Llegó el momento decisivo. Después de la marcha de un miembro pilar de la banda, todo tipo de dudas se cernían sobre los fans del quinteto neoyorkino. ¿Cómo cubriría Mangini el lugar de Portnoy? ¿Qué rumbo tomaría el disco? Al final resultó que nos encontramos con un relativo regreso a las raíces de la agrupación (incluso muchos dijeron que el disco no era más que un frustrado intento de publicar un álbum con los mismos rasgos que «Images & Words»), un disco que no ofrecía nada nuevo pero que a la vez daba esperanza a unos seguidores que, tras las desilusiones que habían supuesto álbumes como «Systematic Chaos» y «Black Clouds & Silver Linings», veían cómo la banda era capaz de lanzar un álbum consistente, sin temas sobresalientes pero mucho más compacto, coherente y sólido que los anteriores (obviando «Build Me Up, Break Me Down», probablemente su peor canción y motivo de mofa entre muchos de sus fans). Pese a todo, seguían teniendo un as en la manga contra las críticas a su más reciente incorporación, un escudo temporal para aquellos que estuvieran descontentos con Mangini: no había participado en el proceso compositvo. En efecto, durante meses se comentó cómo las líneas de batería habían sido escritas directamente por John Petrucci y cómo Mike no hizo más que llegar al estudio y tocar lo que le dijeron. Y ahora, por si algún lector despistado no era conocedor de estos detalles, retomo aquello con lo que empecé esta reseña asegurándome de que todo el mundo entienda lo que quiero decir: este era el momento decisivo. El primer álbum con Mangini como un miembro más, con voz en el proceso creativo y no como un músico de sesión en funciones. El primer álbum de esta nueva etapa donde DREAM THEATER se presentaban, ahora sí, como banda completa otra vez.

¿Y cómo es el resultado? Decepcionantemente mediocre. El planteamiento de las canciones es preocupantemente desastroso. El disco tiene buenas ideas, pero la gran mayoría se echan a perder por culpa de un incomprensible ansia por cambiar constantemente de motivo sin razón lógica aparente. Un incesante de remolino de pasajes estupendos desaprovechados a la mínima y, a la vez, ideas mediocres poco elaboradas ganando protagonismo inexplicablemente. Parece que tengan prisa por algo, no se toman el tiempo necesario para ambientar debidamente y hacer que las canciones tengan una mínima fluidez creativa. La frustración ante esto se hace evidente cuando nos damos cuenta de que muchas partes de los temas de este disco podrían haber derivado en grandes canciones si hubieran tenido el espacio que necesitan y no se hubiesen visto comprimidas al máximo en este embrollo. Y todavía más irritante es ver qué llena muchas de las canciones del plástico. Me refiero al exceso de clichés: estribillos arquetípicos construidos ex professo para ser memorables y emotivos (fallando miserablemente), una instrumental absolutamente irrelevante donde apenas nada llama la atención… Este cúmulo de factores negativos arrastran este álbum a los lugares más bajos de la discografía de la agrupación, justo al lado de los últimos álbumes de la era Portnoy. Y eso, queridos amigos, es lo más molesto de todo. ¿Para eso ha pasado la banda por todo esto? ¿Para volver a sacar álbumes que parece muchos se nos presentan como anodinos, calificables con un simple y modesto «aceptable»? Desde luego, muchos pensábamos que el cambio de formación iba a hacer que la banda rejuveneciera creativamente, pero ver que después de cuatro años vuelven a encontrarse donde estaban antes de la marcha de Portnoy es un trago amargo, sin lugar a dudas.

El disco abre con «False Awakening Suite», una intro al puro estilo de aquella ya legendaria «Overture» de su aclamado «Six Degrees of Inner Turbulence», con unos toques épicos y enigmáticos que podrían augurar un gran inicio de disco, pero que se quedan en una bonita esperanza. «The Enemy Inside» es una de las canciones más consistentes y coherentes de todo el álbum, pero es verdaderamente desalentador pensar que esta canción sería un puro «filler» en otro disco. Pese a todo, es un tema decente, carne de single y que probablemente tenga un estupendo traslado al directo. Las expectativas suben con «The Looking Glass», personalmente una de mis canciones favoritas del álbum, dado que aquí recuperan unas influencias de RUSH que hacía décadas que no veíamos en ellos. De lo mejorcito del plástico: intro alegre, gran estribillo y una sección de solos que podría recordar perfectamente a la gloriosa «Trial of Tears». La canción sólo se ve manchada por el absurdo final: un abrupto corte que no viene a cuento y que deja al oyente con ganas de la auténtica resolución que merece este tema.

