No sé exactamente qué hacer. Hace tres meses, cuando escuché por primera vez
éste disco, me pareció que no era más que otra vuelta de tuerca en la carrera
de Steve Harris por convertir a IRON MAIDEN en una especie de grupo progresivo
con temas interminables que se revuelven una y otra vez sobre sí mismos. Lo
juro, eso es lo que pensaba. Y lo seguía pensando hasta hace unos días.

Entonces volví a escuchar el disco. Calmadamente, sin prejuicios, y sin intentar
compararlo con “Powerslave” o con “The number OF The Beast” o cualquier otra
cosa editada hace veinte años. A fín de cuentas, se supone que si es un disco
nuevo se debería comparar con las obras más recientes (ley de mirar las cosas
con perspectiva número 18735), así que tras introducirme de nuevo en los temas
de “Brave New World” y “Dance Of Death”, que hacía una buena temporada que no
escuchaba, he conseguido entender mejor hacia donde apuntan MAIDEN con su nueva
obra. Aunque, como siempre, no del todo.

“A Matter Of Life And Death” es simplemente, otro disco de IRON MAIDEN. Ni
es el mejor disco de su carrera ni es “lo peor desde ‘No Prayer Of The Dying’”
como alguien ha dicho en algún lugar. Pero, por triste que parezca, escuchar
un disco de IRON MAIDEN significa prestar mucha más atención que con otros lanzamientos.
Son cientos los detalles, las ideas que te asaltan mientras vas abriendote camino
entre la selva de nueva canciones que la banda propone en cada nueva obra. No
digo que otras bandas no sean igual de detallistas en sus discos, pero siempre
que IRON MAIDEN editan nuevos temas, éstos suelen ser merecedores de mucha atención,
tanto desde el prisma musical como desde el letrístico. Sin embargo, la banda
corre el riesgo desde hace unos cuantos discos de “llenar” demasiado el continente.
En otras palabras, demasiados minutos, demasiados solos, demasiado material
para digerir de una sola tacada.

Atribuyo, pues, a esa razón que el disco no me gustara inicialmente. No se
me hizo aburrido, pero casi. Pero como suele pasar con todos los grandes discos,
éstos crecen dentro de tu cerebro a medida que les vas dando una y otra oportunidad.
Pero es que lo de MAIDEN comienza a ser preocupante. Me temo que, a éste ritmo,
para escuchar el último disco de su carrera será necesario pedir fiesta en el
trabajo durante dos semanas.

El nuevo disco de IRON MAIDEN es adictivo. Es como ese plato tan raro que un
día pruebas en un restaurante y odias profundamente. Pero que cuando lo vuelves
a probar descubres texturas, sabores, olores y colores que en la primera ocasión
no haías percibido. Y finalmente, siempre acabas pidiendo ese mismo plato allá
donde vas. Paradójicamente, parece que el nuevo disco de IRON MAIDEN ha sido
el más fácil de todos, pese a su barroquismo. La banda ha pasado apenas dos
meses encerrada en los Sarm West Studios de las afueras de Londres con el productor
Kevin Shirley para dar forma a un disco que, ni masterizado siquiera, podría
sonar mejor.

Vayamos por partes. Miremos el disco. La portada debe ser la más atractiva
desde la de “Powerslave” como mínimo, al menos en lo que se refiere a investigar
sus detalles. Si la portada de “Dance Of Death” enfureció a los más leales por
su aspecto barato y poco cuidado, con la de “A Matter…” van a tener para estrujarse
las meninges un rato. Los foros ya arden desde hace semanas investigando detallitos
y hasta la posible aparición estelar de Miss Sharon Osbourne entre los cadaveres
reflejados en el dibujo. Y así hasta aburrirse.

