My Story, The Buraky Story es la nueva entrega de MONO. Y aquí debería terminar esta reseña pues si no tienes atracción por esta maravillosa banda es por dos motivos, uno de ellos comprensible: No los conoces (aún). La otra no debería ser una opción: No te gustan. En uno u otro caso, arroja tus complejos lejos y zambúllete en el infinito océano de Takaakira "Taka" Goto y sus compañeros.

Atención spoiler: ‘My Story, The Buraku Story’ es la banda sonora de un documental y funciona sin estar viendo las imágenes, algo que no cualquier BSO, por muy reputada que sea, consigue. Y ese logro se debe a que estamos ante uno de los trabajos más emocionales, tiernos, oníricos y absolutos de la música instrumental.

El sonido de las imágenes

Es obligatorio ubicar la historia que cuenta el documental que explora “la discriminación contra un grupo de personas, comúnmente llamados «burakumin», que fueron clasificados en grupos humildes y segregados del resto de la sociedad japonesa. Esta discriminación es no por raza o etnia, sino por lugar de residencia y linaje, y ha existido durante siglos, aunque muy raramente reconocido o discutido en Japón”. Etnia que sufrió una severa discriminación hasta el punto de que llegaron a crear sus propias aldeas, es muy recomendable investigar sobre su historia, ya que ayudará a comprender mejor la enorme melancolía que destila el trabajo de Mono.

En el plano musical toca enfrascarse durante casi tres cuartos de hora en las once composiciones que van dejando pistas en sus títulos de su contenido emocional, ricos términos que van más allá de la traducción directa y que suponen un elemento más del propio tema, sí, suena tedioso, pero enterrarse en el universo de Mono y de los buraku es un ejercicio de exigencia que tiene una recompensa imperecedera: adherir a nuestro ADN un riquísimo y complejo disco.

Tratar de destripar tema a tema sería romper el espíritu del disco, pues si bien son los momentos sonoros de la parte visual, al igual que aquella, forman un todo indisoluble que comienza con “Doumyaku”, un lamento etéreo en el que las atmósferas son la parte dominante.

Hay que olvidarse de los conceptos “rockeros” en cuanto a la estructura de canciones se refiere y concentrarse en esa esprial ascendente en la que se van sumuando, más que los instrumentos, los momentos sonoros mientras la escalera de caracol se va disgregando en diversas direcciones que convergirán al final en un vuelo libre controlado sin riesgo de estrellarse contra el suelo.

Donde el vuelo de la anterior termina, inicia su andadura “Watasi”, más intensa y contundente ya desde el principio, posee un fondo sonoro que va haciéndose más y más presente. Las cuerdas, los teclados y las, una vez más, atmósferas, crean ese mapa sonoro que casi hace ver las imágenes y que se fundamenta, en este caso, en un repetitivismo casi cacofónico que hace las veces de base rítmica.

“Kokyo” retrotrae a las volátiles composiciones de Leo Abrahams o John Hopkins y desde el primer sonido, hace flotar al oyente en una sutil escalera que va creciendo en intensidad sin que esto sea algo patente o, mucho menos brusco, es una evolución tan natural como el omnipresente sonido del piano que es el motor de este tema.

No es la primera vez que Mono consiguen una intensidad total con casi nada. La máxima de “menos es más” se convierte con “Yurameki” en una certeza. Piano y poco más en una breve composición de poco más de dos minutos y medio que si no logra que afloren todos los sentimientos de quien la escuche con interés y complicidad, es porque no se ha querido dejar que penetre la dermis para entrar hasta el fondo del alma.

“Gohon No Yubi” es uno de los climax de la banda sonora. Una lástima no poder ver las escenas que la acompañan porque a buen seguro serán de las más emocionantes del documental. Escucharla y levitar es todo uno. Lo contrario no es una opción. El dominio del ruido blanco como elemento agregador y no distorsionador demuestra cómo Mono son uno de esos grupos que hay que poner en un pedestal, pese a que no coincidan al 100% con el criterio musical de quien tiene el acierto de escuchar sus propuestas.

Más allá de la cima, hay mucho más

Llega el momento cumbre absoluto. “Kioku” y, ahora sí, hay que rendirse ante esta celestial composición. Piano, cuerdas, emociones e intensidad, un tema ideal para poner en bucle, concentrarse en uno mismo y llegar al punto máximo de autoconocimiento.

La fuerza de “Kattou” hará las delicias de los seguidores de los sonidos más duros ejecutados sin dos guitarras, bajo y batería. Crescendos apabullantes, zarpazos electrónicos y esas atmósferas opresivas que consiguen la comunión del oyente con el sufrimiento que tuvieron que padecer los buraku durante siglos.

Es esta segunda parte la más intensa y dura al enlazar la anterior con “Chinmoku”, paree extraída de los sonidos tardo ochenteros y proto noventeros que Alio Die o Five Thousand Spirits o cualquier artista de sellos como Slaughter Productions llevaron a cabo. Un pesado traje de hormigón que se autorresquebraja para dejar pasar el dolor que en él subyace.

Si hacía falta un híbrido entre las partes más intensas y las más etéreas, “Himitsu” lo logra sin duda alguna. El fondo electrónico, rugoso como una lija y ligero como una nube arropa a los sonidos de primer plano, un teclado que lanza sus notas y las deja flotar hasta que comienzan a caer y, de nuevo, las vuelve a lanzar hacia arriba, alimentando la fuerza de esos sonidos de segundo plano que se van haciendo más y más protagonistas según avanza el tema hasta aterrizar de forma suave en la tierra del siguiente tema.

“Songen” es esa bofetada que nadie se espera. Cuando lo normal habría sido un tema lleno de luz, de brillo y de esperanza, Mono ofrecen tensión e inquietud. Se siente cómo hay ahí unas imágenes esperando a ser visualizadas para dotar, no solo a este tema sino a todo el disco, de su verdadera magnitud, esa que va creciendo hasta el final para convertirse en algo casi épico que apetece no termine nunca… pero…

Llega el final, “The Place” y por fin, dirán algunos, algo reconocible comienza a sonar, pero más que un trampantojo, es el comienzo de algo enorme. Tal vez sea la única composición que podría sonar incluso en una radiofórmula sin que el oyente medio carente de criterio y experiencias musicales de relevancia se sorprenda. La más accesible, es a la vez, la más engañosa, ya que dejarse llevar por el ritmo de la batería será un error sin que, a la vez, el resto del esqueleto de este tema no se convierta en parte de uno mismo, aunque sea solo por unos cuatro minutos y medio en los que el cielo no es el techo, sino el comienzo de un viaje.

Ahora solo queda tener la oportunidad de ver en su plenitud, unidas a las imágenes, estas demoledoras composiciones de Mono (no estaría mal repetir sus ansiados conciertos con la proyección del documental), mucho más que un disco, mucho más que una banda sonora. Si bien no es el prototipo de disco de hard, heavy o metal, sí que es ese tipo de discos que los seguidores de esos sonidos comprenden y asimilan mejor que el resto de los mortales. Ellos se lo pierden.

Toni de Lola

Grupo:Mono

Puntuación:8

Canciones:

  1. Doumyaku
  2. Watashi
  3. Kokyo
  4. Yurameki
  5. Gohon no yubi
  6. Kioku
  7. Kattou
  8. Chinmoku
  9. Himitsu
  10. Songen
  11. The Place

Año:2022-05-27