Irist: Order Of The Mind

Debutar por todo lo alto es un arma de doble filo que hay que manejar con sumo cuidado para que no cercene, en un futuro cercano, las expectativas de un inicio tan interesante.

Irist con ‘Order Of The Mind’ son un ejemplo de que con confianza, trabajo, actitud y aptitudes se puede llamar a la puerta del reconocimiento general de crítica y público con solvencia y garantías. Un trabajo cuyos entresijos pueden asustar al oyente más acomodado y menos exigente pero que podrán cumplir sin duda las exigencias de la mayoría que busca siempre ser sorprendida.

Mirar al árbol para perderse el bosque

Un debut de este calibre es propenso a que el oyente se pierda en los elementos que deambulan a su alrededor para fomentar su fuerza real con postulados que no pasan del mero marketing: que si el nombre esto, que si el nombre lo otro, que si mira tú de dónde vinieron tres de sus cinco miembros, que ojo a las influencias de la banda… un puñado de árboles que tienen detrás un vasto y frondoso bosque llamado ‘Order Of The Mind’.

El goteo de singles de adelanto ya creaban, en quien quisiera prestar atención, una alerta de que se podía avecinar uno de los grandes discos de 2020 pero de verdad, sin ser el enésimo partido del siglo la misma semana. El inicial “Burning Sage” es un tirón de orejas que obliga a pensar que tal vez Irist no sea en realidad una banda debutante con cinco años de historia sino que el tiempo descubriría que son una megabanda formada por grandes tótems del metal a modo de broma… nada más lejos de la realidad.

La confirmación que aquello iba en serio, que nacía un brote capaz de convertirse en una enorme secuoya se llamó “Creation”, el segundo single, todo un ejemplo de complejidad compositiva y de ejecución, corroborando que el primero no era un espejismo ni un one-hit-wonder sino que cinco tipos llamados Pablo Davila (guitarra), Bruno Segovia (bajo), Adam Mitchell (guitarra), Jason Sokolic (batería) y Rodrigo Carvalho (voz) eran el esqueleto de Irist y que tenían mucho que aportar al metal del siglo XXI.

Como no hay dos sin tres, “Severed” puso a todo el mundo sobre la pista de esta banda de Atlanta, capaz de conjugar distintas tendencias musicales, propias y ajenas al universo del metal, aplicando su propio estilo para lograr creación personal y original. Porque Irist son eso: personalidad propia, originalidad y postulados que sientan la base de un sonido individual y reconocible.

Un sólido bloque sin fisuras

‘Order Of The Mind’, como disco, es mucho más que esos tres singles ya conocidos. De hecho arranca con una novedad que bien podría haber sustituido a cualquiera de los tres ‘Eons’, granítica demostración de rabia y poder que fusiona toda la energía del post-hardcore con metalcore y otras muchas esencias desarrollada con una ejecución técnica muy interesante sobre todo en unos debutantes, que si bien no lo parecen, no se debe olvidar que lo son.

Tras ella arrancan seguidos los tres singles, convirtiéndose así en un genial ejercicio de inteligencia a la hora de distribuir los temas en el disco, ya hay un póquer de buenos temas, pero ¿qué depara el resto?. Un suma y sigue imparable con “Insurrection” donde mantienen el nivel y a la vez demuestran que otros sonidos pululan por sus canciones dejando en bandeja a “Order Of The Mind”, el tema que da título al disco y que además es el perfecto catálogo para conocer a la banda. Si el desconocimiento de Irist y de sus tres singles es una realidad para alguien a estas alturas, este tema es perfecto para hacerte una idea de lo que ofrecen.

El final del disco es un monstruo enorme de tres cabezas: “Harvester”, “The Well” y para cierre “Nerve”. Tres escalones para llegar a la cima de Irist en este primer trabajo que dejan al oyente con el irrefrenable deseo de querer volver a escuchar ‘Order Of The Mind’ ya que son tres eslabones perfectamente conjuntados en los que los escasos segundos de silencio entre uno y otro sobran de tal modo que deberían sonar sin pausa alguna entre ellos.

Si ‘Order Of The Mind’ es el primer paso de lo que parece, entonces Irist va a convertirse por derecho propio en una de esas bandas que quizá no llenen estadios pero que van a grabar a fuego su nombre en la historia del metal como grandes compositores y muy buenos ejecutores, ahora sólo falta comprobar en persona cómo se defienden sobre un escenario.