Plantando cara al cáncer: una charla con Jose Antonio Manzano
Jose Antonio Manzano charla largo y tendido con nuestra web sobre los pormenores de su enfermedad, su nuevo disco y su carrera musical. Una entrevista sincera, honesta y personal en la que no deja nada en el tintero.
José Antonio Manzano está en un momento grave. No hace falta maquillarlo, porque el mismo es quien se impregna de realismo a la hora de hablar de la enfermedad que le tiene en vilo desde hace casi dos años. Un cáncer que, aparentemente, estaba bajo control en Diciembre de 2017 pero que ha vuelto con virulencia a principios de 2018. Manzano, vocalista legendario del hard rock de nuestro país, no se anda con chiquitas a la hora de hablar de sus males, de los cuales omitiremos los detalles más íntimos por respeto al músico.
En nuestra primera toma de contacto con él, nos detalla todo lo que conlleva su enfermedad y con un candor y sarcasmo casi equiparables, habla de su situación presente. Cuando habla con nosotros, se encuentra en uno de esos bienvenidos y necesarios descansos entre ciclos de quimioterapia. “Mejor hacemos la entrevista esta semana porque la que viene empiezo un nuevo ciclo y voy a estar jodido” nos advirtió con sinceridad.
No hacía ni dos meses que había editado su nuevo disco, “4”, cuando daba la noticia en sus redes sociales y desataba una enorme cantidad de soporte moral hacia su figura y su circunstancia. Este domingo 13 de mayo se celebra el primero de los conciertos de homenaje en Barcelona (Razzmatazz 3) donde el vocalista no podrá acudir -se encuentra en Suiza, donde reside hace 26 años- pero donde un nutrido grupo de músicos, amigos y ex-compañeros de bandas, le rendirán homenaje.
No le fue fácil autorizar los conciertos homenaje: parecía como si se hubiese ido cuando aún estaba aquí. Pero la insistencia de muchos de sus amigos de la música pudo con él y al final se dejó querer. Hay otra cita programada para el 27 de mayo en Madrid, donde otro espectacular elenco de músicos, se reunirá para celebrar los 40 años de carrera del vocalista.
Esta es una entrevista que, a lo largo de tres partes, mostrará una cara íntima y reflexiva de Jose Antonio Manzano. Para muchos, el primer importador de la figura de “frontman” a la americana del rock de nuestro país. Su trayectoria con Tigres, Banzai, Manzano, Emergency y demás habla por si sola. Y, si hablar de su enfermedad sirve para que algunos hombres den el paso de realizar un chequeo para prevenir el cáncer de colon, todo habrá tenido sentido.
En “4” encontramos canciones que, sin suponer un cambio en lo que ha sido el estilo que has desarrollado en toda tu carrera, suenan especialmente positivas y exultantes. ¿Estar en proceso de curarte de ese primer diagnóstico de cáncer te hacía estar especialmente feliz y eso se traslado a las composiciones?
Cuando grabé las partes de voz y las melodías de este disco, yo estaba sano (o eso creía yo). La cuestión es que en un primer momento lo íbamos a hacer con otra discográfica, con Leyenda Records, pero tuvimos un encontronazo y no pudo ser. El disco lo teníamos ya casi acabado con Sue Gere en los Hybrid Recordings, entre Blanes y Tordera. Las voces las grabé en Suiza en el estudio de mi amigo Angi Schiliro y las canciones las tenía hechas de antes.
En ocasiones me han preguntado si las canciones vienen influenciadas por la enfermedad pero la realidad es que ya estaba todo hecho. Yo en ese momento, teóricamente, estaba sano como una manzana. El bicho lo tenía por dentro. Según me contó el cirujano, es algo que empezó como un pólipo hace muchos años y que no dio la cara hasta ese momento.
Las canciones de ‘Mi Religión’ fueron todas obra de Freddy Fresquet y yo hice, como siempre, la melodía y las letras. En este disco, ‘4’, ocho canciones las compuso Felix Barcojo, el guitarrista y otras dos las hizo Tony Baena, que en ese momento seguía en la banda, aunque luego hubo algún mal rollo y se fue. No son deshechos del disco anterior ni temas sobrantes, son todo canciones realizadas para este disco y compuestas unos seis meses antes de entrar a grabar.
