Soulfly: Ritual

Soulfly está de vuelta con un disco que si se analiza de manera individual es bastante bueno, pero que al ponerlo en común con el resto de sus trabajos, se diluye sin nada que lo haga especial en exceso.

Los vestigios de Sepultura siempre sobrevuelan la estela de Soulfly. Eso es así y lo será siempre. Pese a que la banda lleva muchos años en activo, el éxito de Max Cavalera con Sepulura siempre eclipsa la trayectoria de Soulfly allá donde va. Esto no ha sido un elemento totalmente negativo: vale, los temas no son tan míticos como los de su anterior grupo, pero ha servido para que la gente conozca la banda y ha tenido diversas formaciones en las que ha contado con músicos del más alto nivel como David Ellefson (bajista de Megadeth), Logan Mader (fundador de Machine Head) o Roy Mayorga (batería de Stone Sour).

Desde hace 6 años, el hijo del propio Max, Zyon Cavalera, se encuentra en las filas de Soulfly, por lo que esto le da un toque especial al grupo, ya que la conexión padre-hijo en una banda de este calibre siempre es algo enternecedor y a su vez llamativo. 3 años llevaban sin lanzar su disco, y de este modo, con Soulfly – Ritual, la formación vuelve a la palestra pisando fuerte con un disco que en sí mismo capta a la perfección la esencia del grupo.

El ritual desde dentro

La canción que le da título a este trabajo, «Ritual», es un gran tema para abrir el álbum. Directo, fuerte y con pegada, una buena manera de comenzar un disco. «Dead Behind The Eyes» toma el testigo de esta y le imprime un estilo más thrasher que hace que la caña que tiene el álbum se incremente para seguir con «The Summoning», la cual continúa la estela de groove y thrash metal unida a los típicos sonidos tribales de la banda y muestra lo que es Soulfly en todo su esplendor. En algunos momentos de este corte, los elementos electrónicos que posee la canción hace que parezca la línea musical de un videojuego retro.

Con un toque más groove, «Evil Empowered» prosigue este ‘Ritual’ (Soulfly) y en ella se rememora esa conexión con Sepultura y los orígenes de la banda. La estructura del tema que continúa el álbum, «Under Rapture», recoge esa fuerza de la que hemos hablado anteriormente. De hecho, su estructura recuerda un poco a la de «The Summoning», lo que hace que esté bien porque es una canción de calidad pero que se haga algo repetitiva, aunque este quinto corte tiene un toque más deathmetalero.

La intro de la siguiente, «Demonized», descoloca un poco porque recuerda a System Of A Down. Esto sucede tan solo durante los primeros compases, ya que después se unen todos los instrumentos y vuelve a dejar ver que son Soulfly en toda regla. El rollo tribal más característico de Soulfly regresa en este disco con «Blood On The Street», que empieza con la melodía de una flauta que parece de un estudiante de primaria junto a un contundente ritmo de batería que lo complementa. Una vez avanza el tema, vuelve a lo que es en resumen este trabajo: groove y thrash. La canción termina con una línea similar a la intro y con una voz propia de lo que sería un ritual junto a un timbal, lo que potencia el nombre del disco (más). «Bite The Bullet» recuerda mucho a temas míticos del estilo como «Territory» (Sepultura) y demuestra que es un tipo de música que Cavalera domina a la perfección, y, no obstante, que tiene (quizás) muy trillado, más de la cuenta, y llega a perder ese punto de originalidad.

El declive de una consonacia (?)

8/10 canciones siguen una estela muy compacta, pero los dos últimos cortes son bastante estrafalarios.»Feedback» es de Soulfly, pero si la incluyes dentro del último CD de Phil Campbell And The Bastard Sons, sería casi más normal que el hecho real, que pertenece a un disco de la formación de Max Cavalera. Si no es por la voz del brasileño, este tema tan rocanrolero sería muy difícil de asociar a la banda.

‘Ritual’ lo cierra «Soulfly XI». Esta canción de cierre es un final atípico respecto al resto del disco, hasta de «Feedback», la cual desentona con lo demás. Un tema que pega más en un bar nocturno de Nueva York como hilo musical que en un disco de Soulfly claudica este trabajo con un saxofón y una guitarra acústica ligados a sonidos ambientales apoyados por percusión. Estos, en su conjunto, le dan un final curioso y distinto que no pega con el resto, pero que, quieras o no, te calma.

En resumen, un gran trabajo de Soulfly como este no llega a destacar porque le falta algo. Es difícil averiguar el qué, pero no tiene ese elemento especial que hace que se te quede alguno de sus singles fijado en el cerebro sin poder parar de silbarlo o tararearlo. A efectos prácticos, será muy útil para sus directos, ya que tiene mucha potencia, pero no para un final de concierto, donde necesitas himnos que coree el público.