No deja de ser extraño el contexto en el que se gestó el cuarto álbum de la célebre banda teutona. Tras el sucesivo éxito de los dos primeros “Keeper Of The Seven Keys”, el grupo se había convertido en una de las bandas europeas de más éxito y se les auguraba un futuro prometedor. A fin de cuentas, pocas veces se dan una concentración de favores que predispongan al éxito como en el caso de este grupo germano : eran carismáticos, accesibles, tenían talento y su sonido e imagen hacia posible que se congratulasen tanto con los oyentes ocasiones de las radio fórmulas como con los devotos más estrictos del género. Su reinvención del speed metal melódico les convirtió en uno de los grupos más laureados de la época, poniendo sobre ellos una presión añadida a la hora de concebir un digno sucesor de díptico que los encumbró a la fama.

Los primeros pasos enfocados al relevo de sus dos discos más significativos pronto comenzaron encontrar obstáculos en su camino desde el principio, debido a la repentina marcha de uno de los estandartes de la formación, Kai Hansen, en plena gira internacional del segundo Keeper. Las circunstancias en las que el pequeño guitarrista alemán decidió abandonar la nave siempre se han movido por aguas procelosas y probablemente la verdad se esconda entre las teorías que lo atribuyen a la extenuación fruto de las agotadoras giras y por otro lado que se mostraba disconforme con el ambiente enrarecido que comenzaba a hacerse presente con demasiada facilidad entre los integrantes de la banda. Tras su exilio, del que nació Gamma Ray, Helloween encontró su competente sustituto en la figura de Roland Grapow, que si bien no tenia el carisma de Hansen y su contundencia y energía compositiva, a la sazón se revelaría como un sucesor más que competente y que supo aportar una visión nueva al sonido de la banda.

Sin embargo, rellenar el hueco de uno de los progenitores del grupo no fue la única de las titánicas tareas que Helloween tuvo que afrontar. El contrato con Emi, uno de los gigantes del oligopolio discográfico, era un augurio de un futuro en el que la banda lograba expandirse definitivamente en los mercados anglosajones con una plataforma poderosa en lo que a promoción se refiere. Pero en su camino se interpuso la antigua casa que acogió a la banda durante sus trabajos anteriores, dando el pistoletazo de salida para una frustrante retahíla de pleitos que prorrogaron la venta del disco y que les vetaba de algunos de los principales públicos que ansiaban conquistar. Este retraso les sumió en el limbo mediático en un momento crucial para cualquier banda de la época como fue el final de los 80 y principios de los 90, en plena decadencia del género y efervescente apogeo del grunge propiciando una escena musical internacional poco propicia para el espíritu feliz y alegre de los simpáticos teutones.

A esto cabe unirle la peculiar naturaleza con la que fue concebido este disco. Tras la el abandono de la banda por parte de Hansen, se iba con él una figura capaz de aglutinar los egos que más tarde acabarían por hacer mella en la estabilidad del grupo. Es obvio que tras la marcha del guitarrista en alguien debía recaer el liderazgo y era inevitable que este lo hiciese sobre el tractivo frontman. Aliado con el fichaje por una multinacional como Emi y la consecuente ambición de abarcar un público más amplio, este contexto derivo hacia un sonido más accesible. Esto no connotaba que la banda se hubiese decantado por la comercialidad , sino que rebajaron la agresividad y velocidad de su antigua propuesta, dejando de lado su épico speed metal melódico a favor de unas composiciones de corte más clásico, a medio camino entre el Hard Rock y el Heavy Metal más genuinamente arraigados en la deuda de los 80. Gran parte de la motivación radicaba también en su propia ambición como músicos, deseando desvincularse de sus anteriores trabajos y demostrar que podían abarcar unos registros musicales más amplios. Una decisión loable, pero tardía, en un momento en el que su propuesta se veía obsoleta a ojos de la crítica internacional. Que la mayoría de composiciones fuesen aun más alegres y desenfadas de lo que habían sido los “Keeper”, con momentos de humor que rayaban el surrealismo, no les ayudo a labrarse un prestigio crítico previo en esta etapa del rock en el que los constantes lamentos sobre las desgracias que acarreaba la vida se habían convertido en la tónica dominante. Para rematar la faena, lo que a priori se asumía como una decisión acertada, la contratación Chris Tsangarides como productor (“Thunder & Lightining” y “Painkiller”), se saldó con un fuerte conflicto con los miembros de la banda, que desde el primer momento se mostraron disconformes con el trabajo del británico y que incluso les empujó a negarse a pronunciar palabras elogiosos sobre el disco durante la pertinente gira. No lo sentían como un trabajo propio al considerar que la labor a los cuadros de Tsangarides había dado al traste con la idea previa que ellos tenían, y justo es decir que es patente que la pésima producción resta muchos enteros a unas composiciones que una vez analizados se muestran como muy acertadas y que necesitan más de una escucha para sacar a relucir sus bondades.

