Liv Sin: Burning Sermons

Liv Jagrell es una mujer de armas tomar. Lleva casi dos décadas en el sector: luchó por la relevancia primero con Sister Sin, pero cuando ya casi tocaban el cielo con la punta de los dedos, la banda se separó. Lejos de acobardarse, decidió volver al ruedo con un nuevo proyecto: junto a Tommie Winther (bajo), Patrick Ankermark (guitarra) y Christogger Bertzell (guitarra), en 2017 nació Liv Sin.

Estaban dispuestos a recuperar terreno y conquistar nuevas metas, aunque eso supusiera volver a la casilla de salida. Empezar prácticamente de zero no fue fácil para la vocalista de Estocolmo. Tuvieron que replantearse su estrategia de marketing, esbozar nuevos planes de giras y directos, y volver a conquistar, poco a poco, salas de tamaños que ya parecían superados.

Por suerte, su primer álbum, ‘Follow Me’, recibió buenas críticas y puntuaciones tanto de parte de la crítica como del público mayoritario, y les allanó el camino hacia el éxito. Dos años mas tarde, ha llegado el momento de descubrir si Liv y su proyecto siguen quemando por dentro con el mismo fuego y la misma energía.

Clásico, pero moderno

Parte de la buena acogida de su casi-debut ‘Follow Me’ se debió a que el álbum seguía muy de cerca el heavy metal de corte clásico, peleón y poco sofisticado, con el que Liv ya se había paseado por Europa junto a Sister Sin. Su segundo álbum, ‘Burning Sermons’, continúa siendo un disco de, simple y llanamente, rock de corte mas bien tradicional, pero en esta ocasión los suecos apuestan por una producción revisada y moderna. Esto hace que el proyecto de Liv se acerque mas al estilo de Battle Beast que al de sus ídolos Accept o Dee Snider: una decisión bien acertada, teniendo en cuenta que los finlandeses están liderando un nuevo movimiento de hard rock.

Por ejemplo, parecido a lo que la banda liderada por Noora Louhimo está haciendo, Liv Sin también se decanta por el uso de sintetizadores y arreglos orquestales varios, que encajan a la perfección con la colaboración de Björn “Speed” Strid (Soilwork) en la melódica “Hope Begins To Fade”. De esta forma, los riffs de guitarra se quitan la responsabilidad de estar machacando continuamente y se da aire a que las composiciones fluyan de formas más interesantes.

En la misma línea de renovación y madurez, en este nuevo disco los nórdicos introducen algunos medios tiempos. Sin embargo, es difícil obviar que a Jagrell le cuesta abandonar la potencia y el volumen mas visceral, y es que es evidente que se siente más cómoda en hits rápidos y directos como el single “Blood Moon Fever” que en temas delicados como la balada ‘Ghost In The Dark’.

Liv se hace oír

En consecuencia, e igual que hacían en sus proyectos anteriores, en este nuevo álbum los suecos ponen el foco en los poderosos y despiadados rugidos de Jagrell. A lo largo de temas como “War Antidote”, “At The Gates Of The Abyss” y “Death Gives Life Meaning”, la voz ladra con auténtica ferocidad y actitud, de una forma que te deja pegado a la silla. La cantante de Estocolmo muerde las frases con rabia, con una nueva fuerza y energía que hace que temas como “Hope Begins To Fade” pasen de buenos a excelentes.

Otro punto a favor de este segundo trabajo son las colaboraciones con las que se ha arropado Liv Sin. Además del ya mencionado Björn “Speed” Strid de Soilwork, en la parte de la producción los de Estocolmo han sido ayudados por Emil Nödtveidt, que también ha trabajado con Dissection y Graveshadow. Según nos contaba Liv, a él se le debe la inclusión de los arreglos más contemporáneos que comentábamos antes, amén de un sonido industrial crudo y oscuro que bien se puede apreciar en canciones como “The Sinner”.

Avanzando sin perder su esencia

‘Burning Sermons’ es un disco de escucha fácil y agradecida. Sus temas son éxitos rápidos, de sonido moderno y estructura sencilla que rápidamente se te meterán en la cabeza y que no podrás evitar berrear junto a Liv. Sin embargo, aunque este segundo disco es una gran, clara mejor respecto a ‘Follow Me’, sigue pecando de sonar ligeramente plano, ligeramente poco variado y, en conclusión, ligeramente y tristemente inconsecuente.