David Gilmour: Live At Pompeii 2016

Cuando David Gilmour decide grabar un disco en directo en Pompeya, el simbolismo Floyd es más que evidente. En Julio de 2016, el guitarrista y vocalista del extinto emblema musical británico decidió realizar dos conciertos en el anfiteatro de la antigua ciudad romana desaparecida bajo el magma volcánico.

Cuando David Gilmour decide grabar un disco en directo en Pompeya, el simbolismo Floyd es más que evidente. En Julio de 2016, el guitarrista y vocalista del extinto emblema musical británico decidió realizar dos conciertos en el anfiteatro de la antigua ciudad romana desaparecida bajo el magma volcánico. Dos conciertos que servían de eco lejano en el tiempo a aquella mítica grabación de Pink Floyd en un anfiteatro vacío en la misma ciudad realizada en 1971 a modo de experimento artístico. Las imagenes de Roger Waters golpeando un gong bajo un infernal sol o de un jovencísimo y drogadísimo Nick Mason aporreando su batería en “One of these Days” quedaron en el recuerdo colectivo. Ahora, con “Live at Pompeii”, Gilmour cierra el círculo y vuelve al mismo lugar que le vio en sus inicios. 45 años después, con muchas más canciones bajo el brazo, sin melena, la voz más rasgada pero con el feeling intacto como guitarrista.

Este directo ofrece una muestra precisa del setlist que Gilmour paseó por todo el mundo en la gira de su último disco de estudio, “Rattle That Lock”. Un set que incluye una primera parte en la que mezcla canciones nuevas con clásicos de Pink Floyd y una segunda parte en la que se dedica casi exclusivamente a repasar el catálogo de su antigua banda. Así pues, como ya sucedió en el anterior directo “Live in Gdansk”, los nuevos temas tienen especial peso en la selección. De hecho, el disco contiene un total de seis selecciones del disco más reciente, lo que demuestra que Gilmour sigue creyendo en lo que compone hoy en día, toda una anomalía entre los artistas considerados “clásicos”. Así pues, el concierto lo inicia con la relajante “5 AM” seguida de la animada “Rattle That Lock” (con su melodía extraída de la megafonía del aeropuerto Charles de Gaulle de París) y la melancólica “Faces of Stone”, que tiene cierto deje a “High Hopes”. A partir de ahí, salvo unas pocas canciones intercaladas de la nueva obra y un par de selecciones de la anterior (“The Blue” y “On an Island” del disco del mismo título) el protagonismo es para las canciones de Pink Floyd. Un setlist que está muy bien curado, con hits y caramelos a partes iguales. Ahí está “One of These Days” esparciendo maldad, la recuperada “Sorrow” con un solo tan espectacular que es imposible expresarlo aquí con palabras, un “Fat Old Sun” que nos acerca a los Pink Floyd pre-“Dark Side of the Moon” y, curiosamente, hasta tres selecciones de “The Division Bell”: “What Do You Want From Me”, “High Hopes” y “Coming Back To Life”.

Es curioso, de todos modos, que Gilmour se olvide por completo de sus anteriores dos discos en solitario, el homónimo de 1978 y “About Face” de 1984. Especialmente “About Face” contenía algunas grandes canciones como “All Lovers Are Deranged” o “Murder”, aunque probablemente su producción y tics ochenteros hacen que Gilmour lo vea como algo caduco.

El sonido, como siempre, es excelente. Un disco en directo repleto de matices y donde Gilmour se rodea de grandes músicos como Chuck Leavell o Guy Pratt, además de una sección de coros que aumenta ostensiblemente algunas canciones (véase el solo de teclados de “Run Like Hell”). Para disfrutar tranquilamente y sin prisas, saboreando cada solo, cada clásico y cada nuevo tema.