MACHINE SUPREMACY es uno de los innumerables casos de bandas recientes que han sabido cosechar una modesta popularidad gracias a la distribución de sus primeros trabajos a través de la red, lo que les ha provocado el soporte de una base de fans imprescindible para lograr dar el salto a la plena profesionalidad. El precedente de Artc Monkeys ha supuesto un toque de atención para todas las discográficas, conscientes de que el libre acceso de los fans a la música hace que estos se vuelvan más selectivos y no baste con inundar el mercado con artistas prefabricados, optando por apostar por grupos que si bien gozan de un apoyo minoritario, la inversión para que accedan al mercado es mucho menor y el soporte de un red de fans está garantizado. Este es el caso de Machine Supremacy, formación que desde su concepción ha apostado por hacer accesibles de forma gratuita todas sus composiciones, dando la opción a aquellos que hayan disfrutado de ellas de hacerse con el disco en soporte físico. A esto cabe unirle las particularidades de su peculiar concepto musical, especialmente por atribuírseles la paternidad de un peculiar subgénero : el “Sid Metal”. El origen de esta nueva e hilarante rama tiene su origen en el uso que hacen de samples generados con el chip de sonido del añorado Commodore 64, imprimiéndole a sus trabajos una atmósfera que en algunos momentos llega a evocar los videojuegos de mitad de los 80. Combinándolo con obvias influencias provenientes del power metal (su origen escandinavo les delata, mal que les pese a los detractores de tópicos) y de power pop, obtenemos como resultado una extraña mezcolanza de sonidos de la que se obtiene un listado de canciones pegadizas y con gancho, capaces de ser retenidas por nuestra memorias, pero a las que sin embargo les falta la pegada para hacerlas memorables y les sobra un extravagancia que en su justa medida es bienvenida pero que en este trabajo ha optado por el exceso.

Justo  es decir que se ha apreciado un notable endurecimiento de su música, encontrándonos con un sonido en el que se le da prioridad al guitarras, mediante unos riffs más afilados y sobre todo más capaces de resultar densos y oscuros. A la batería se le imprime más velocidad y resulta sorprendente encontrarnos con una pista como “Elite”, cuyo inicio hace imposible que no traiga al recuerdo las intros de innumerables composiciones thrash, aunque más adelante se adentre por unos derroteros más estandarizados. A pesar de levantarse el pie del acelerador en tan temprano momento, esto no debe ser óbice para reconocer la energía y fuerza que desprenden todas las pistas que componen este disco, con un descaro y espontaneidad encomiables.

Naturalmente, la labor de los miembros del grupo cuenta con sus más y sus menos. Su vocalista, Robert Stjornstr tiene momentos en los que demuestra grandes aptitudes como cantante, pero también otros delirantes que convierten a la composición interpretada en un delirio que no será del gusto de todo el mundo. Jonas Rorling, el teclista, demuestra ser alguien hábil a los mandos de un sintetizador como el del Commodore 64,logrando llevar a su terreno momentos tan delicados como cuando su instrumento se impone al resto del conjunto. Por desgracia, aquí entra en juego la interpretación personal del oyente y es obvio que los más ortodoxos no congeniarán con los sonidos y pitidos generados por este chip, al que tacharán de infantil. Johnas Rorling, el guitarrista no encontrará tantos detractores, y si bien demuestra de sobras su capacidad para desenvolverse con los acordes complicados, la mayor parte de su trabajo está enfocado a riffs pesados y directos, asumiendo muchas veces su rol secundario frente al sintetizador. Tomass Nilsson, batería, no acepta este papel y sus baquetas están muy presentes a lo largo del disco, haciendo gala de una fiereza que se echa de menos en el gran damnificado del conjunto, el bajista Johan Palovaara. La producción a dejado a este músico en un segundo plano, haciendo casi imperceptible su instrumento, aunque no deja de ser elogiable el excepcional trabajo hecho en la tabla de mezclas, auspiciando un disco de sonido pulcro pero no artificioso, aunque el uso exhaustivo del sintetizador daba pie para hacerlo.

El acabado final del producto nos deja un resultado rayano en lo experimental, pero no por ello desagradable. Dista mucho de la perfección y en todo momento se percibe la voluntad del grupo de, simplemente, pasar un tiempo divertido. Los que le den una oportunidad se dividirán en dos bandos irreconciliables, los que les desagradará y los considerarán poco menos que una afrente y los que lo defenderán arduamente como icono de la modernidad. Probablemente lo mejor sea optar por un término medio : resulta original, pero no por ello accesible a todo el mundo y estos jóvenes distan mucho de tener la capacidad compositiva necesaria para lanzarse a una propuesta de estas características y salir indemnes

José Antonio Martín Pablos

Discográfica:Spinefarm / Goi

Puntuación:6

Canciones:

  1. Elite
  2. Through The Looking Glass
  3. Rogue World Asylum
  4. Rise
  5. I Know The Reaper
  6. Hate
  7. Ghost (Beneath The Surface)
  8. Seventeen
  9. Ronin
  10. Oki Kumas
  11. Adventure
  12. Reanimator

Año:2006