Iron Maiden: The Book of Souls
A duras penas la gente tiene tiempo/capacidad hoy de ir más allá del single de adelanto, por lo que es un trabajo que se enfrenta frontalmente a la manera que tenemos de disfrutar de la música hoy en día. Salvo un par de canciones, no es un disco para llevar alegremente en tu iPhone y escuchar en el bus.
Hace apenas cuatro días que el disco de Iron Maiden está a disposición del público general y desde hace dos semanas, los ríos de tinta vienen con el cabal disparado. El presunto filtrado del disco una semana antes de ponerse a la venta ofreció a los fans la oportunidad de escuchar las nuevas canciones de Iron Maiden después de cinco años y, por tanto, generó la esperada avalancha de opiniones, que es una herramienta de marketing en si misma. Nada mejor que tener a todo el mundo hablando de tu nuevo disco y emitiendo opiniones en redes sociales durante una semana antes de la puesta a la venta. Para que lo filtren otros, lo filtras tu mismo y controlas los tiempos. El problema, como siempre, viene por la propia complejidad de los últimos trabajos de la banda británica. No puedes emitir una opinión fundamentada en dos escuchas. La cantidad de detalles es abrumadora y 92 minutos de música son muchos para digerir en el año 2015, cuando la retentiva de todos es más escasa que nunca antes. Así pues, la disparidad de opiniones ha sido también abrumadora. ¿Qué condiciona esa disparidad? Posiblemente el tiempo invertido por cada individuo en degustar esta nueva obra de Iron Maiden. En una o dos escuchas, “The Book of Souls” es incluso cansino. A partir de la tercera y la cuarta, las piezas van asentándose y el disco cobra un nuevo sentido.
“The Book of Souls” es posiblemente la obra más ambiciosa que jamás hayan concebido Iron Maiden. No solo por la dimensión de las canciones, lo intrincado de las mismas y la duración del trabajo. También por el mero hecho de editar un disco así a estas alturas de su carrera. Quiero decir, si Iron Maiden hubiesen hecho de “Seventh Son of a Seventh Son” un disco doble de hora y media a todo el mundo le habría parecido lo más normal del mundo. Hacerlo en 2015 cuando la mayoría de sus congéneres tienen nulo interés en producir nueva música y mucho menos de defenderla en directo es, cuanto menos, atrevido y valiente.
Tampoco han sido buenos tiempos para la banda: la enfermedad de Bruce Dickinson ha retrasado el disco y ha puesto en entredicho el futuro de la banda. Motivo de más, pues, para que escuchemos “The Book of Souls” como lo que podría haber sido: el último disco de la carrera de la banda. Y, todo sea dicho, si hubiesen tenido que dejarlo con este disco, podrían haberse ido con la cabeza bien alta. Excepto por el hecho de que Kevin Shirley siga siendo su productor, pero eso es otro tema para otro día.
Con Iron Maiden pasa algo muy comprensible pero, en el fondo, muy estúpido: les pedimos que permanezcan inmutables cuando nuestra propia condición humana nos lo impide. Queremos que sean como el sabor de la Coca Cola, pero lo cierto es que hace treinta años desde que la banda grabó “Powerslave” o “Somewhere in Time”. No se vosotros, pero el ser humano en general cambia y se desarrolla bastante en ese espacio de tiempo. No podemos pretender que las inquietudes musicales de la banda permanezcan estáticas y ancladas en los 80. Para eso están los DVD y las propias giras revival que Iron Maiden hacen para contentar al sector de fans que quiere seguir viviendo en 1984. Si en este disco no hay ningún “Losfer Words”, ningún “The Trooper” o ningún “Phantom of the Opera”, mucho mejor. Posiblemente no sería nada honesto que lo hubiese. No deja de ser gracioso, por eso, que todo el mundo se agarre a un clavo ardiendo para justificar que este tema se parece a “Moonchild” o aquel a “Wasted Years” sencillamente porque tienen un guiño en el riff. Pocas bandas encontraremos en el panorama del heavy metal que sean tan valientes como para hacer un tour basado en sus discos de los últimos diez años (el tour de “The Final Frontier”) o tocar su disco nuevo entero en directo (la gira de “A Matter of Life and Death”). Lo único que podrían hacer aún más atrevido que eso es una gira revival de “The X Factor” y “Virtual XI”.