Entremos de pleno en los temas. “A Matter OF Life And Death” comienza con un
centelleante “Different World”. Es otro hijo bastardo de “The Wickerman” y “Wildest
Dreams”, sin duda. Es la típica canción de cuatro minutos, optimista y casi
obligatoria para IRON MAIDEN. Es sorprendente, eso sí, que en ésta ocasión la
banda no se haya decantado por utilizarla como single. Sinceramente, el tema
elegido es mucho más adecuado y al menos supone un pequeño cambio respecto a
lo que se haía convertido en tradición durante el último lustro y pico. El estribillo
del tema vale su peso en oro y Bruce Dickinson demuestra que sigue siendo capaz
de forzar su registro de la mejor de las maneras pese a tener una edad considerable
para un cantante de Heavy Metal. Clásico para abrir conciertos, aunque no sonará
en años venideros.

La temática guerrera comienza a abrirse paso en “These Colours Don’t Run”.
Mucha gente relaciona el título del tema con cierta frasecita que Dickinson
pronunció en su irado discurso del Ozzfest de San Bernardino cuando, recubierto
en clara de huevo, arremetió contra cierto personaje que estaba intentando sabotear
el show de la doncella. No se si la relación es valida, pero lo cierto es que
es uno de los temas más logrados del disco. Desafiante, intrépido…titubeante
al comienzo. Pero los titubeos se olvidan rápidamente cuando Nicko McBrain comienza
a golpear caja y goliat y el tema estalla en otra orgía de guitarras con melodías
tan vistas que parece mentira que aún enganchen y sean capaces de suscitar interés.
El bajo de Harris está sospechosamente presente, demostrando quien es el que
manda en MAIDEN. Es posible imaginar a 10.000 pares de brazos moviendose de
lado a lado durante el estribillo.

“Brighter Than a Thousand Suns” es un tema que, según Dickinson, habla de la
bomba atómica. Una vez asimilado éste dato, el sonido épico y casi desesperado
de este tema cobra nuevo significado. El dramatismo que yace en las lineas de
guitarra protagonizadas por el trío Adrian Smith / Janick Gers/ Dave Murray
es destacable, así como la manera en que Dickinson rompe ese caos y confusión
con otro brillante chorro de voz en el estribillo. Especialmente nostálgico
ver como Nicko vuelve a jugar con los toms laterales como en los viejos tiempos,
aunque solo sea por un microsegundo.

“The Pilgrim” es, aunque suene raro, el segundo y último tema corto del disco.
Parece extraño, incluso, escuchar una canción que apenas supera los cinco minutos
en un disco como éste. De todos modos, escuchar un tema como éste en un disco
tan complejo y reflexivo, es casi una herejía. Son MAIDEN de los de toda la
vida, pero en medio de un disco como éste, se te hace raro volver a escucharles
de ese modo. Es más, el estribillo incluye un gimmick típico de la música de
MAIDEN en los 80, que es seguir la melodía vocal del estribillo con el riff
de guitarra. De reflejos egipcios y enigmáticos en algunos momentos, el tema
podría haber entrado en “Powerslave”. Lo juro!

El disco prosigue con un larguísimo “The Longest Day”, el cual supera la marca
de los siete minutos con una facilidad casi irrisoria. Si los arpegios de guitarra
del principio del tema sugieren paz y tranquilidad, no las váis a tener. No
se trata exactamente del tema más duro del disco, pero no es una canción de
cuna exactamente. Como siempre, parece que haya varias canciones dentro de una
misma, especialmente a partir del quinto minuto, cuando la cosa comienza a desvariar
en serio. Me quito el sombrero, una vez más, ante la labor de Gers / Smith /
Murray. Los temas son “soleados” a go-go y no falta nada. A veces, sobra. Pero
eso es otro tema.

El fastuoso “Out OF The Shadows”, combina acústicas y eléctricas de una manera
que, si ahora fuera 1988, levantaría ampollas en todos los sectores del metal.
Con un cierto aire a las partes más tranquilas de “Revelations” o “Children
Of The Damned”, el tema se diluye en bonitos arreglos y detalles infinitos que
no desaparecen en ningún momento para que el tema se transforme en una “mini-canción”.
Al contrario, es uno de los temas con progresión más coherente de todo el disco.
Además, es una buena oportunidad para que Dickinson baje el registro –al menos
cuando no está en el estribillo- y se puedan apreciar mejor los matices de su
voz.

