Jethro Tull: Live in Iceland

Anderson sigue exprimiendo el legado de los Jethro Tull aunque tiene todo el derecho a hacerlo. A todos nos gustaría que volviesen los músicos clásicos con él, pero complicado va a estar. Música atemporal grabada en uno de los rincones del planeta más cercanos a lo que se supone que debe ser el Edén.

Puede que no haya ningún sitio más perfecto para la música de Ian Anderson que Islandia. Suele tocar bastante por esas gélidas latitudes, especialmente en el precioso Harpa en Reikiavik, dónde precisamente se ha grabado este disco doble en directo. Anderson combina aquí el mítico “Thick as a Brick” de los Tull con su segunda parte, más reciente, pero también bastante inspirada, y a pesar de que es Ian Anderson en solitario, incluye el nombre de Jethro Tull en todo lo alto de la portada. Para muchos la banda que suele llevar en directo no cumple las expectativas, pero para nada vais a notar algún bajón. Suena todo de maravilla ante una audiencia respetuosa y poco protagonista. Obviamente el DVD tiene que ser bastante más impresionante que este doble disco en directo.

La primera parte es lo más interesante ya que viene conformada or el “Thick as a Brick”. Esa mítica obra que sucedió al “Aqualung” y que era una burla hacia todos aquellos críticos que calificaban al “Aqualung” de obra conceptual. Para caldo, dos tazas: “Thick as a Brick” era una especie de broma con un solo tema de 40 minutos basado en un supuesto poema de un niño de ocho años. La otra broma era el título: “Thick as a Brick” es una antigua expresión que a día de hoy vendría a ser “lleno de mierda”. Folk de bellísima factura y estructuras cambiantes con la omnipresente flauta de Anderson y su voz que en muchas ocasiones narra más que canta. Sorprende que la violinista Anna Phoebe tocara en esa gira de 2012 el violín desde su habitación en casa, y hay una conexión vía Skype con ella. Otro momento divertido es cuando Ian invita a subir al escenario a un tal Günar, asistente al concierto para hablar sobre el cáncer de próstata. Otro gran acierto fue el contar con Ryan O’Donnell de corista, mimo, actor y bailarín. Apoya a Anderson en los agudos más complicados. Incluyen el solo de batería, gentileza de Scott Hammond.

La segunda parte no llega al sentimiento ni misticismo de la anterior aunque el flautista intentó componer un disco similar y continuador de esa maravilla de 1972. 17 temas conectados pero que suenan a único tema manteniendo el espíritu original. Momentos de brillantez compositiva como “Old School Song”, con irrupciones de la mítica flauta travesera. Dueto de voces en “Power and Spirit” y momentos teatrales como en “Shunt and Shuffle” dan mucho colorido al disco. El acordeón va apareciendo en cuentagotas, siempre de apoyo, repuntando todos los ejercicios netamente folk. Finalizan con la presentación de la banda después de “What Ifs-Maybes and Might-Have-Beens”.

Anderson sigue exprimiendo el legado de los Jethro Tull aunque tiene todo el derecho a hacerlo. A todos nos gustaría que volviesen los músicos clásicos con él, pero complicado va a estar. Música atemporal grabada en uno de los rincones del planeta más cercanos a lo que se supone que debe ser el Edén. Las fotos del cementerio con la iglesia de Budir son impresionantes. Es una lástima que no nos hayan proporcionado el DVD de este concierto pues es evidente que sólo con el audio nos perdemos muchísimas cosas. Belleza, ritmos progresivos cambiantes y juegos de melodías tristes y festivas. Guste o no, Jethro Tull son una de las bandas clásicas más importantes de la historia, y es un placer que Ian Anderson siga recreando en los escenarios estos pedazos de la historia del rock.