Firebird: Hot Wings

Hubo un tiempo en el que Bill Steer fue partícipe de la creación de lo que muchos consideran el gring/gore metal, es decir, con nombre y apellidos hablamos como máximos representantes de CASCASS, banda de la que Steer fue fundador junto a Jeff Walter y Ken Owen, y de NAPALM DEATH, siendo miembro de una de las formaciones más clásicas junto a  Lee Dorrian y Mick Harris. Pero hubo otro tiempo, mucho más atrás aún, siendo todavía un crío Steer, en el que decidió coger la guitarra e iniciarse en este mundo debido a la admiración que sentía por el gran Jimi Hendrix. Por eso, era incluso comprensible, que algún día volviera a recorrer el camino que inició en su adolescencia, aunque no fueron pocos los seguidores de los de Liverpool los que se echaron las manos a la cabeza cuando creó FIREBIRD y debutó con su disco homónimo, un trabajo que no se parecía en nada a la locura musical que había estado ejerciendo en sus anteriores grupos. Se cerraba por tanto el círculo. 

Paso a paso, Bill Steer ha tenido a FIREBIRD como respaldo de su aprendizaje en el mundo del blues/rock, ese que ha mamado de la mano de Rory Gallagher, Johnny Winter, Humble Pie, y por supuesto, entre otros, Jimi Hendrix, y ni que decir tiene que con este “Hot Wings”, el cuarto ya en su haber, sigue rindiendo pleitesía a sus grandes maestros con una calidad superior en relación a sus anteriores trabajos. A diferencia de éstos, Bill Steer ya no canta con una voz corrosiva a medio gas, en cambio, sus líneas vocales se declinan por ser un acompañante más del resto de instrumentos, donde al mismo compás imparten una lección de sentimientos hecha música. Solos expresivos, hirientes en ocasiones, baterías de golpeo dúctil y con sabor añejo (regresa la oveja descarriada Ludwig Witt), armónicas, groove y bottleneck slide, son algunos de los recursos que el trío ponen de manifiesto para configurar diez temas en los que la expresividad está por encima de todas las cosas. Ritmos dinámicos y ritmos pausados se encuentran en el mismo bando, y se entrelazan con naturalidad logrando que todos los cortes habiten en un ambiente estable. Ninguno destaca, pero tampoco ninguno esta de más.  

Esto es rock orlado con blues, simple, llano, pero hecho desde el corazón. El mismo que Bill Steer destrozaba y diseccionaba al nivel de una clase de cirugía en el pasado. Ahora lo usa como motor de arranque de sus sentimientos e inquietudes. Sus válvulas le inyectan la sangre y la fuerza necesaria para sacar adelante un muestrario de canciones hechas con verdadero talento.