Probablemente, uno de los motivos por los que el disco suena tan exultante es porque ya tenía en mente volver a España. No por nada, no tengo nada en contra de Suiza. Llevo 26 años en Suiza. Conocí a mi ex-mujer en España de vacaciones. Como la situación estaba mal en España y tenía una oportunidad de hacer un disco con una multinacional que al final no salió, mi chica me propuso ir a Suiza y para aquí me vine.
Luego me casé, tuve un hijo y demás. Mi hijo nació en Suiza pero se siente muy identificado con la parte española y a la que cumplió 18 años se fue a España. Creo que la vida es muy bonita en Suiza si tienes un trabajo y aunque yo tengo la vida resuelta más o menos, mi hijo estaba en España y yo quería estar cerca de él. Quería que la tercera parte de mi vida fuese allí.
Yo siempre he ido mucho a Barcelona: hasta que murieron mis padres yo iba cinco o seis veces cada año y sigo manteniendo a muchos amigos. Paso siempre los veranos en España, en la Costa Brava. Nunca he perdido el vínculo. La cosa es que tenía ese planteamiento y mira, ironías de la vida, no he tenido ni opción de mudarme de vuelta a España.
Una vuelta a la actividad agridulce
¿Como ha cambiado, a tu parecer, la escena del rock desde que dejaste la música hasta que volviste a la actividad con la reunión de Banzai y tu anterior disco en solitario, “Mi Religión”?
En 1993, al poco de llegar a Suiza, hice el disco con Emergency y luego, al año siguiente, hice el tercer disco de Niagara. Desde entonces, no había hecho nada. Había hecho algunos temas con mi amigo Angi en su estudio, pero eso es todo. Me dediqué esencialmente a educar a mi hijo, que no es ninguna tontería.
Emergency era un grupo de una onda hard rockera melódica y, de golpe, la discográfica suiza decidió que quería buscar grupos de grunge. Grupos con camisa de leñador, bermudas y barbitas. Nosotros éramos lo opuesto a eso. Yo no soy alguien que vaya cambiando como una veleta. Me gusta lo que me gusta y soy un tío muy cerrado en ese sentido y no voy a cambiar.
Al final dije ‘paren el mundo que me bajo’. No pretendía retirarme, porque la música es mi vida, pero pensé que no merecía la pena perder el tiempo en discos que nadie iba a comprar. En aquella época incluso grupos como Kiss y Dokken hicieron discos en plan grunge. Motley Crue, con John Corabi, también fueron en ese plan.
Pasados unos años, Óscar de Lujuria me dijo que fuese a Madrid para hacer un concierto y junté una banda para hacerlo. Poco después me llamó Salvador Domínguez e hicimos lo de la reunión de Banzai, que dio lugar a un DVD en directo. Pero las cosas habían cambiado mucho con relación a los 80.
¿De qué manera?
En aquella época las cosas no eran fáciles. Había unas pocas discográficas y si no te cogía una de ellas no tenías opción a hacer nada. Grabarse un disco era carísimo y sin un disco no podías llegar a la gente más allá de tu barrio. Yo llevaba una vida más normal y no me planteaba volver a tener un grupo. Lo que en el resto del mundo era el grunge, en España era el rock urbano, con el cual tengo todavía menos en común.
Después de la reunión de Banzai, como no hubo lugar a un tercer disco de estudio, me planteé lo de la vuelta de Manzano. La principal diferencia con el pasado es que hoy en día todo el mundo tiene un grupo y discos editados. Hablaba con gente y me encontraba con que estaba en un grupo y tenían cinco o seis discos.
Vaya, por mucho que viviese en Suiza no había estado tan desconectado de la escena y conocía a todos los grupos y estos no me sonaban de nada. Ahora grabar no es tan caro, todo el mundo graba discos y, como ellos, otros cinco mil grupos. En internet se pueden publicitar gratuitamente pero, como hay tantos, nadie destaca. Es una ruina. Hemos llegado al punto en que hay más bandas que público”.
Demasiadas bandas para demasiado poco público
La gran mayoría de bandas no entienden la situación y piensan que, por el mero hecho de tener una banda, merecen una atención y una difusión por parte de medios como el nuestro. Te podría decir que cada semana nos escriben como quince o veinte bandas pidiendo que hablemos de sus discos o que los entrevistemos. Es sencillamente imposible.
