Tygers Of Pan Tang: Spellbound
Pocas bandas de la New Wave Of British Heavy Metal pueden presumir de un maltrato o un cúmulo de circunstancias desfavorables como Tygers Of Pang Tang. Detrás de este estrafalario nombre se esconde uno de los grupos que con más notoriedad destaco entre aquella generación de modesta formaciones, que apenas sobrevivieron a los primeros años ochenta. Al contrario que otros grupos de modesta importancia histórica, Tygers logró destacar pronto como uno de los alumnos aventajados de la clase, augurándosele un futuro prometedor entre los hijos pródigos de la NWOBHM, como fueron Iron Maiden o Def Leppard. Su debut, Wild Cat, logró convertirse en un clásico del primer heavy metal de la década de los 80, a pesar de su pobre producción y sobre todo la presencia de Jess Cox, un más que discutible vocalista que durante mucho tiempo quedaría sumido en el olvido hasta posteriores reuniones de la banda.
El inesperado éxito de este debut les encumbro a un estatus parejo al de los grandes nombres del momento, situación que supieron dirigir con acierto gracias a un oportuno cambio de formación. Era obvio que si querían desarrollar una carrera comercial coherente debían pulir las aptitudes de los músicos designados en cada puesto. Esta positiva orientación fue refrendada con la inevitable sustitución de Jesse Cox por John Devirell, un frontman proveniente de los modestos Persian Risk que se reveló como una acertada decisión gracias a su amplio registro. Habilidad propicia para un grupo cuya música supo combinar la agresividad propia de su generación con la melodía presente en los grupos de los 70, que constituyen su principal influencia.
Pero la principal incorporación, y motivo por el cual el nombre del grupo resuena en las mentes de los neófitos en el género, fue la del segundo guitarrista. Decisión que de por si enriquece las composiciones de cualquier formación, ya sea optando por un sonido basados en las guitarras gemelas o un binomio solista-rítmico. Pero esta decisión se magnifica cuando la nueva incorporación de la banda es uno de los mejores guitarristas del género, por aquel entonces un bisoño músico llamado John Sykes. Fue la banda de Whitley Bay la que le dio su primera oportunidad de participar en una proyecto con ambiciones de éxito multitudinario, usándola Sykes como plataforma en la que hacer gala de un atelento que tantos éxitos le reportaría en las empresas que emprendió en formaciones como Thin Lizzy (Thunder & Lightining), White Snake o su propio super grupo : Blue Murder.
El tandem que formó en Tygers con Rob Wier determina la nueva orientación musical de la banda, que dejó atrás un sonido crudo, basado en un heavy rock simple, basado en un riff contundente pero sin excesivas concesiones al virtuosismo. En Spellbound las influencias claramente deudoras de los años setenta quedan postergadas a favor de un sonido más fresco y moderno, en el que la velocidad y agresividad que Sykes es capaz de imprimirle a su acordes aventura lo que en poco tiempo evolucionará hasta convertirse en lo que hoy conocemos como Speed metal. Beneficiándose de una producción más depurada de lo acostumbrado en la la NWOBHHM, Spellbound ejemplifica la tremenda influencia que todas estas bandas, en mayor o medida ejercieron, sobre un generación de jóvenes a ambas orillas del Atlántico y que más tarde reconducirían el género por nuevos e insospechados derroteros. Un sonido rápido, agresivo, sin renunciar a la melodía y con constantes ejercicios de virtuosismo, que a algunos aficionados desagradó porque pensaron que era una renuncia a la señas de identidad del primer disco por culpa de presiones de la discográfica, ansiosa de convertir al grupo de uno de los estandartes del género.
Solo una cosa puede reprochársele a Spellbound, y es que se nota la poca experiencia que atesoraban algunos de los integrantes de la banda. Dicha argumentación se sustenta al comprobar la irregularidad de los diez tracks que conforman este disco. Si bien no hay ninguno que peque de mediocridad, si existen temas que sobresalen con demasiada notoriedad sobre otros. Esto acaba lastrando el conjunto, a pesar de que la casi todas las canciones están por encima de la mayoría de las composiciones de cualquiera de sus compañeros de generación.
