Primal Fear: Rulebreaker

Y por si alguien tenía dudas de las capacidades de Scheepers, el disco finaliza con “Raving Mad”, todo un puñetazo a las cuerdas vocales de cualquiera, pero una gozada cuando sale de la garganta de Ralf.

Un disco de Primal Fear rara vez es aburrido, malo o soso. Y es complicado decir esto de cualquier banda que lleve casi veinte años en la brecha editando un disco cada par de años sin falta posible. No es posible coger un trabajo de la banda y señalarlo con el dedo diciendo “aquí flaquearon un poco”. Tampoco lo han conseguido con “Rulebreaker”, un trabajo con el que incluso suben el nivel respecto a “Delivering the Black”. Es un trabajo repleto de himnos del heavy metal en el sentido más clásico del término. Lejos quedan los coqueteos algo más hard-rock que podíamos encontrar en “Seven Seals” o “New Religion”. Esto es una apisonadora constante, canción tras canción.

En medio de la tormenta, destacan varias canciones por ser especialmente brillantes. El himno “Rulebreaker” es puro heavy rock sacado de 1986, mientras que “In Metal we Trust” es una acelerada declaración de intenciones con el mismo mensaje intrínseco que el ya clásico “Metal is Forever” de 2004. Solo por esas dos canciones ya merece la pena escuchar todo el disco, que está lleno de otros muchos himnos del metal más clásico.

El hecho de que en los últimos años Ralf Scheepers haya ido trabajando más el rango medio de su voz y dejando de lado los agudos estratosféricos ayuda a que la banda no sea tan cargante a lo largo de un disco completo. No es que el tipo vaya justito de voz, pero los excesos de la época de “Jaws of Death” o “Nuclear Fire”, en plena epidemia del power metal, quedan ahora mucho más compensados.

Más allá de los himnos uber-metaleros, la joya de la corona vuelve a ser el tema épico de once minutos “We Walk Without Fear”, algo que se está convirtiendo en una constante muy acertada en todos los discos de la banda. El intercambio de solos entre Tom Naumann y Alex Beyrodt en la parte central del tema, pone los pelos de punta. Le falta el dramatismo de “Fighting the Darkness”, pero es un señor temazo.

El metal más propio de Accept hace aparición en “The Devil in Me”, otra de las mejores piezas del disco, pesada y contundente, diseñada para levantar un mar de puños en el aire. No falta la balada tampoco, esta vez llamada “The Sky is Burning”. Y por si alguien tenía dudas de las capacidades de Scheepers, el disco finaliza con “Raving Mad”, todo un puñetazo a las cuerdas vocales de cualquiera, pero una gozada cuando sale de la garganta de Ralf.

No sorprenden, no innovan, pero eso es en parte lo que todos esperamos de estos alemanes.