“Nunca se cita a Alberto Cereijo como un guitarra de una técnica increíble o a Yosi como letrista. Hay que citarlos, como también hay que citar a Thin Lizzy. Y si no lo haces, eres injusto”

Jordi Zelig Tàrrega y Guillem Sort siguen hablando con Charli. El futuro de la banda, el fenómeno fan, sus himnos más emblemáticos, la plaza de Los Suaves en su Ourense natal, los buenos tiempos de la etapa 90s y los discos poco valorados son los temas esta vez. Pero sobretodo el ostracismo y el ninguneo que viven Yosi como poeta y Alberto Cereijo como guitarrista. Ya va siendo hora de que la escena y el país vea a estos dos genios como lo que son. Bunbury, Sabina, Rosendo y demás ya gozan de este reconocimiento, Yosi sigue siendo uno de esos poetas malditos.

TMC – ¿Entonces podemos confirmar que habrá disco nuevo?

Ch – “Sí. Lo habrá. Puede ser acústico, puede ser de versiones o puede ser un disco nuevo. Lo habrá a pesar de cómo están los tiempos. Ya no es como antes. Ahora hay que ir de otra forma. Toca volver a luchar, y no pasa nada. Intentar seguir adelante con las armas que tenemos. Pero realmente son los que ahora empiezan los que lo tienen más jodido. Y hay gente muy buena. Casi no quedan autodidactas y el material se queda entre conocidos. En círculos reducidos. Nosotros hasta el tercer disco andamos en la miseria pura y dura. Y la verdad es que si te gusta la guitarra todavía está peor la cosa. En este país hay miedo a la guitarra. Esto no es Estados Unidos. El primer disco tiene que ir bien… y sino ya veremos. Y así vamos. Evidentemente, cuando Yosi no pueda más, esto se acaba. Eso lo tenemos muy claro”.

TMC – Antes hablabas de los fans y tengo que contarte una cosa bonita, y a la vez curiosa… Yo hay gente que veo una vez al año, y es hoy: en vuestro concierto. No hace falta llamarlos. Estarán allí.

Ch – “Mil gracias. Creo que es otra situación. Un concierto de Los Suaves es algo más. Es todo el entorno que gira bajo un denominador común. Hay gente que no se conocería sin Los Suaves. Hemos conocido gente que programa sus vacaciones según dónde tocamos nosotros. Y eso siempre queda grabado en el alma. Y seguiremos viniendo para que no se rompa tu amistad (risas)”.

TMC – Para mi el mayor logro de Suaves es vivir cómo la gente canta todas y cada una de las canciones. No he visto a ninguna otra banda que lo haya conseguido.

Ch – “Es impresionante. Y no hay estribillos repetidos 18 veces. A veces eso se olvida… pero las letras son enormes… La gente las siente, las vive y las interpreta”.

TMC – Del tema letras he recogido unos cuantos tópicos literarios de Yosi: El tren que es la vida; el perro que ladra; la botella vacía; las mujeres malas; el refugio del hombre en el alcohol; la vida que nunca le sonríe a uno…

Ch – “Pero también hay alguna historia de amor, como “Llegaste hasta mi”. Bueno… de desamor. Te odio porque tienes todo mi amor… (risas). O el “Si pudiera”. (recita la letra)”.

TMC- Del tema letras decirte que como profesor de instituto alguna vez he leído el “Si Pudiera” por Sant Jordi y los alumnos alucinan. ¿No crees que a Yosi nunca se le ha reconocido como ese gran poeta que es, más allá del círculo de fans de Los Suaves?

Ch – “Han llegado reconocimientos; algunos sorpresivos. Se estudió la letra de “Dolores” en una Universidad de Colonia (Alemania). Pequeñas cosas como lo que tú has hecho o lo de Colonia. Pero sí que falta este reconocimiento. De hecho ayer lo hablaba con algunos fans. Yo he trabajado muchos años en Radio Nacional de España. Tenía un programa de tres horas diarias… Luego en la Cadena Ser, en el periódico, tuve una tienda de discos… Tengo el Popular 1 desde el número 1 y muchísimas otras revistas de rock y heavy. Y lo tengo por trabajo y porque me apasiona. Pero la gente reconoce a Bunbury, a Rosendo… ¡Son ejemplos a citar eh!, nada de mala leche… Pero nunca se cita a Alberto Cereijo como un guitarra de una técnica increíble o a Yosi como letrista. ¡Ya no que te guste!, que puede o no; sino de manera objetiva. Hay que citarlos, como también hay que citar a Thin Lizzy. Y si no lo haces, eres injusto”.