“Book of Souls” comienza con un tema de ocho minutos y medio titulado “If Eternity Should Fail”. Suena a canción en solitario de Bruce Dickinson. No en vano, el propio Dickinson ha mencionado que era una idea para un disco en solitario y el crédito de la misma es íntegramente suyo. El estribillo es adictivo y el fraseo de guitarra puramente Maiden con el que arranca el tema, memorable.
La banda tiene tendencia a hacer canciones “guiño” para los fans más anquilosados en el pasado. Sería el caso de “Speed of Light”, el tema menos atractivo de todo el disco y primer single del mismo. De saldo, a medio camino entre “Holy Smoke”, “The Final Frontier” y “El Dorado”, con un toque forzadamente hardrockero en el riff que a día de hoy pega muy poco con lo que es musicalmente esta banda.
“The Great Unknown” es un tema obra de Adrian Smith y Steve Harris, con partes de voz muy acertadas de Dickinson y buenas melodías de guitarra. Tarda en explotar, pero como casi siempre pasa con Maiden, acaba haciéndolo. El primer solo de guitarra de Adrian es tremendo, recordando a algunos de los mejores momentos de “Brave New World”.
Un arranque flamenco de Steve Harris con su bajo precede a la primera épica del disco (los ocho minutos de “If Eternity…” son un juego de niños en comparación con lo que se avecina). “The Red and the Black” es un tema de riff cabalgante, como es marca de la casa, y de desarrollo amplio. Cuando crees que dos vueltas son suficientes para llevar el tema al siguiente tramo, la banda da cuatro. Una buena arma para generar tensión a base de minutaje pero que en ocasiones puede resultar demasiado forzada. Hay más de un tema que podría ser igual de resultón con tres minutos menos y es ahí donde alguien debería recordarle a la banda aquella máxima de que “menos es más”. No obstante, viene siendo la marca de la casa en los últimos discos y estamos acostumbrados a que las composiciones se vayan de madre. “The Red and the Black” no florece hasta el quinto minuto, cuando Dickinson ataca el estribillo y las melodías de guitarra y teclado dan paso a la luz tras las sombras de los versos. Es un tema muy grande y que uno puede imaginar fácilmente en directo.
“When The River Runs Deep” es una canción rápida, como lo podía ser “The Talisman” en “The Final Frontier”. Un tema compartido entre Steve Harris y Adrian Smith con cambios de ritmo muy marcados y que tiene una intro de este último reminiscente de tiempos pasados. Algo menos brillante es el tema que da título al disco, salvo algún fragmento de la segunda mitad. El guiño a “Losfer Words” es obvio, pero “The Book of Souls” peca de cierta falta de fluidez en su estructura. Los elementos en si son buenos, pero no su cohesión. Es otro de esos temas que podrían mejorar con dos o tres minutos menos y una estructura más concisa.
El segundo disco de “The Book of Souls” se inicia con “Death or Glory”, una de las canciones que se compusieron antes de la llegada de la banda al estudio, una de esas ansiadas colaboraciones entre Adrian Smith y Bruce Dickinson. Directa, de algo más de cinco minutos, posee un pre-estribillo tremendo de los que se enganchan como una lapa. Ideal para el directo y nuevamente más propia de épocas pasadas que la mayoría de temas del disco.
Especialmente misteriosa es “Shadows of the Valley”, con un inicio que recoge tanto de “Wasted Years” como the “Out of the Silent Planet”, antes de coger ritmo y comenzar a trotar como es marca de la casa. Contiene uno de esos pasajes para que el público coree que todo el mundo espera, aunque hay que decir que eran mas espontáneos cuando simplemente salían de las guitarras, sin necesidad de que la banda corease por encima -una mala costumbre que empezó en “Heaven can Wait” y que la banda sigue mostrando casi en cada disco desde los “uohh uohh” de “The Wickerman”.