El single, como ya todos sabéis, es “The Reincarnation Of Benjamin Breeg”.
Ahora no recuerda muy bien a cuál, pero el inicio del tema es reminiscente de
alguna parte del “Piece Of Mind”. No así el resto de la canción, cuyo riff es
bastante novedoso para una banda como MAIDEN. El halo de misterio que rodea
al tema y a su sujeto principal son suficientes como para hablar de un regreso
de los MAIDEN del “The Rime Of The Ancient Mariner” y temas por el estilo. Creo
que no he debido ser el único que se ha puesto a mirar por internet quién demonios
es Benjamin Breeg y se ha terminado sorprendiendo con la misteriosa historia
que acompaña a su existencia (o ausencia de). Es totalmente factible ver una
torre de efectos pirotécnicos estallando justo al inicio de la parte cañera
del tema. Y a Dickinson cantándolo desde las pasarelas que hay a ambos lados
de la batería. Y a Steve Harris haciendo como que canta la letra por enésima
vez. Impresionantes, como siempre. Un tema que recogerá el testigo de canciones
como “The Clansman” o “Paschendale”. Pese a su duración, será recordada en futuras
giras una y otra vez.

Igual de misterioso es “For The Greater Good Of God”. El estribillo es extraño
pero apetecible. La manera en que está construído el tema es también sorprendente
y, por quincuagésima vez, el bajo de Steve Harris se adueña de los primeros
segundos para darle un cierto aire fantasmal al tema. Pero al poco tiempo, Dickinson
entra narrando una historia algo mística y la cosa va ganando enteros hasta
convertirse en otro tema indiscutiblemente maiden-esco.

Llegando al final del disco, encontramos “Lord Of Light”, que pasa sin pena
ni gloria y supone un “más de lo mismo” dentro del resultado general de un disco
que, por otra parte, es de lo mejor que la banda ha editado en muchos años.
Eso sí, la canción es de las más rockeras del disco y me temo que, dentro de
diez o doce escuchas más, cambiaré de parecer. Y por algún motivo, no puedo
quitar de mi cabeza el sonido de “The X Factor” durante éste tema…

Finalmente, encontramos “The Legacy”. Si uno se deja llevar por las primeras
impresiones, parecerá una mezcla bastarda entre “Dust In The Wind” y “The Journeyman”.
Pero no, no…como siempre, si uno se deja llevar por los primeros minutos de
cualquier tema de MAIDEN está totalmente abocado al fracaso en su percepción
del disco. Serpenteante y con un Bruce Dickinson que parece que se vaya a quedar
sin aliento de un momento a otro, como si de un “Halloweed Be Thy Name” se tratara
en cuanto a esfuerzo vocal. Pero no, la cosa es incluso más majestuosa, excesiva,
orquestal, dramática, épica…todos los adjetivos se quedan cortos. Y cuando
crees que lo has visto todo, llega el fragmento cabalgante típico de la banda.
Y todos contentos.

Estoy exhausto. Creo que es un disco que llega a agotar tus sentidos tras tantas
escuchas. La cantidad de minutos, de temas dentro de los temas, de solos, de
detalles, de partes acústicas, de partes electricas…es monstruosa. Quizá es
lo mejor que han hecho desde “Seventh Son Of A Seventh Son”. Veamos ahora como
éste nuevo disco supera el test del tiempo.

Sergi Ramos

Grupo:Iron Maiden

Discográfica:EMI

Puntuación:8

Canciones:

    1. Different Worlds
    2. These Colours Don’t Run
    3. Brighter Than a Thousand Suns
    4. The Pilgrim
    5. The Longest Day
    6. Out Of The Shadows
    7. The Reincarnation Of Benjamin Breeg
    8. For The Greater Good Of God
    9. Lord Of Light
    10. The Legacy

Año:2006

Votación de los lectores:7.12