“Y eso que nosotros ya estamos contentos. Tenemos nuestro feudo, nuestra ciudad y nuestra plaza (la plaza Los Suaves en Ourense). Le decimos a la gente que escupa y tire las colillas en otro sitio (risas). Pero como te decía: hay que citarlos. No puedes obviar una cosa que está allí. Y lo de Yosi es espectacular. ¡Cómo junta las palabras! Él sabe que una sola palabra puede joder toda la frase. No es: “vas al lavabo”; es “te arrastras al lavabo”. Eso es una resaca. Si no encuentras el sinónimo de “te arrastras”, la frase no queda bien (risas). Puede quedar bien de colegueo pero no para una letra que te llegue al corazón”.

TMC – Ahora querría recordar vuestra etapa cumbre: Los 90.

Ch – “Lo fue porque estuvimos en una multinacional. Y eso ayuda. Internet quedaba algo lejos, ya no había casetes. Tocabas mucho… ¡¡Y te daban 30 millones de pesetas!! Hoy igual te dan 25 euros (risas). Esos años hasta el 95-96 fueron tremendos. Incluso nos dijeron de ir a vivir a Madrid, pero dijimos que no. A ver… entiende que el gallego emigra mucho, pero el que más ha emigrado ha sido el orensano. Estábamos cansados de emigrar. Mi abuelo está muerto en Estados Unidos. Otro fue a Cuba. Así que dijimos: “Nos quedamos”. Estábamos en la cresta de la ola. Y ahora lo que toca es el directo: a tocar”.

TMC – ¿Y si te tienes que quedar con un disco de esa etapa?

Ch – «Hay varios. Por ejemplo, el “Santa Compaña”, ya que tiene “El Afilador”, tiene el “Si pudiera” y ese sonido característico. Luego está el “San Francisco Express”. Allí hay “Ourense- Bosnia”. Luego el “Víspera de todos los Santos” tiene el “Palabras para Julia”. Es que en Los Suaves hay el lado de Alberto Cereijo. Muy meticuloso y perfeccionista. Luego estamos Yosi y yo, mucho más naturales y anárquicos. Tenemos el rollo ramoniano y punk. El punto de locura. Es bueno que haya diferentes roles. Los primeros discos tienen mucho sentimiento. La ingenuidad, el desconocimiento y la jeta te hacen ser valiente. Y siguen siendo vigentes”.

TMC – Otra cosa que me encanta de tu banda es el logo del gato. ¿Cómo surgió?

Ch – “Pues te confieso que fue por casualidad y por envidia. Es por Los Ramones. Ellos tenían el águila americana en el logo. Y como buenos orensanos nos salió el punto de envidia. Somos buena gente, pero tenemos esto. Siempre compramos lo más caro y lo mejor para darle envidia al vecino. El orensano compra una casa grande con muchas habitaciones… aunque no tenga familia. ¡Que se joda el vecino! Y claro, los Ramones… lo teníamos que copiar. Y la idea salió de un pintor amigo nuestro, viendo un reportaje en una revista, adornado con cabezas de animales. Nos costó 18000 pesetas de la época”.

TMC – Y la última ya… que tienes que cenar. ¿No crees que el “Víspera de todos los santos” es un disco infravalorado?

Ch – “Hay alguno más. Al “Si yo fuera Dios” tampoco le prestaron atención. El “Jardín de las delicias” sí que no quedó todo lo bien que nos hubiera gustado. Faltó tiempo de elaboración. Y el “Víspera” es cojonudo”.

TMC – Y yo destacaría especialmente el tema de “Dulces noches de luna y pateras”…

Ch – “Es impagable… ¿Sabes por qué no la tocamos? Demasiada letra… No la tocamos por esto. Y hay otros temas que no tocamos por lo mismo. Ese tema cuenta perfectamente el drama de los inmigrantes. Y lo dice todo… ¡y cómo lo dice! Tremenda y demoledora. Y a veces te encuentras gente que te dice: “A mi me gusta “Siempre igual”, lo que hagáis y grabéis poco me importa”. Y le dices: ¿“Y el “Dolores no?. “Anda, pues sí, el “Dolores” también… y el “Pardao”… ¡Al final le gustaban todas!”.

TMC – Te quería preguntar también por el libro de Los Suaves que estáis preparando.

Ch – “Mi hermano lo terminó, el historiador. Quería rematarlo con la reunión en el Derrame. Y ahora a buscarnos la vida con la editorial. Pero ya está finiquitado”.

TMC – ‘Despidiéndonos, Charli me firma unos discos; y cuando ve el “Santa Compaña” vuelve a hablar un poco sobre su tema favorito: “El Afilador”. Crudas historias de su Ourense natal.

Ch – “El Afilador” habla de nuestra tierra. Allí somos afiladores y paragüeros. A principios del siglo XX los afiladores dejaban las familias y se marchaban con un hijo. Se iban a buscar la vida. Los afiladores vivían en el hostal y los niños en el pajar. Afilaban cuchillos en Valencia y en el sur de Portugal. Tenían incluso su propio idioma: el balaguete. “Sí” era “sibis”. A veces tardaban hasta cinco años en volver. Y cuando volvían, a lo mejor la mujer ya tenía otro niño de tres años. Iban a pie y con la rueda de afilar”.