Pero como en todo el álbum, cuando estás escuchando algo que te encanta, la música no tarda en cambiar drásticamente de rumbo y hacer que te des de cabezazos contra el muro que tengas más a mano. «Enigma Machine» parece sacada de una jam cualquiera: ideas sin gancho, poco trabajadas, que sólo sirven como pretexto para una masturbación musical que aburre por no venir a cuento. Comparar esto con su última instrumental, «Stream of Consciousness», es poner en evidencia a la banda. Realmente no había necesidad de una nueva canción de este estilo, ya que suena bastante forzada y fuera de lugar. «The Bigger Picture» está hecha para ser un himno en directo, y aunque tiene un estribillo bastante logrado, se echa en falta que sepan aguantar un poco más sin distorsión. Cuando parece que te puedes relajar, llega Petrucci con su pastel de chocolate y te lo estampa en la cara. Así no hay manera de disfrutar de una balada. Bromas a parte, el bonito final a lo Surrounded 2.0 nos deja la miel en los labios una vez más, antes de apuñalarnos por la espalda con una trapera «Behind the Veil» que parece sacada de las demos más que descartadas de aquel «Train of Thought» y que se convierte en uno de los temas más prescindibles de toda su discografía.

Llegamos a la recta final del disco con una extraña «Surrender to Reason» donde una vez más demuestran que no pueden estarse quietos. Y si no me creéis, me gustaría ver la cara que ponéis la primera vez que la escuchéis y lleguéis al fragmento donde pasan de una bonita acústica a un perturbador riff con distorsión. Exacto, si hubiera una representación sonora de «montar un puzzle y usar tijeras para que encajen las piezas», sería esta. «Along for the Ride» es horriblemente desastrosa: estribillo pésimo, ambientación nula y un solo donde, además de poner en duda una vez más el gusto de Jordan Rudess con los sonidos de su teclado, vemos una versión algo desharrapada de lo que ya escuchamos en «Beneath the Surface» hace un par de años. Finalmente, aparece «Illumination Theory» para intentar rescatar el plástico. Todos teníamos ganas de escuchar una suite de 20 minutos después de un disco donde ninguna canción llegaba a los 15, y la verdad es que este tema cumple con las expectativas. Una gran composición que, al ocupar prácticamente un tercio de la duración total del álbum, salva la papeleta de gran parte de las canciones anteriores: gran comienzo, con una deliciosa parte central donde brilla la orquesta que lleva a una subida donde LaBrie por fin se suelta la melena para acabar sonando a algo parecido a Glenn Hughes y que, después de un buen rato de intenso debate instrumental (esta vez totalmente justificado y con sentido, no como en «Enigma Machine»), un épico final que pone el broche a un maravilloso final de disco.

No puedo finalizar esta reseña sin antes mencionar uno de los aspectos más indignantes de este lanzamiento: el sonido. Es imperdonable que gente con el presupuesto de DREAM THEATER publique algo que suene tan sucio. Si a esto le añadimos que las guitarras se comen a gran parte del resto de instrumentos y que la batería suena tremendamente digital (además de demasiado fuerte en la mezcla), tenemos el pack completo. Y hablando de batería, también es de presidio que alguien con el nivel de Mike Mangini grabe algo con tan poca personalidad. Da la sensación de que cada vez que tiene oportunidad de meter un fill interesante, se limita a hacer frases genéricas.

En conclusión, DREAM THEATER es un álbum cargado de constantes altibajos, del que seguramente para el recuerdo tan sólo se queden dos o tres canciones (pese a todo insisto en que «Illumination Theory» SÍ pone el nivel alto pero no compensa todo el resto). Espero que sepan darse cuenta de sus errores de estructuración y que vuelvan a ofrecer algo mucho mejor que esto. Porque son capaces. Y puede que no todos estemos dispuestos a ir escuchando disco tras disco conjuntos de canciones de dónde sólo rescatamos una parte. Si vale la pena o no es decisión personal de cada oyente, pero se hace difícil no pensar que, al menos con esta publicación, han dado un paso atrás. Y es que, pese a todo, si un álbum self-titled se supone que debe ser una inequívoca representación de lo que es una banda, este disco no merece el nombre que luce. Al final hay que darle la razón a Portnoy. Fue el primero en avisarnos de que DREAM THEATER necesitan un parón para respirar.

Esteban Portero ( esteban@themetalcircus.com )

Grupo:Dream Theater

Discográfica:Roadrunner Records

Puntuación:6

Canciones:

  1. False Awakening Suite
  2. The Enemy Inside
  3. The Looking Glass
  4. Enigma Machine
  5. The Bigger Picture
  6. Behind the Veil
  7. Surrender to Reason
  8. Along for the Ride
  9. Illumination Theory

Votación de los lectores:5

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