Kamelot: The Awakening

Si existe sobre la faz de la Tierra una banda predecible pero asquerosamente perfecta, esa es Kamelot. Ni tras la abrupta salida de Roy Khan ha perdido poderío en sus composiciones y sigue funcionando como una máquina recién engrasada.

Después de tantos años en la escena como uno de los máximos baluartes del metal sinfónico, se puede hasta adivinar la estructura de su nuevo álbum y la cantidad de temas rápidos y medios tiempos que se incluyen en el mismo. Así es, ni más ni menos, ‘The Awakening’. Su decimotercer álbum de estudio y el primero en cinco largos años. La pregunta es, ¿tiene Kamelot que cambiar su fórmula mágica o variar sus directrices? Pese a los cambios en sus filas, el grupo nunca ha mostrado en más de dos décadas signos de debilidad en sus canciones, ni ha menguado las formas de lanzar enormes y épicas melodías sin ton ni son, por lo que la respuesta es bastante clara.

En perfecto equilibrio

Como viene siendo tradición, una oscura intro precede al primer cañonazo de power metal de este nuevo trabajo: «The Great Divine». La rapidez y las armonías marcas de la casa avisan de que el quinteto continúa en plena forma. No es ni mucho menos el único tema a máxima aceleración, ya que «Bloodmoon» también mantiene el pulso por todo lo alto, e incluso con un estribillo mucho más pegadizo y rompedor que el tema de apertura. «The Looking Glass», en la que destaca los teclados en primeros planos, es otro puñetazo a la yugular y un claro ejemplo de cómo hacer power metal con fuerza, garra y sin caer en la desidia.

Es en los medios tiempos donde Kamelot y, en particular, su cantante Tommy Karevik le saca más jugo a las melodías y a las melancólicas ambientaciones. Gran parte de sus himnos se mueven en estos tempos cortantes, y «Eventide» mantiene todos sus principios. Se convertirá con rapidez en una de las favoritas de sus seguidores de este álbum.

Las contribuciones de invitados de altura como Melissa Bonny de Ad Infinitum, el violinista Florian Janoske y la chelista Tina Guo, redondean aún más si cabe unas composiciones fantásticas, y en cortes como la adictiva «One More Flag in the Ground», la operística «Opus of the Night (Ghost Requiem)» o «New Babylon» –con unos equilibrados y conseguidos sintetizadores- refuerzan su papel de himno. Sin embargo, la competición para entrar en el pódium de toda su carrera está más que disputada.

Algunas pinceladas distintas

Aunque Kamelot vaya a exponer un discurso esperado, siempre se encuentra el hueco para dejar algunas marcas distintivas en cada entrega. El toque celta de «Midsummer’s Eve» es una auténtica maravilla, y el groove de «Nightsky» o la delicadeza de la inspiradora balada «Willow» son algunos de los puntos con los que ‘The Awakening’ se separa de ser una enésima copia de ‘The Fouth Legacy’, ‘Karma’ o ‘Epica’. Y esa es precisamente una de las bondades del combo estadounidense: no pierden su esencia y, aunque parezca lo contrario, nunca se repiten.

La cambiante «My Pantheon (Forevermore)» y el outro instrumental y lacónico «Ephemera» sirven para cerrar un nuevo trabajo en el que además del citado Karevik, el guitarrista Thomas Youngblood, el baterista Alex Landenburg, el teclista Oliver Palotai y el bajista Sean Tibbetts, pueden sentirse más que orgullosos. No necesitan temas largos para dejar patente sus grandes cualidades técnicas que siempre se usan por y para la inmensidad de melodías que impregnan cada canción. Como en todo el legado de Kamelot, ‘The Awakening’ es un conjunto de canciones que han sido cuidadas y grabadas con mucho mimo, y que se apoya por el equipo habitual de Sascha Paeth a la producción y Jacob Hansen en las tareas de producción. Una vez más, han vuelto a demostrar que son una banda predecible pero asquerosamente perfecta.