Por todos es sabido que la salida de ambos miembros no fue especialmente dulce. La de Max fue uno de los divorcios más agrios del metal, con la mujer y manager -Gloria- como chivo expiatorio y en el caso de Iggor, la puntilla que terminó de enviar a los brasileños a la segunda fila del metal pesado. ¿Queda algo de todo lo que construyeron juntos Andreas, Paulo, Max e Igor?

Fueron la sorpresa del año 2008. Tras varios años enfrentados pese a ser hermanos, con el legado de Sepultura bajo el brazo y la etiqueta de principales impulsores de aquella banda que dejó claro que en el tercer mundo también había bandas de metal capaces de cambiar las bases del género, los Cavalera volvían a la acción. Y lo hacían con una nueva banda que llevaba al apellido por bandera, para que a nadie se le pasara el detalle. Ahora, con dos trabajos bajo el brazo y habiendo dejado claro que no se trataba de un experimento, los hermanos brasileños que ya no viven en Brasil (Max reside en Phoenix, Arizona, e Igor en Londres) afrontan la edición de “Pandemonium”, un disco mucho más bruto que “Inflikted” y el insuficiente “Blunt Force Trauma”.

Tan bruto que en los primeros compases de la grabación, Max le dijo a un periodista que iban a hacer un disco de grindcore.

“Nunca hubo planes de hacer un disco de grindcore” aclara Igor hablando por teléfono desde Londres. “Tenía más que ver con la actitud que con otra cosa. Es un disco más extremo y rápido que trabajos previos de Cavalera Conspiracy, pero está lejos de un disco de grindcore. Max se refería a la actitud de la música. Ir al límite y cosas por el estilo”.

Es común que los discos de Cavalera Conspiracy y Soulfly se entremezclen, en el tiempo y en espíritu musical. A fin de cuentas, con Max Cavalera al frente se veía venir. Dado el giro más brutal de “Pandemonium” parece como si la banda hubiese encontrado una identidad mucho más propia que la que había hasta el momento.

“Entiendo que este disco destaca más que los dos primeros y esa es la razón por la que nos ha llevado más tiempo ponernos a componer de nuevo” explica el baterista y DJ.  “Nos ha llevado dos discos llegar al punto en el que nos sentimos confiados en hacer un disco como este”.

“No hablamos demasiado sobre la dirección del disco hasta que nos pusimos con él” dice sobre el proceso de composición. “Por eso suena tan espontáneo, porque así es como salió. No teníamos un plan maestro tras el disco para hacerlo más rápido o más pesado. Surgió así”.

“No ensayamos ni practicamos las canciones” explica. “Intercambiamos algunas ideas y demos, ritmos y riffs, y en el estudio intentamos hacer que todo se convierta en canciones. Pero sobre la marcha, sin pensar demasiado. Con lo que tenemos montamos un disco. Para nosotros es más rápido que hacer toda la pre-producción, las demos, las grabaciones… Trabajamos de manera muy intensa en el estudio, sin demasiadas distracciones. Pero nos lo jugamos toda a esa carta ahí”.

¿Es una situación más cercana a la que existía con los Sepultura más primitivos?

“Con Sepultura ensayábamos muchísimo, más que ninguna banda que conozca” defiende Igor. “Seis, siete, ocho horas diarias. Cada día. Era toda nuestra vida en aquel momento, tocar música. Hoy en día hacemos más cosas y concentramos los esfuerzos en un momento concreto en el estudio, así que todo es muy distinto al pasado”.

Además de Cavalera Conspiracy, Iggor tiene la cabeza ocupada con Mixhell, su proyecto de música electrónica, lo cual le sirve para variar de registro entre discos de metal pesado.  “Con MixHell, mi experimento electrónico, trabajamos más como una banda en el sentido clásico que en Cavalera Conspiracy” comenta. “El trabajo que hacemos es mucho más denso que con Cavalera, donde todo se concentra en el estudio. Tengo que buscar partes, cortarlas, crear ritmos con el ordenador y hacer un trabajo previo más intenso”. De hecho, Iggor es un habitual DJ invitado a la sala Razzmatazz de Barcelona, donde ha actuado multitud de veces bajo el manto de Mixhell.

