Alguien debería decirles a toda esta panda de trvs nórdicos que no es buena idea sacar discos de black en pleno verano. Imagino que en los países más septentrionales la situación será distinta, pero en cualquier pueblo de la costa mediterránea, con 40 grados a la sombra, lo que te apetece es algo fresquito, no sé, un gaspachito o una orchatita. No el disco de black metal más brutal del año: título que debemos otorgar al nuevo “Viktoria” de Marduk.

Apareciendo con el catorceavo disco bajo el brazo, del que ya nos presentaron un tema hace poco, los suecos vuelven a establecer su reinado a la cima del subgénero más oscuro del metal. Aunque,a principios de los 90, Hakansson y los suyos empezaron a sembrar el caos (literalmente: su objetivo era crear “la banda más blasfema del mundo”) a través del death metal, no tardaron en virar hacia el black más execrador que la industria contemporánea ha tenido el placer de escuchar. Autoritarismo, nazismo, xenofobia, antisemitismo, anti-religión, la naturaleza oscura del ser humano,… cualquier trabajo de Marduk es un festival de ideas radicales que, tras su lanzamiento, ha hecho correr ríos de tinta, rumores y acusaciones.

Maldad hecha vibraciones

No exento de polémica, este “Viktoria” (Marduk) sigue la estela de sus predecesores: un trabajo espeluznante, tétrico y pérfido del que muchos preferirán pasar de largo. Los suecos no han sido nunca una banda apta para todos los oídos: sus desgarros vocales, atmósfera perversa y aberrante predilección por los versos violentos les han ganado, válgame la ironía, un buen número de enemigos, incluyendo, como es lógico, asociaciones antifascistas que promovieron la cancelación de un concierto en California el año pasado.

A lo largo de los nueve temas de ‘Viktoria’, cuyas longitudes oscilan entre los dos minutos y los cuatro minutos y medio, Marduk suena a pura maldad. Todo el álbum desprende vicio y agresividad pero, a la vez, es sorprendente cuan claro se oye todo, desde la definición de las guitarras, a la omnipresencia no-asfixiante de la voz. Seguramente, el hecho de poder escuchar a la oscuridad con tanta nitidez, de poder mirar a la bestia de frente y observar lo más profundo de su ser, no hace si no provocar una sensación aún más turbia y opresiva.

El trabajo empieza con el brevísimo single de corte punk “Werwolf”, que no escatima en atrocidad y atmósfera (amenazantes sirenas antiaéreas incluidas) para ilustrar la historia de los insurgentes alemanes de la Segunda Guerra Mundial. Daniel “Mortuus” Rostén (voz) se presenta como maestro de ceremonias en medio del caos, proficiente tanto en sus disparos vocales más rápidos como en sus largos aullidos enronquecidos. En “June 44”, que pone el desembarco de Normandia bajo una nueva (y argumentable) luz, las líneas vocales se juntan a unos machacones y veloces riffs a manos de Morgan “Evil” Steinmeyer Hakansson (guitarra) y Magnus “Devo” Andersson (bajo).

Cinco temas regios

Aunque al inicio la mayoría de las canciones se construyen sobre la base constante y cuadrada típica del black (ejecutada a la perfección por un inspiradísimo y sólido Fredrik Widigs a la batería), a medida que nos adentramos en el disco y los temas se van alargando, las composiciones también se vuelven más complejas e inspiradas.

El zenit lo alcanza “Narva”, donde toda la banda se aúna para narrar la destrucción de la ciudad estonia homónima en un viaje sonoro creativo, moldeado y, hasta cierto punto, incluso exótico. Marduk demuestra una inteligencia y madurez compositiva increíble al presentar este tema que no deja de evolucionar ni de sorprender en ningún momento de su reproducción. Mención especial merece la caída de las bombas en un par de momentos: se hace el silencio y, automáticamente, se te pone la piel de gallina.

Se podría decir que “Narva” marca una especie de punto de inflexión en la obra. A partir de su ecuador, ‘Viktoria’ viste el black descarnado de lúcidas contra-harmonías y crescendos dramáticos (“The Last Fallen”), digitaciones virtuosas y sorprendentes juegos rítmicos (“Viktoria”), y sugerentes pasajes e inesperados coitus interruptus (“The Devil’s Song”).

El punto álgido del trabajo se encuentra en el último tema, “Silent night”, que ralentiza la vorágine adrenalínica de la que llega el oyente para regalarle una conclusión íntima, agónica y profunda, donde las voces dialogan en aullidos entre ellas y con la oscuridad regia, fantasmagórica y etérea, del resto de instrumentos. Así, mientras el último acorde languidece en los oídos, ‘Viktoria’ de Marduk se cierra constituyéndose como un álbum que va de menos a más, mucho más.

Un apunte necesario

Tal como comentábamos al principio de la crónica, es imposible mencionar a Marduk sin sacar a relucir sus polémicas. Hoy en día se habla mucho de separar la ideología del artista de su obra, pero en el caso de Marduk, esta distinción resulta difícil: por el contenido de la respuestas de sus integrantes en entrevistas o, directamente, por sus propias acciones, no es fácil argumentar que los suecos utilicen este imaginario controvertido simplemente por un valor de espectáculo shock como tanto otros artistas del mundillo han hecho antes que ellos.

Entre los growls y el idioma es fácil acomodarse en el hecho de que, a veces, resulta difícil discernir qué contienen realmente sus letras, pero sería auto-engañarse voluntariamente escoger ignorar a qué tipo de ideología se le está dando soporte. ¿Es lícito pensar que es “una pena” que un artista dedique su talento a esparcir ideas poco éticas? Se trata de un debate de difícil respuesta pero que, sin embargo, creo que era necesario puntualizar con tal de seguir con las conclusiones de la crónica.

‘Viktoria’ se merece un muy afianzado excelente

Dejando de lado los puntos del párrafo pasado, y centrándonos pura y únicamente en la música, estamos frente un trabajo que es fiel reflejo de la evolución de la que ha disfrutado la banda hasta la fecha y que la sitúa, ahora ya sí, lejos de esas grabaciones esotéricas de mitades de los 2000. Aunque ‘Viktoria’ toma como punto de partida los sonidos conseguidos en el anterior ‘Frontschwein’ (2015), las composiciones se escriben de forma distinta, más madura y evolucionada, permitiéndose dinámicas mucho más groovish.

La primera parte del disco, aunque menos inspirada, no se percibe carca ni repetitiva: al contrario, da un buen repaso a las características esenciales del género, permitiendo que todo buen fan del black metal de la vieja escuela pueda apreciarlo. Pero, definitivamente, son los pequeños fragmentos de experimentación que moran en la segunda mitad de la obra que, personalmente, creo que elevan el disco del mero notable a un excelente afianzado: especialmente porque, aunque aventureros, no distraen de ese sonido clásico, demostrando que los suecos, igual que sus compadres noruegos Taake, son muy conscientes de dónde vienen, a dónde van, y en quién se quieren convertir por el camino.

Grupo:Marduk

Discográfica:Century Media Records

Puntuación:9

Canciones:

  1. Werwolf
  2. June 44
  3. Equestrian Bloodlust
  4. Tiger I
  5. Narva
  6. The Last Fallen

Año:2018-06-22

Votación de los lectores:5