Feed the Machine

Si eres de los que se puso las manos en la cabeza con “No Fixed Address” la nueva obra de Nickelback va a alegrarte el día pues vuelven a lo que siempre se les ha dado de maravilla: el rock suave y comercial con dejes al pot grunge y una cierta aura melancólica; si bien esta vez hay mucha energía positiva, mucho estribillo pegadizo y sí, algún que otro coqueteo con sintetizadores heredado del pasado álbum…

Si eres de los que se puso las manos en la cabeza con “No Fixed Address” la nueva obra de Nickelback va a alegrarte el día pues vuelven a lo que siempre se les ha dado de maravilla: el rock suave y comercial con dejes al pot grunge y una cierta aura melancólica; si bien esta vez hay mucha energía positiva, mucho estribillo pegadizo y sí, algún que otro coqueteo con sintetizadores heredado del pasado álbum… Pero para nada caen en lo perpetrado en “No Fixed Address”. Así pues las aguas vuelven a su cauce en un disco brillante si es que eres fan de los canadienses. Pulcritud de sonido, mucho y buen trabajo compositivo demostrando que, en su estilo, son imbatibles. Esta vez el grupo muestra su cara más crítica y comprometida con los tiempos que corren y eso les permite jugar con teclados, loops y cierta sensación moderna que todo lo impregna.

El disco se abre a las mil maravillas con la contundente “Feed the Machine”, con un riff trabajado y atractivo y la siempre efectiva voz de Chad Kroeger aderezada con voces dobladas y un estribillo inmaculado y pegadizo. Hay una aura tecnológica y futurista que le sienta de maravilla al disco, con tintes industriales de fondo aunque para nada protagonistas, capaces de embellecer a las composiciones. Sigue la misma tónica “Coin for the Ferryman”, de potente base rítmica y gran línea vocal. Impresionante sonido en la parte instrumental especialmente en la batería de Daniel Adair. Temas encarados al single descaradamente aunque innegablemente efectivos, apenas sobrepasando los cuatro minutos. El medio tiempo evocador lo pone la delicada “Song on Fire”, de teclado protagonista y candidata a nuevo clásico, aunque destinada más a un público generalista que al rockero de a pie. Personalmente “Silent Majority” es el tema que más me ha calado. Deliciosamente comercial, pero toda una bomba melódica que te muestra cual es el estado de Nickelback a día de hoy. “Must Be Nice” se abre con el bajo de Mike Kroeger y tira de voces distorsionadas (una constante en el disco) mientras que “After the Rain” encierra una línea reggae

popera tapada por efectos tecnológicos. De lo más pasable y descaradamente comercial de la presente obra. “For the River” es de lo más enérgico y rockero y trae un solo –excelente- por parte de Nunno Bettencourt (Extreme). Adornada con coros distorsionados funciona aunque peca de predecible. “Home” recupera un poco la sonoridad de su etapa más exitosa, medio tiempo trabajado de estribillo infalible pero ya muy escuchado. Hay dos actos en “Betrayal”. La segunda cierra la obra de forma instrumental y la primera (“Act III”) tira de batería con reverb y estribillo cercano a Linkin Park. “Every Time We’re Togehter” denota que el tramo final del disco baja enteros tirando de pop descarado, enmascarado por afinaciones bajas y las capas de teclados modernos.

Disco que vuelve un poco a la etapa post “Silver Side Up”, más rockero pero manteniendo la comercialidad y dotando a la obra de una aura tecnológica original pero muy presente en todos y cada uno de los temas. Hay singles potenciales y el nivel compositivo es alto aunque sí que se hace previsible pese a funcionar. Mejora en mucho a su anterior obra y es un placer a la escucha siempre que te guste el estilo practicado por esta banda multi-platino que no se esconde a la hora de tirar de su fórmula ganadora. Tienen tantos fans como detractores pero un servidor quiere emitir sentencia una vez los vea en directo. Fue una lástima que se suspendiera su anterior gira por los problemas de salud de Chad. De todas formas prefiero verles presentando este disco que “No Fixed Address”.