Insidious Disease: After Death

Insidious Disease, el supergrupo repleto de vengadores de lo extremo, vuelve a la carga con su segundo álbum tras 10 años de silencio. Carne fresca justo a tiempo para Halloween.

Entre sus filas se encuentran nombres tan propios como los de Dimmu Borgir, Old Man’s Child, Nile, Brujería o los mismísimos Napalm Death. La formación de amigos de la tralla nace en 2004 aunados por Silenoz y Jardar, pero aun así no sería hasta 2010 que dejarán correr libre su primer larga duración ‘Shadowcast’, que dejará cadáveres en forma de nuca allá por donde pase.

Presuponer que estamos ante una creación salvaje y violenta es tan obvio como certero en este caso, pues este debut no dejaba títere con cabeza y desde luego podía enorgullecerse de ser capitaneado por tales ídolos. Eso no lo hacía mejor ni peor trabajo, simplemente cumplía unas expectativas que de obvias se volvían necesarias.

Rompiendo el silencio a cañonazos

Han pasado diez años desde aquel encuentro, y el grupo de tan acertado nombre, decide volver a la carga en plena era covid con un trabajo bastante menos directo y sencillo de anticipar. Y es que, pese a que es un concepto que parece absurdo de encajar en un trabajo así, hay una búsqueda del refinamiento del sonido que encuentra cumplimiento en este nuevo ‘After Death’. Y es que en una formación con tantos frentes que unificar, lo lógico sería encontrarse con una batalla de referencias que, dependiendo de la capacidad de somatizar del propio grupo, funcionaría mejor o peor.

Desde luego Silenoz y los suyos han sabido entenderse a la hora de conjugar las ideas, y el disco es capaz de pasar, por momentos, de las melodías vampíricas de “An End Date With The World” a la zapatilla sin concesión de “Invisible War”. Una amalgama de referencialidades más sólida de lo esperado y que es capaz de aportar a cada estado su propio momento. Una forma de entender el death metal casi desde un punto de vista histórico y a modo de diario de a bordo en el que se dan la mano lo viejo y lo nuevo sin pelearse entre sí. El conjunto adolece un poco del síndrome de Behemoth, por el que todos los grupos que intentan maniobras similares suelen pasar. Pero mal de muchos, consuelo de tontos.

Exceso en el filtro

Negar la potencia y bestialidad de este nuevo trabajo es sencillamente ridículo. Sin embargo, son un poco de extrañar las decisiones de producción, tratándose de una banda con un estandarte tan visceral. En diez años muchas cosas cambian, y cada década adopta un sonido propio. Pero tal vez un concepto como este pedía de una ecualización mucho menos procesada que esta, que se mueve en terrenos ya conocidos por los aficionados al género que ven como los grupos más descarnados intentan adaptarse a un mundo regido por el número de oyentes.

Si bien es cierto que este tratamiento minucioso aporta no solo una elegancia sino también una grandilocuencia que casa con (y engrandece) los momentos de melodía más épica, también se lleva por delante la crudeza y violencia que debería caracterizar un proyecto que se enorgullece del símbolo que supone que entre sus filas se encuentre el vocalista Marc Grewe, de Morgoth. Un estilo que, a fin de cuentas, sonará familiar a aquellos acostumbrados a escuchar trabajos acuñados por Nuclear Blast.

Una de cal y otra de arena, pues este exceso supone cosas interesantes de cara a dotar de una tridimensionalidad al trabajo. Pero, sin embargo, puede desviarlo del camino en el que les esperarán, precisamente, aquellos para quien el disco de Insidious Disease parece haber sido concebido.

Sea como fuere, la incursión de ideas e intenciones en el death metal es siempre una buena noticia, ya que es uno de los géneros que más termina sufriendo si se queda estancado. La intención siempre implica riesgo, y el riesgo genera siempre un interés, sea en positivo o en negativo. Así que toca disfrutar tanto de un más que sólido trabajo, como del debate que le pueda acompañar.