¿Como encara Iggor un disco de las dimensiones rítmicas y de la intensidad de “Pandemonium” treinta años después de iniciarse haciendo el cafre en Sepultura? Parece que sin mucho problema.

“Acabo de hacer una gira con Cavalera en Sudamérica y era una hora y media muy intensa sobre el escenario” explica. “Yo nunca he tocado la batería a medias, he de tocar al 100% y eso requiere mucho esfuerzo físico. Por ejemplo, nunca bebo alcohol antes de un concierto. Tengo que estar hidratado y al tope de mis capacidades para hacer bien las cosas. Me gusta tomar bebidas energéticas antes del show, como café o un Gatorade, pero eso es todo. Me gusta tocar super-rápido y me lo paso bien.”

“No ha habido ninguna canción especialmente difícil” responde cuando se le pregunta si ha habido algún tema del disco que le haya costado más que otros. “Cuando grabé “Arise”, en “Desperate Cry” hay una parte de doble bombo al final que me llevó dos horas cuadrar en el estudio. En directo podía hacerlo sin problemas y en el estudio me atascaba y no había manera. Volví al hotel, dormí unas horas, y al día siguiente lo hice en una sola toma. A veces te pones demasiada presión para hacer algo y no sale bien. A medida que te haces mayor intentas dejar el drama a un lado y disfrutar con lo que estás tocando sin obsesionarte en exceso. Así es como intento enfocar mis grabaciones con Cavalera Conspiracy”.

Tras dos portadas un poco sosas en los discos previos, la carátula de “Pandemoniu” es una pequeña obra de arte repleta de detalles, obra de Stefan Doitschnoff. Los hermanos querían algo “totalmente original y diseñado específicamente para el disco” asegura Iggor. “Le enviamos la música a Stefan, que es muy buen amigo nuestro y uno de los mejores artistas de Brasil. Intercambiamos algunas ideas y terminó siendo casi otro miembro de la banda” se ríe.

“La portada parece la de “Arise” o “Beneath the Remains”, donde hay un montón de detalles a los que prestar atención. Me gusta porque me recuerda a cuando yo o Max nos sentábamos a escuchar un disco en los 80 y nos estirábamos en el suelo a absorber todos los detalles de la portada” recuerda.

Cada año, cuando se acerca la temporada de confirmaciones para los festivales, se enciende la maquina de los rumores. ¿Será este el año en que se reúna la formación clásica de Sepultura? Ha habido dimes y diretes, mayormente por parte de Max, mientras que los miembros actuales de la banda -especialmente Andreas Kisser- han negado en todo momento posibles contactos y negociaciones. Pero nos consta que en algunas ocasiones se ha llegado a solicitar ofertas a promotores europeos para una posible gira de reunión. Iggor es sincero.

“Yo y Max éramos una buena parte de la historia de Sepultura” dice con tono de obviedad. “Si algún día llegase la reunión, estaría bien. Creo que puede pasar, y si pasa, lo haremos bien por nosotros y por los fans. No queremos hacerlo solo por darnos importancia como otras bandas. Si lo hacemos, lo queremos hacer bien. Aunque también debo decir que mi reunión ya está hecha, en cierta manera. Max y yo ya estamos reunidos y tocando las canciones que creamos. Compusimos “Troops of Doom” cuando teníamos 14 años en nuestra vieja habitación. Seguir tocando eso en directo hoy en día significa mucho para nosotros. Pero admito que si un día giramos con los otros chicos, será especial”.

“Lo que hay son muchos rumores” explica “pero no hay una oferta sólida sobre la mesa para hacer que suceda. Por eso tampoco me estreso realmente. Ya llegará”.

Por todos es sabido que la salida de ambos miembros no fue especialmente dulce. La de Max fue uno de los divorcios más agrios del metal, con la mujer y manager -Gloria- como chivo expiatorio y en el caso de Iggor, la puntilla que terminó de enviar a los brasileños a la segunda fila del metal pesado. ¿Queda algo de todo lo que construyeron juntos Andreas, Paulo, Max e Igor?

“Nunca nos vemos. Para nada. No hay contacto” dice tajante el baterista.

“No echo de menos tomarme un café con Paulo o Andreas” explica. “Solo el dinero nos puede acercar de nuevo. No va a ser por el hecho de tomar una cerveza o un café juntos”.