar la información veraz con aquellos ganchos que hacen que el lector quiera hacer clic y leer dicha información.

De esas dinámicas surge, a modo de perversión, el llamado clickbait. El clickbait ya lo hacían determinadas revistas nacionales de rock cuando en portada ponía a Iron Maiden y lo titulaban “¿El fin?” para que todo fan de Iron Maiden se dejase las 350 pesetas de turno para descubrir que diantres pasaba en Iron Maiden. Cuando las opciones para informarse son múltiples, a menudo uno opta por la que desprende mayor brillo. No es algo que decidamos nosotros ni está en nuestras manos arreglarlo: es la tónica general de los tiempos.

Tan solo hay que ver cuales son las noticias “más leídas” de algunos medios de comunicación tradicionales. “La previsión del tiempo que no va a gustar a nadie: se acerca un fenómeno extremo”. Hacer sexy algo tan pueril como la previsión del tiempo no es tarea fácil, pero ahí está el método, en toda su gloria. Imagínense hablar de la enésima visita de Guns N’ Roses a nuestro país en los últimos 30 años.

Se tiende a desacreditar a los medios que usan el clickbait como si su información fuese menos veraz. Lo que es cuestionable es la técnica que se utiliza para captar la atención del lector, pero la veracidad de la información es innegable. De nuevo, los medios se han visto forzados a adaptarse a un cambio de paradigma en el consumo de información provocado por grandes tecnológicas como Meta o Google, quienes han capitalizado a gran escala el robo de atención de la población digital. No lo digo yo: ahí está el documental “El Dilema de las Redes Sociales” que pone en el centro esta problemática, además de incontables artículos de base científica al respecto.

¿Qué podemos hacer desde un pequeño medio de comunicación musical de nicho al respecto? Jugar al juego o morir. Esa es la disyuntiva en la que nos encontramos. Compaginar el periodismo con el contenido ligero o el titular efectista, junto al uso de publicidad neutral programática que no comprometa nuestra independencia periodística es la solución que hemos encontrado para el momento actual.

Como muchos habréis podido leer recientemente en las redes, a determinados poderes de la industria no les agrada demasiado que pongamos en duda cifras, relatos o informaciones “oficiales” desatando auténticas cazas de brujas contra nosotros. Si esto nos pasa a nosotros, ¿qué no le pasará a los grandes medios de comunicación que plantean investigaciones periodísticas contra grandes poderes fácticos? Cuando se utiliza al público como arma arrojadiza, hay que tener en consideración cuáles son las verdaderas intenciones del ataque. Nada es casualidad. Nunca.

Por no hablar de las persecuciones en la red a causa de un titular demasiado negro en una crónica de Rammstein que se interpretó como una mofa a las presuntas víctimas de unos presuntos delitos que ni están probados ni juzgados. Hemos leído como nos han llamado “cómplices de violación” por un titular. Estamos alcanzando un nivel de disociación por parte de unos y otros colectivos que excede lo legalmente permisible. A un periodista de La Vanguardia querían conseguir que la dirección le echase por caricaturizar a los fans de la banda en su artículo sobre el show de Madrid.

Llegados a este punto, nos reafirmamos en nuestra estrategia. Entendemos que si nuestro alcance ha crecido exponencialmente, también lo hacen las críticas a todo aquello que hacemos. Nuestra intención, sin embargo, no debería ser tomada como negativa: dudad mucho más de quienes no se atreven, nunca, a levantar la voz o pasan de puntillas por encima de cualquier cuestión.

Nosotros no tenemos inconveniente en hacer de saco de arena en este combate. Tenemos la suficiente experiencia y conocimiento desde diversos ángulos de la industria como para entender las cosas de una manera mucho más completa que otros que se llaman “medios” y son simples coleccionistas de acreditaciones de prensa con miedo a perder sus privilegios. Ese es el verdadero cáncer de la prensa musical, no usar determinadas técnicas para atraer lectores hacia una información veraz.