¿Te atreverías a pagar una cuota fija mensual a cambio de poder ir a todos los conciertos? En Dinamarca ya lo están poniendo a prueba.

A lo largo de los últimos años, la industria de la música en directo se ha tenido que reinventar de diferentes maneras. Desde los inicialmente odiados y hoy firmemente implementados “golden circle” que permiten estar más cerca del escenario, hasta los paquetes Platinum que permiten conocer al artista y tener asiento en un lugar privilegiado. Los retos han sido mayúsculos en la era post-Napster, donde artistas y promotores han buscado compensar las pérdidas en la venta de discos con cachés superiores y fórmulas más creativas para generar caja bruta aprovechando la única experiencia que no se puede descargar: la adrenalina de la música en directo.

Sin embargo, un reto mayúsculo que queda por delante -especialmente en la era post-Covid- es el de asegurar los ingresos y eliminar el factor incertidumbre de la asistencia a una gira determinada. Lleva muchas buenas noches recuperar una gran perdida en una gira que no ha terminado de funcionar bien y los promotores -tanto los mejor capitalizados como los más expuestos- intentan evitar que los números sean negativos a toda costa.

Un sistema que se está probando en Dinamarca es el del pago por suscripción. Georg Rasmussen, director de programación de recintos de Helsingør y Kåre Mulvad Steffensen, especialista en datos y comunicación, han implementado una opción novedosa que permite acudir a, al menos, 52 conciertos al año en los recintos Kulturværftet, Toldkammeret y Elværket por 135 coronas danesas (unos 18€) al mes.

La estrategia busca “resolver varios retos asociados con el trabajo de desarrollo que hacemos como recinto regional en conexión con bandas pequeñas, especialmente centrados en las finanzas, el desarrollo del público y los nuevos formatos” explica Rasmussen en una entrevista con Dansk Live.

Una operativa mejor planificada

“Hemos intentado encontrar una manera de crear una economía sostenible en conexión con la parte de nuestra programación musical que no llena recintos, buscando una opción económica que funcione para el recinto y el artista”, prosigue.

“Queremos desarrollar una oferta cultural donde los ciudadanos locales tengan la oportunidad de explorar y asumir riesgos con la programación musical sin que les suponga un gran coste financiero, así que hemos intentado poner en marcha una iniciativa que esperamos que puedan usar otros recintos, reforzando la cooperación y el intercambio en todo el país”.

En España no se han probado sistemas similares. El equivalente más realista sería que una promotora como Madness Live o Bring the Noise, con un público muy fidelizado y programación constante, propusiese un pago mensual por acudir a todos sus conciertos, excluyendo los grandes festivales. De ese modo se eliminaría la incertidumbre económica que rodea a cualquier show o gira y se potenciaría el descubrimiento de la música entre el público, lo cual también revertiría en mayores ventas de merchandise y mayor venta cruzada para los promotores, que podrían emplear diferentes sistemas para maximizar los ingresos.

Del mismo modo que un seguro médico no permite hacer ciertas pruebas diagnósticas hasta que no haya un periodo de carencia suficiente pero permite las visitas con cualquier profesional del cuadro médico desde el primer momento, los organizadores de conciertos podrían contar con ingresos estables a lo largo de todo el año que permitirían planificar mejor sus giras y operativa con los proveedores.

Sergi Ramos