Back Against The Wall – The Wall Tribute

Si alguien hiciera una relación de las obras conceptuales más importantes de
la historia de la música moderna, “The Wall” de PINK FLOYD aparecería en los
primeros lugares, por no decir directamente en el primero. La complejidad conceptual
y musical de la obra ideada por Roger Waters tras aquel desgraciado incidente
con un fan en el Estadio Olímpico de Montreal es merecedora, si más no, de la
aclamación popular y del status de “obra de arte” del que ha gozado hasta el
momento. No es posible cuestionar una pieza de trabajo tan conseguida como el
muro creado por Waters para simbolizar el aislamiento entre el artista y el
público, además de todas las ramificaciones autobiográficas de esa historia.

Hacer un tributo a “The Wall” no es fácil. “The Wall” no son sólo canciones
y composiciones. Son las interpretaciones, el dramatismo, el tono autobiográfico
que Waters imprime a las canciones, las representaciones en directo, aquella
noche mágica de Berlín, la simbología, la pelicula con Bob Geldof… Intentar
hacer algo digno solo desde el punto de vista musical ya es harto difícil: las
voces, los personajes, las conversaciones telefónicas… No se trata de coger
10 canciones y tocarlas de nuevo cambiando algún solo, como si esto fuera un
tributo a MAIDEN o KISS. Nada de eso.

¿Consigue ‘Back Against The Wall’ su cometido? A medias. La gracia de una obra
como “The Wall” es precisamente la continuidad que existe entre todos los temas
y como todos sabemos, los discos tributo no se caracterizan por tener sólo cuatro
o cinco músicos tocando siempre en la misma combinación. Aunque el nucleo de
este tributo lo forman gente como Billy Sherwood, Tommy Shaw o Tony Franklin,
hay momentos en los cuales ese hilo conductor se rompe por las diferencias obvias
en la voz de cada intérprete, por los diferentes estilos de los guitarras o
por los distintos sonidos de la batería.

Respetando el orden normal de la obra y separado en dos discos, este tributo
es una pieza de trabajo bastante importante. No es facil hacer un tema como
“The Trial” de manera digna o de interpretar “Goodbye Cruel World” con cierta
convicción. Sin embargo, el intento existe y con más o menos fortuna Billy Sherwood
saca adelante el asunto. Como sucede en la obra original, hay temas más potentes
que otros. La segunda parte contiene el peso más grande en cuanto a complejidad
y avance conceptual, y temas como “Vera”, “Nobody Home” o el reprise de “In
the Flesh” son partes que en lo musical restan encanto a la obra original y
por ende, al tributo que nos ocupa. Pero, como ya he dicho, creo que “the Wall”
no es sólo la música. Aunque “Vera” siempre haya parecido un tema prescindible,
su lírica es una parte más de la obra y por tanto, igualmente valida.

Musicalmente, el disco está bastante bien. Las interpretaciones son convicentes,
aunque aquí no es valido lo de “cambiar partes para que el tema no parezca una
copia exacta y tenga pinta de adaptación”. Ese solo gratuito en “Another Brick
In The Wall Part I” es totalmente prescindible, tanto como el solo de teclado
extendido en “Run Like Hell”. Las proezas vocales de Glenn Hughes en “Young
Lust” son también prescindibles, aunque su elección para esa canción no podria
haber sido mejor.

Se echa en falta la inclusión de “What Shall We Do Now?”. Mientras que en el
original no pudo entrar por cuestiones de tiempo, en futuros directos y eventos
como lo de Berlín en 1990, el tema si que ha aparecido. No es una parte crucial
de la historia de “The Wall”, sino más bien un complemento a “Empty Spaces”,
pero es un buen tema pese a su brevedad.

Buen intento pero, como suele suceder con todos los tributos, me quedo con
el original. El tener a un buen número de pesos pesados haciendo un disco como
este (John Wetton, Steve Lukather, Rick Wakeman o Steve Howe) es una razón importante
para prestarle atención, pero la gracia de esta obra es que la toquen Gilmour,
Waters, Mason y Wright (y Snowy White, si me apuran ustedes!).