Tako: Las Campanas de la Vergüenza

La experiencia es un grado, dicen, y TAKO tienen más grados que un termómetro. Los maños han hecho de su manera de entender el rock una verdadera institución que se extiende a lo largo de cuatro décadas ya, habiendo comenzado su andadura en 1984. La cuestión es que en el 2012 están igual o más potentes que cuando comenzaron y para demostrarlo han editado el que se podría considerar uno de los discos de rock nacional del año. “Las Campanas de la Vergüenza” lleva a TAKO hacia un giro americano en su sonido, como le ha sucedido a otras bandas de rock autóctono, como el caso de BARRICADA o DIKERS. La influencia de bandas como NICKELBACK o HINDER, junto con sus estilos y valores de producción, ha servido para dar un barniz mucho más actual –que no innecesariamente moderno- a la realidad del grupo zaragozano.

Recuerdo cuando, hace ocho años, TAKO telonearon a MOTLEY CRUE en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza en plena gira de reunión. Los que no eran de Zaragoza no entendían que hacía una banda llamada TAKO teloneando a la banda de hard rock más famosa de América en los años 80. Creo que tan solo si eres de Aragón puedes entender la dimensión de TAKO en aquella región, donde tocan para miles de personas en el Pilar y donde son venerados como una verdadera leyenda propia, del mismo modo que OBUS lo pueden ser en Madrid o SOZIEDAD ALKOHOLIKA y SU TA GAR en Euskadi.

En “Las Campanas de la Vergüenza”, el grupo sigue apostando por su rock con guiños a AC/DC, ritmos metronómicamente perfectos y entrega vocal entre lo melódico y lo descarnado. “El Alma Atada” es un ejemplo de este caso, pero no es lo único que encontramos en el trabajo. “Princesa Acurrucada” tira por derroteros más cercanos al rock urbano de toda la vida, mientras que el tema título va por derroteros más cercanos al boogie setentero de unos AEROSMITH en las guitarras. El punto diferencial está siempre en el trato diferencial que se ha dado a la mezcla de guitarra, bajo y baterías. La ecualización es muy equilibrada, muy al estilo de lo que Mutt Lange hacía con AC/DC en 1979-1980, donde las guitarras son lo suficientemente violentas y presentes sin que eso distraiga de los dibujos de bajo de Fernando Mainer o del brillo de los platos de Teto Viejo. El resultado final es un rock apto para todos los públicos, que lo mismo podría electrificar a un público numeroso en un festival que protagonizar un anuncio de Pepsi sin despeinarse mucho.