El Páramo: El Páramo (2)

Sin título. Así se titula, una vez más, el nuevo álbum de El Páramo, un extraordinario conjunto madrileño dispuesto a hacer las delicias de sus oyentes, a los que ya se les da la primera advertencia con esa afirmación inicial: lo que vas a experimentar no precisa de nombre. Simplemente hay que dejarse llevar y disfrutar de los paisajes sonoros que estos cuatro caballeros están dispuestos a mostrarnos. Su regreso, tras seis años de espera entre el álbum debut y esta segunda obra, es uno de los eventos musicales más destacados en nuestra comunidad musical en lo que va de año, y es que los madrileños se han sacado de la manga un disco con el que podrían ser capaces de colocarse en lo más alto.

Pero empecemos por el principio, ¿cuál es la propuesta de la banda? Pues bien, el estilo de este conjunto se podría definir como un stoner instrumental fuertemente influenciado por el post-rock, y dando importancia a elementos vinculados al primer género mencionado, como la psicodelia o los tintes blueseros. En general, la propuesta de El Páramo es de lo más atractiva, porque consigue conjugar dos mundos distintos: la dureza de uno y la dulzura de otro. De hecho, la propia portada no podría describir mejor lo que nos vamos a encontrar dentro: la áspera realidad de unas secas montañas, cubiertas por coloridos ríos y fantásticas columnas de vapor.

A través de sinuosos valles recorremos el camino iniciado con «Turbina», un colosal tema de lento arranque que cuando estalla alrededor de los dos minutos es capaz de lanzarte un par de metros lejos de los altavoces. Si esto no es una exhibición de potencia, que baje Dios y lo vea. Con riffs machacones se abre la veda, y lo primero que destaca es la impoluta producción de la que goza este trabajo: el bajo está arriba de todo (como debe ser en un estilo como este), la batería es totalmente orgánica y natural, y las guitarras… cielos santo, esas guitarras. Darían de comer a familias enteras. La psicodelia pronto hace aparición en forma de místicos solos, donde se le saca un brillo especial a la ventaja de tener dos guitarristas en lugar de uno solo.

Siguiendo una curiosa estructura de «palíndromo en el minutaje» (esto es, la duración de las canciones es la misma de inicio a fin del álbum tanto al derecho como al revés), un total de siete canciones conforman esta reveladora travesía, pasando por momentos clave como los pasajes de ritmo galopante en «Don Pedro», las secciones más tranquilas de «Ad Bellum» con esa batería abundante en unas ghost notes celestiales, el interludio acústico totalmente western que supone «La Cruzada», la magia astral del desarrollo de «La Reina del Sol», los ritmos más animados en «Aspid» y el épico final de una «Llano Alto» que característicamente comienza demoledora para ir bajando de intensidad poco a poco. Como si el álbum fuese totalmente simétrico, pero apreciando lo maravillosos que son todos los pasos que nos guían por esta aventura circular. Estos seis años de espera han valido la pena, pero tenemos la esperanza de que para un tercer trabajo no haga falta tanto tiempo. Este álbum es simplemente… ¡Espléndido!