Nickelback: No Fixed Address

Nickelback no pasarán a la historia por este disco a pesar de que hay buenos momentos, algún que otro nuevo himno y que en el tema técnico todo es impecable. Pero si algo han conseguido Nickelback con esta obra es dar gasolina y mecha a sus “antipatizantes”.

A pesar de que no soy un gran fan de estos canadienses soy de los muchos que les aplauden su irrupción en los 90, tomando el testigo del grunge y tratando de avanzar hacia algún lado, siempre con el rock como punto de partida. Quizá me parece algo exagerado su número de discos platinos, pero hay que contar con un componente que siempre han sabido explotar: su comercialidad. Temas radiables, pegadizos, con esa aura melancólica que les conecta con el Seattle de la época dorada. Evidentemente la legión de detractores es numerosa y beligerante y tras “No Fixed Address” créanme que el ejército anti-Nickelback no dejará de crecer. Si antes ya eran comerciales aquí hay una apuesta total para seguir en lo alto del mainstream grabando cortes que nada tienen que ver con lo que se le supone a un grupo de rock. Eso sí, también hay buenos momentos.

La producción técnica es absolutamente maravillosa. Retazos futuristas, voces distorsionadas, estribillos pensados al milímetro y virguerías en los coros. De hecho el inicio con “Million Miles an Hour” es perfecto, rockero y directo, todo un nuevo himno. Hasta el single “Edge of a Revolution” es ideal para el directo de gran estadio. Un groove genial, algo maquinal, pero que casa de maravilla con ese estribillo hímnico rompe-charts. Está claro que toda banda tiene que evolucionar y aquí hay una de las grandes sorpresas –positivas- del disco: “She Keeps Me Up”. ¿Nickelback jugando al funk a lo Extreme? Pues sí, y saliendo airosos, aunque… por mucho que cante Chad Kroeger, no suena a Nickelback. Parte de la culpa la tiene la inclusión de voces femeninas por parte de Ali Tamposi. Pero luego hay un festival de temas ajenos más propios de Imagine Dragons o grupos poppies de moda a los que se acercan sin rubor alguno. “What Are You Waiting for” es el primer aviso, en una composición en la que sólo el estribillo se acerca a la orilla de la banda y que hará salir sarpullidos a más de uno. Continua estando presente la tecnología en “Make Me Believe Again”, pero esta vez con buenas vibraciones bañadas en tristeza.

“Satellite” es la balada-medi tiempo del disco, bastante inspirada pero lejos de sus grandes clásicos lentos. Aura optimista y tratamiento muy popero. Vuelven las guitarras en “Get ‘Em Up”, muy rockera, de lo más agresivo y contundente del disco y hecha por y para el directo. Gran trabajo de guitarras pero sobretodo de batería y bajo. Como suele pasar en la mayoría de discos el tramo final baja un poco el listón y cortes como “Got Me Runnin’ Round” son absolutamente prescindibles si lo que amas es el rock. Vientos incluidos, participación por parte de una tal Flo Rida y otro experimento que no creo que llegue a los rockeros de pro. “Sister Sin” cierra la obra con baterías sampleadas aunque con un buen estribillo, pero poco más. De todos los experimentos quizá “Miss You” sea la más lograda, aunque también la más netamente popera. Buen trabajo de melodías rebosando positividad, algo que nunca estuvo en los planos iniciales de Nickelback.

Evidentemente este disco va a vender y a triunfar como todas sus obras, pero cuidado, el hecho de intentar abarcar a públicos mayoritarios no siempre funciona pues uno puede ir perdiendo todo lo ganado hasta ahora. Pronto vienen Nickelback a nuestras tierras y vamos a tener que desembolsar casi 70 euros. Así que nos miraremos bien los setlists, pues si van a tocar ciertos cortes de esta obra, posiblemente habrá bastantes fans que van a optar por otros conciertos. “No Fixed Address” no es “Dark Horse”, ni “Silver Side Up” ni “All the Right Reasons”. Nickelback no pasarán a la historia por este disco a pesar de que hay buenos momentos, algún que otro nuevo himno y que en el tema técnico todo es impecable. Pero si algo han conseguido Nickelback con esta obra es dar gasolina y mecha a sus “antipatizantes”.