“Tears of a Clown” es, como la propia banda ha explicado, un homenaje al cómico fallecido Robin Williams. Está compuesta por Smith y Harris pero parece hecha a medida para un disco de Dickinson en solitario. La letra, pese a toda su buena intención, suena algo facilona por momentos pero el riff y la canción son buenos, con una parte de jugueteo con el tempo antes del solo que demuestra la versatilidad de Nicko en territorios más progresivos como baterista. Lo curioso es que en diversos momentos del disco se acelera o falla en cosas más elementales. Pero Nicko nunca ha sido un tipo mecánico, sino un batería muy dado al feel y de eso se beneficia -y en ocasiones sufre- la música de Iron Maiden.
“Man of Sorrows” es un título con el que Dickinson venía jugando hace años y que usó en un tema de “Accident of Birth” (y en el mítico “Hombre Triste” que grabó en castellano) pero la versión de Maiden no tiene nada que ver. Es un tema que va de lo solemne a lo rockero aunque con mucha cadencia, con un ritmo muy sostenido y con cierta linealidad. Posiblemente el tema más de relleno de todo el disco y que sufre ante la majestuosidad de la que le sigue: una extensa y épica pieza de dieciocho minutos compuesta por Dickinson y titulada “Empire of the Clouds”.
Si bien “Rime of the Ancient Mariner” era hasta ahora el tema más largo de la historia de la banda, ese cetro se lo acaban de quitar de un estirón. “Empire” es un tema que el propio Bruce compuso sobre la marcha en el estudio con un piano y que los demás fueron siguiendo bajo sus instrucciones a medida que el le iba dando forma. Contiene sección de cuerda y unos arreglos hasta ahora inéditos en cualquier trabajo de Iron Maiden. No esperéis un estribillo, porque nunca llega. Es un tema narrado con musicalidad y que simplemente va avanzando, sin una meta en particular. A partir del séptimo minuto muta en una composición muy distinta con un largo pasaje instrumental en el que la banda se explaya a gusto, con orquestaciones de acompañamiento para terminar de redondear lo ampuloso de la pieza. El giro progresivo a partir del minuto trece es desconcertante, tanto como la vuelta al piano y voz a partir del cuarto de hora. Todo un viaje musical por muchos territorios que poco o nada tienen que ver con la concepción estándar que todos tenemos de Iron Maiden.
Si un adjetivo debe definir a “The Book of Souls” ese es “agotador”. La cantidad de canciones que habitan dentro de cada pista va mucho más allá de lo que aparece en el trackslisting. Es por ello que algunas, precisamente, sufren. Canciones cuyo planteamiento es justito mejoran a medio camino por un pasaje o un estribillo. Y al revés, canciones que parecen tremendas pierden por culpa de lo mismo. No es un disco para dejar sonando de fondo, sino que requiere una atención muy activa. ¿Es viable tener a la gente enganchada durante 92 minutos a tu música? Posiblemente, no. Es por ello que “The Book of Souls” está generando tanta disparidad de opiniones, como decíamos al principio de la reseña. A duras penas la gente tiene tiempo/capacidad hoy de ir más allá del single de adelanto, por lo que es un trabajo que se enfrenta frontalmente a la manera que tenemos de disfrutar de la música hoy en día. Salvo un par de canciones, no es un disco para llevar alegremente en tu iPhone y escuchar en el bus. Requiere de una copa de vino, abrir el gatefold de la edición en vinilo y dejarte llevar. Si Maiden siempre han ido a contracorriente, “The Book of Souls” es un paso más en esa dirección. Por su valentía hemos de aplaudirles.
Grupo:Iron Maiden
Discográfica:Parlophone Records
Puntuación:7
Canciones:
- If Eternity Should Fail (Dickinson) 8:28
- Speed Of Light (Smith/ Dickinson) 5:01
- The Great Unknown (Smith/ Harris) 6:37
- The Red And The Black (Harris) 13:33
- When The River Runs Deep (Smith/ Harris) 5:52
- The Book Of Souls (Gers/ Harris) 10:27
- Death Or Glory (Smith/ Dickinson) 5:13
- Shadows Of The Valley (Gers/ Harris) 7:32
- Tears Of A Clown (Smith/ Harris) 4:59
- The Man Of Sorrows (Murray/ Harris) 6:28
- Empire Of The Clouds (Dickinson) 18:01
Año:2015
Votación de los lectores:5
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