Ser advierte también, el gran número de temas que conforman este LP, diez nada menos, un número que simboliza a la perfección la ambición del grupo con esta disco. Pero llama aun más la duración de la mayoría de ellos, con una extensión que raras veces sobrepasan los cuatro minutos. Algo en contraste con las composiciones imperantes durante la NWOBHM, en las que muchas veces predominaban temas largos en las que los músicos podían dar rienda suelta a su creatividad. Una teoría que podría explicar la duración de las canciones es , precisamente, la antes mencionada ambición comercial de este disco. Un LP repleto de temas breves, rápidos y pegadizos constituye una excelente punta de laza con la que penetrar en las emisoras, haciendo más accesible la escucha para los oyentes de las radios más comerciales. La puesta por la velocidad queda patente con el tema de apertura del álbum, “Gangland”, en la que unas excepcionales melodías vocales llevan la iniciativa en una canción que logra aunar de forma perfecta el espíritu clásico de sus influencias setenteras con la velocidad que por aquella época comenzaban a imprimir las bandas británicas. Con este tema queda ya patente la fuerte presencia de la guitarra solista de Sykes, capaz de alternar tanto los riffs más agresivos como solos que sean del gusto de los fans de la pirotécnica musical. Le sucede en el track list “Take it”, que consituye un buen ekjemplo de la irregularidad antes mencionada. Tema basado en un medio tiempo, resulta técnicamente impecable y en un grupo de menor enjundia seria hasta destacable, pero en el conjunto del disco queda clasificada como lo que popularmente se conoce como “de relleno”. Su escucha no resulta desagradable, pero si es apreciable que en el momento de su composición el grupo no estaba inspirado como en sus temas más emblemáticos. El tercer tema es “Minotaur” , una breve e innecesaria instrumental cuya mayor virtud es ejercer de introducción de una fenomenal canción como “Hellbound”. Tema pegadizo, merced a su sencilla y efectiva melodía, que podría equiparar e a los clásicas canciones coreables con las que ganarse al público. Muy distinto de “Mirror”, que con “Don’t Stop By” conforma el duo de preceptivas baladas, correctas pero sin ser destacables en ningún aspecto. Se demostraba así que la senda hacia la que debía orientarse la banda era la velocidad, dejando esas ínfulas comerciales a bandas con más talento para estas tareas. Por fortuna, ahí está la fenomenal “Silver & gold” para demostrar donde radican las bondades de Tygers, gracias aun fenomenal tiempo donde las melodías vocales imponen el ritmo. Tema 100% NWOBHM, tanto musical como vocalmente, solo puede despertar poco entusiasmo entre generaciones más modernas debido a sus coros, que remiten a los de las clásicas bandas de rock de los años 70. “Black Jack” es uno de los temas donde se aprecia una de las grandes virtudes de los integrantes de la NWOBHM, que no es otra que el gran talento técnico del que hacían gala la mayoría de sus miembros. Esta tendencia fue una forma de rebeldía contra el arrollador éxito del punk a finales de los 70, que los fans del heavy metal descalificaron por su pobreza musical. La respuesta se dio en temas como este, en el que a la característica velocidad del grupo se le unen constante cambios de ritmo, apreciándose claras influencias sobre futuras formaciones de la otra orilla atlántica. La banda rebaja sus exigencia en un tema correcto como “Story, So Far”, correcto en el que destaca la fuerza que le imprime la base rítmica. Pero este es solo un aperitivo del punto álgido del álbum : Tyger Bay. Puro speed metal, en el que Sykes saca a relucir su vena más estrictamente heavy para ofrecer un tema que en ningún momento conoce bajada alguna de intensidad. Un ritmo constante marcado por la constante alternancia de registros de Vovirell, pasando de momentos melódicos a otros de gran agresividad, hasta llegar el virtuoso solo en el que el rubio guitarrista inglés augura lo que dará de si en años posteriores.
Este disco, su sucesor Crazy Nights y el debut, Wild Cat, han constituido desde hace mucho tiempo parte imprescindible para cualquier colección digna sobre aquel fenómeno que a principios de los 80 barrió las islas británicas. Currículo más que suficiente para que la banda hubiese ocupado un puesto en la escena musical parejo al de bandas como Saxon. Por desgracia, el entorno de management cometió con la banda el mismo error que padecieron Saxon o Raven, que no fue otro que intentar cambiar su sonido para convertirlos en émulos de Def Leppard, para así intentar conquistar el mercado estadounidense. Empresa que se saldó con un rotundo fracaso, del que jamás lograron recuperarse.
El resultado fue la disolución del grupo a finales de los 80, debiéndose dedicar sus integrantes a nuevas tareas. Algunas tan dispares como las de John Devirell, que optó por la interpretación, o la de Rob Weir, que se introdujo en el mundo de la política. Por fortuna para sus fans, la banda volvió a reunirse comenzado el nuevo milenio, demostrando que todavía contaba con una base de adeptos entre los nostálgicos de su época dorada. Esta situación les ha impulsado a volver a la carretera de nuevo, y aunque siguen produciendo discos de estudio, se han convertido en una banda cuyo lugar natural es el escenario, patente por los numerosos álbumes en directo producidos durante estos últimos seis años.
Jose Antonio Martín Pablos
Grupo:Tygers Of Pan Tang
Discográfica:MCA
Puntuación:7.5
Canciones:
- Gangland
- Take It
- Minotaur
- Hellbound
- Mirror, Silver And Gold
- Black Jack
- Story So Far
- Tyger Bay
- Don’t Stop By
Año:1980
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