Es un pez que se muerde la cola. En las redes me encontraba gente que me pedía amistad y, de golpe, mi muro de Facebook parecía la Metal Hammer. Como tenía muchos amigos, la gente me colaba la propaganda de su grupo, que no tengo ni idea de quién son. Al final puse que todas las publicaciones las pudiese controlar yo antes de que saliesen y que toda la gente que quisiera meterme el rollo de su grupo de mierda que conocen cuatro colgaos, lo borraba.
Es gente que no me conoce en persona, que me ha hecho un poco la pelota de que le gusta lo que hago y luego me cascan su ladrillo de publicidad y me dicen que les escuche y que hable de ellos. ¿Pero a donde hemos llegado? No soy un crítico musical y hablo de las cosas que me gustan, no de lo que la gente quiere que hable.
Hay una cosa que está clara: todos queremos cobrar por nuestra música. Cuando volvimos había gente que me ofrecía tocar y me decía que tenía un bar para 400 personas en, no se, La Coruña. Yo les decía que cuanto pensaban pagar. Me decían que bueno, que no tiene mucho, pero que si voy la recaudación de taquilla sería toda para mi. ¿Tu sabes lo que cuesta mover una banda desde Barcelona hasta La Coruña solo en furgoneta y gastos? Imaginate que luego no hay ni cien personas.
Entonces te dicen “no,no, estoy seguro de que vendrá gente”. Bueno, si estás tan seguro, entonces adelántame un dinero.Había gente que no lo entendía. Antes de enfermar, me proponían continuamente tocar en festivales aquí y allá, con grupos conocidos que venían por los gastos y todo eso. Pues que toquen ellos. Yo eso ya lo hice con 17 años.
Exacto, tu esa parte ya la has pasado. No se puede pretender que vuelvas a hacer lo mismo con casi sesenta años.
Con 17 años tuve mi primer grupo, antes de conocer a David Biosca y Albert Pont. En aquella época tocábamos en cualquier sitio por el morro, pero tuvimos la suerte de que Gaby Alegret, el cantante de Los Salvajes tenía un local en la zona de Gracia, en Barcelona, que se llamaba Lipstick. Había sido un cine o algo por el estilo y era una sala y tocamos allí un par de días. Me dijo que podíamos tener futuro y que iba a hablar con Zafiro, la discográfica, con quien tenía contactos.
Yo pensé que aquello era otra promesa más, de las muchas que te hacen cuando eres un grupo jóven. Nos pidió una maqueta o una foto o algo para enseñar y no teníamos absolutamente nada. El hermano de Biosca nos hizo una foto en la puerta del local de ensayo, llevó la foto y la discográfica dijo ‘hombre, hay dos o tres que son guapos, si tocan mínimamente los podemos comprar’. Así, tal cual te lo digo. Hicimos una maqueta de cualquier manera en el local y nos grabaron un single. Y como el single funcionó minimamente bien, nos grabaron un disco.
En aquella época, con 19 años que tenía, el panorama en Barcelona se basaba en grupos como la Electrica Dharma, la Salseta del Poble Sec y cosas así. Yo lo que quería era hacer un rollo medio Aerosmith, medio Stones con pantalones de leopardo y greñas. Las posibilidades de que un grupo así tirase adelante en Barcelona eran de cero. De no ser porque a Gaby le dio el punto y nos movió, quizá yo no habría grabado un disco en mi vida.
Más adelante, cuando montamos Tigres, David y yo nos fuimos a Banzai porque no conseguíamos discográfica. Habíamos teloneado a Motorhead cuando llenaban el Palacio, a Saxon, a Barón Rojo en Huesca, hacíamos Barna Heavy con Evo y ese tipo de grupos…pero ni caso, todos los grupos importantes estaban en Madrid con Chapa Discos.
En aquel momento, después de tocar con Motorhead, hablé con Salvador, me dijo que no tenían buen rollo con Chino, con su vocalista, y me dijeron si quería entrar en la banda. Y fui de cabeza. Si me hubiese quedado en Barcelona habría sido como lo que le pasó a Zeus. Zeus eran un grupo de puta madre pero que al final acaba tocando siempre para la misma gente y das vueltas y vueltas sobre lo mismo.
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