¿Cuánto ha cambiado mi vida desde el último concierto de AC/DC?
AC/DC vuelve y es un buen momento para hacer introspección y darnos cuenta de que el tiempo pasa pero hay cosas que siempre permanecen iguales. Por suerte.
Cuando un grupo como AC/DC vuelve a la actividad después de un indeterminado número de años, suelo hacer introspección y observo en qué ha cambiado mi vida en ese tiempo.
La última que pude ver a AC/DC en directo fue en 2015 y 2016, en todos los conciertos que la banda realizó en Barcelona, Madrid y, por último, Sevilla con Axl Rose a la voz.
Desde aquel último concierto de Sevilla, he perdido a tres familiares en diferentes circunstancias. Me he mudado en dos ocasiones. He comenzado y terminado dos relaciones de pareja. He viajado a doce países diferentes. He dirigido Metal Hammer y la he dejado de dirigir. He puesto en circulación Power. He subido de peso. He bajado de peso. He subido de peso. Catalunya ha intentado independizarse de España. El PP ha dejado de gobernar. Ha habido un Brexit. Una pandemia. Una guerra entre Rusia y Ucrania. Inflación.
Chanana – chanana
Pero cuando, a las 8:30 de la mañana me despertaba hoy domingo para ver si ya había vídeos en la red del esperado concierto de AC/DC en el festival Power Trip de California, me he encontrado con que un usuario de YouTube estaba haciendo un streaming en directo del concierto, a cierta distancia del escenario.
Según mis cálculos, a esa hora AC/DC debían estar acabando su concierto en el festival, por la diferencia horaria. Y ahí, en directo, veía el nuevo baterista Matt Laug hacia los flams de caja que dan paso a “Let There Be Rock”. Me he quedado enganchado. El hipnótico riff de la guitarra de Stevie Young (chanana-chanana-chanana-chanana) ha entrando en bucle tras el tercer verso de Brian Johnson. Ahí se ha mantenido, impertérrito, durante los siguientes seis o siete minutos. Tocando la misma nota, firme. A su lado, Matt y Cliff Williams repetían el mismo patrón. Angus comenzaba su desfile por la pasarela central del escenario. Chanana – chanana- chanana. Solo aquí, solo allá. Chanana – chanana – chanana. Sin querer, hipnotizado por el bucle, estaba cabeceando. Los ojos se me llenaban de lágrimas. ¿Cuánto ha cambiado mi vida desde 2016?
Y ahí estaba Angus, elevándose en una plataforma. Como en 2016. O 2015. O 2010, cuando los vi en Bilbao en el último concierto con Malcolm Young. O 2009, o 2003, o 2000, o 1996, mi primera vez en la gira de “Ballbreaker” con 12 años. En aquella ocasión, escuché gritos del público, miré a mi izquierda y de uno de los pasillos interiores del Palau Sant Jordi emergía Angus Young a hombros de un guardaespaldas, mezclándose con la multitud. Camino a la plataforma de marras. Donde se elevaría por encima de todos nosotros, nos electrificaría y se lanzaría al suelo para fingir su clásica pataleta. 1996, 2000, 2003, 2009, 2015, 2016. 2023. Veintisiete años después. ¿Cuánto ha cambiado mi vida desde 1996?
Todo sigue igual
El mundo es hoy un lugar muy distinto desde la última vez que vi a AC/DC en el estadio de La Cartuja en Sevilla. Pero, por suerte, AC/DC siguen siendo exactamente los mismos que cuando yo era un niño en 1996, cuando me mudé la última vez o cuando tuve la última ruptura y escuchar a AC/DC saliendo a correr a diario me echó una mano, indirectamente, para sobrellevarlo, como a tantas otras personas en dilemas vitales a lo largo de su existencia.
AC/DC siguen ahí. Por suerte. Y todo sigue como antes, aunque solo sea durante dos horas y media. Bienvenidos, de nuevo.
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