Headspace: All That You Fear Is Gone

Poco amigo es un servidor de los súper-grupos, pues la experiencia nos enseña que en su mayoría son una pandilla de vendedores de humo holgazanes, incapaces de articular una canción mínimamente respetable. Mucho menos lo es el señor de las jóvenes promesas que salen de los testículos de una estrella del rock que, si antaño fue la bomba, hoy en día no tiene absolutamente nada que ofrecer.

Poco amigo es un servidor de los súper-grupos, pues la experiencia nos enseña que en su mayoría son una pandilla de vendedores de humo holgazanes, incapaces de articular una canción mínimamente respetable. Mucho menos lo es el señor de las jóvenes promesas que salen de los testículos de una estrella del rock que, si antaño fue la bomba, hoy en día no tiene absolutamente nada que ofrecer.

Pueden imaginarse los señores lectores que encontrarme una mezcla de ambas cosas en un grupo no hacía más que levantar mis intenciones más viperinas en una hipotética reseña. Y es que me moría de ganas de despellejar a Headspace, banda fundada en 2006 por Damian Wilson – conocido por su trabajo vocal con Threshold – y Adam Wakeman, vástago del indiscutible rey de las teclas Rick Wakeman destacado por su trabajo con Ozzy Osbourne. La víctima, escondida tras una portada cuanto menos insulsa con un cerebro sobre un lecho inexistente, tenía un nombre: “All That You Fear Is Gone”. Y haciéndole honor al nombre, mis temores estaban muy lejos de irse.

Los primeros cortes de este álbum dejan una sensación extremadamente fría. Unas voces petulantes al más puro estilo LaBrie – o tal vez Gildenlöw, siendo generosos –, progresiones harmónicas tendentes a una épica excesivamente precoz, estructuras recargadas y barrocas y una mezcla entre rock y metal progresivo de lo más naif. Desde luego, las tenía todas para cebarme en estas líneas y decir que es el trabajo más pretencioso que he escuchado en mi vida: el enésimo disco de crossover prog sobre el descubrimiento de los secretos que encierra el ser humano. Parece ser que a todo quisqui le pasa en el terreno del rock progresivo: todos sienten en cierto momento de sus vidas una irrefrenable necesidad de emular a Arjen Lucassen y caer en el narcisista autoengaño de creer que están componiendo la obra clave de la historia de la música, aquella que salvará a la humanidad.

Sorpresa mayúscula la mía al ver que esa predictibilidad que al parecer se iba a apoderar de la insufrible hora y cuarto del disco se esfumó con un pasaje llamado “The Element”. Unas simples guitarras reverberadas en un ambiente extrañamente aséptico me hacían pensar en aquello del rayo y del trueno. Y por justicia propia, el todopoderoso trueno se hizo oír en “The Science Within Us”, una espectacular pieza de trece minutos de duración con una infinidad de pasajes de un virtuosismo tan excelso que resulta insultantemente bello. El punto de inflexión que esta descomunal obra de arte marca en el ecuador del álbum hace lucir al resto con mayor intensidad. “Semaphore”, “The Day You Return” o una apaciguada “Borders And Days” hacen que los tediosos treinta minutos que introducen el álbum valgan la pena, uno por uno.

El colofón final lo protagoniza “Secular Soul”, una aplastante suite repleta de optimismo y virtuosismo a raudales, de la que destaca indiscutiblemente el papel de un Wakeman que se muestra casi heroico a lo largo de todo el disco. Y aunque me pese decirlo y en mi recámara todavía queden cartuchos, “All That You Fear Is Gone” es a fin de cuentas un álbum grandioso. No se puede negar que es un trabajo progresivo muy conservador, sin elementos particularmente imaginativos; pero esa laguna queda compensada por una interpretación sublime que, si bien no cuenta con un arranque particularmente digno, logra remontar el vuelo con unas peripecias asombrosas.

Fernando Acero