Analizando fríamente los temas que componen este trabajo, las intenciones de los músicos quedan bien claras gracias a la extravagante intro, donde es patente su vocación por un surrealismo y un sentido del humor desopilante, quizás como nunca lo haya practicado una banda siempre caracterizada por su desenfadada propuesta. La primera pista propiamente dicha es el principal single, “Kids Of The Century” y no puede negarse que se revela como una decisión acertada. Más fácil de clasificar dentro del hard’n’heavy ochentero, es pegadizo y melódico, pero sin por ello renunciar a una pegada más que notable gracias a unos riffs y un soberbio solo que podrían haber aportado unos matices superiores si la producción no diese al traste con parte de su su contundencia. Kiske no olvida sus clásicos falsetes, pero opta por un registro más clásico, haciéndolo más idóneo para las radio fórmulas. A destacar la más que notable letra de la canción, con una fuerte carga irónico y especialmente el videoclip filmado para la ocasión, probablemente el más elaborado de la banda y en el que se hace fuerte una fantasía desbordante. “Back On The Streest”, en cambio, parece dedicada a sus fans más genuinamente metálicos. Logrando rellenar la cuota de agresividad gracias a su afilado sonido, que se revela deudor de los Judas Priest más tópicos de los 80, aunque el vocalista logra amortiguar su radical propuesta gracias aun registro más melódico de lo que acostumbra un tema de estas características.

“Number One” es uno de los momentos melódicos del track list. Agradable, con algún que otro momento incluso emotivo, resultando notables los matices de rock clásico que Kiske aporta con su voz. Nada más lejos de “Heavy Metal Hamsters” , una de las canciones más polémicas de la banda debido a los surrealista de su nombre pero que en el fondo esconde una acerada crítica a la industria discográfica sin menoscabo de su calidad musical, lograda gracias a sus obvias influencias clásicas. Su sucesora, “Going Home”, resulta agradable y épica, aparte de contener unos loables arreglos que sube mucho la media de la mediocre producción. “Some One is Criying” debe interpretarse como un guiño a los fans de Helloween más genuinos, siendo sus bastiones un doble bombo atronador y un trabajo de guitarras velocísimo. Un excelente preludio a uno de los momentos álgidos del discos : “Mankind”. Épica, emotiva, con tintes progresivos y cuidados arreglos, es un ejemplo de que la capacidad compositiva de la banda iba mucho más lejos de los consabidos tópicos. Un misterio el porque nunca la han recuperado en directo, pues dista mucho de ser una composición de la que avergonzarse. “I’m Doin’ Fine Crazy Man” completa la cuota de humor, siendo un tema rockero y denso muy poco propio de la banda y que transmite sensaciones de cara b a la que se la ha dado una oportunidad. Muy distinto es el caso de de “The Chance”, el único tema del disco que permaneció en el set list tras el relevo de Kiske por Deris. No es muy difícil averiguar el porqué, debido a su naturaleza netamente ochentera, siendo un tema sencillo pero extremadamente pegadizo que los hace idóneo para interactuar con el público. Un gran preludio a “Your Turn”, un broche de oro gracias a su condición de balada de blues rock,que si bien resulta discordante con el conjunto, la emotividad que desprende logra copar con facilidad la atención del oyente.

El resto es una historia por todos conocida : continuos choques de egos entre Weikath y Kiske, estrepitoso fracaso de público y crítica con “Chamaleon” que se salda con la salida del vocalista, suicidio de Ingo Schwichtenberg y refundación de la banda con Deris y Kusch. Por el camino queda un álbum que a pesa de su calidad no pudo elegir peor momento para ver a luz, especialmente porque la historia lo ha arrinconado entre la majestuosidad del segundo “Keeper” y la polémica de “Chameleon”. Sin embargo, no estaría de más darle una oportunidad tras su reciente reedición con temas extras y descubrir una de las facetas más desconocidas de la banda alemana.

José Antonio Martín Pablos

Grupo:Helloween

Discográfica:Emi

Puntuación:7

Canciones:

  1. Pink Bubbles Go Ape
  2. Kids Of The Century
  3. Back On The Streets
  4. Number One
  5. Heavy Metal Hamsters
  6. Goin�
  7. Home
  8. Someone�
  9. s Crying
  10. Mankind
  11. I�
  12. m Doin�
  13. Fine Crazy Man
  14. The Chance
  15. Your Turn

Año:1991