Un show hipnótico que empezó con un talante casi ritual y que acabó transformándose en una invitación al desenfreno

La madre del cordero. Dos horas y media de concierto que se marcaron CAMEL (sin contar media hora de descanso) y que harían palidecer a cualquier banda formada por tíos 45 años más jóvenes que ellos. Son pocas, muy pocas, las agrupaciones que pueden presumir de tener esa magia de antaño, teletransportarnos con su música en directo a una realidad de naturaleza alternativa y oblicua pero que guarda claros puntos de conexión con la que vivimos, un viaje especial muy por encima de la mera alucinación onanista. Son tan sólo dos los componentes «clásicos» de esta actual formación que se está paseando por los escenarios: por una parte el «alma matter» del grupo, Andrew Latimer, sensacional guitarrista donde los haya. Por otro lado, Colin Bass, bajo,voz y miembro de la banda desde los años 70. Ya sólo ellos dos se encargan de llenar el escenario y de hecho el show ya está planteado visualmente de esta manera. Pese a que la labor a los teclados por parte de los otros músicos,  Ton Scherpenzeel y Jason Hart, resultó encomiable y tremendamente compleja, su posición en escena estaba relegada a los laterales del escenario. A la batería completaría la formación Denis Clement.

Tanto el ambiente del concierto como los prolegómenos nos hacían presagiar una velada muy, muy distinta a lo que estamos acostumbrados. Para empezar, el concierto tuvo lugar en el Teatro Barts, con todos bien sentaditos como si nos dispusiéramos a disfrutar de una obra de teatro (hace unos meses también pasó por aquí el amigo STEVE VAI). He de reconocer que en varias fases del concierto sentí un sudor frío cayendo por mi cuerpo, sin duda provocado tanto por la emoción que transmitía la música como por la frustración de no poder zarandearme embutido en esas mismas sensaciones. Por otro lado, es la primera vez en mi vida en la que he de apagar el celular justo antes de que dé comienzo un concierto de rock. Puede resultar impactante, pero la delicadeza que destilan algunas piezas hacen que a la postre esta medida se agradezca.

Sin teloneros y sin grandes artificios la banda saltó a escena para interpretar íntegramente su disco «The Snow Goose» durante la primera parte de las dos que conformarían el show, algo que sin duda, desde mi punto de vista, aportaba muchos enteros al concierto, que fácilmente podría haber sido un espectáculo de «Greatest Hits»  al uso, si es que se me permite aplicar el apelativo hit a composiciones tan poco mainstream como las de CAMEL. Dicho sea de paso, me encanta el disquito de marras, hasta el punto de parecerme una de las mejores obras de la banda. Una sensación que se reafirma y cobra fuerza al observar su interpretación en directo, momento en el cual se puede disfrutar de esta obra en toda su plenitud, una obra que a la primera escucha puede parecer mucho, mucho más simple de lo que es pero que acoge en su seno unos matices absolutamente mágicos. Con un sonido espectacular y sin mediar palabra fueron desgranando uno a uno y en el mismo orden que en el disco «The Great Marsh», «Rhayader», «Sanctuary», «Friendship».. Canciones para llorar y reir al mismo tiempo, una sensación extraña y agradable que solo se puede conseguir si alguien con suficiente carisma y magia en su forma de interpretarlas se encarga de ellos, caso del genio Andrew Latimer, que se llevaba una tremenda ovación cada vez que completaba algunos de sus pasajes más elaborados y solos. Sólo música, ni una sola palabra dirigida al público, ningún gracias y apenas ningún parón entre temas, tal y como en el disco. Todo ello ayudó a que nos sumergiéramos en este viaje de forma abismal. CAMEL dieron totalmente en el clavo utilizando estos elementos, o la carencia de ellos, perros viejos con gran olfato. Un buen juego de luces incluyendo un telón negro de fondo con pequeñas luces blancas que a veces se encendían simulando ser estrellas en la noche fueron todo el montaje que la banda llevaba. Y no hizo falta nada más. La música desnuda ya nos hizo estremecernos suficiente, llegando a unas cotas de intensidad que se meriendan a cualquier palabra que podamos ofreceros en estas líneas. Mis testículos todavía están rodando por el teatro Barts. Podríamos destacar algunos momentos especialmente emotivos como los pasajes más álgidos de «Le Princesse Perdue» o los galácticos sólos de Latimer en «Dunkirk», uno de los momentos clave de la noche y tras el cual toda la sala estalló en júbilo y éxtasis.

Tras la experiencia de rememorar este gran disco, con el que la banda rindió tributo al fallecido Peter Banders (que sucumbió al cáncer), la banda se retiró durante una media hora para encarar a continuación la segunda parte del show, compuesta por grandes éxitos. Ahora sí aparece la comunicación banda-público y el feedback completo. Durante esta segunda mitad no se llegó a las cotas de intensidad de la primera parte, pero seguimos sumidos en esa experiencia extrasensorial tan especial. Empezaron con la preciosa «Never Let Go» para la cual contaron con el polifacético batería Denis Clement al bajo momentáneamente, instrumento que retomaría en algún momento más a lo largo de lo que quedaba de show. Canciones más acústicas, canciones más cañeras, desarrollos instrumentales imposibles y progresivismo altamente equilibrado con emociones sería lo que nos ofrecerían hasta completar el recital. Tan sólo «Song Within A Song» ya tiene todo eso y mucho más, como bien explica su título. O sea que el que venía a gozar de CAMEL gozó enormemente. Latimer y Colin se alternaban eficientemente a las voces, pero posiblemente era cuando cantaban los dos a dúo cuando aquello más nos embriagaba. «Echoes», «Tell Me» o «Watching the Bobbins» encandilarían un público que estaba a estas alturas mucho más que convencido. Con «Fox Hill» cambiaríamos totalmente de tercio, cambio de onda musical para atacar ese «rara avis» a medio camino entre GENESIS y JETHRO TULL con aires de campiña inglesa, momento del show para el lucimiento de Colin, que se apodera del escenario mientras Latimer le cede total protagonismo a su voz, su labia y sus aptitudes de trovador. Tras la extensa, relajada y onírica «For Today», la banda se retiraría para volver a escena a deleitarnos con su gran clásico «Lady Fantasy» a modo de bis. El final del tema con ese riff de Latimer megarockero e hipnótico repetido en bucle, fue monumental, destilando una fuerza mucho más allá de la versión de estudio, que hizo que la gente se levantara de las butacas imbuida en una espiral de desenfreno difícil de describir. Alucinante.   

Un show hipnótico que empezó con un talante casi ritual y que acabó transformándose en una invitación al desenfreno de la mano de unos músicos enormes y de unas composiciones cargadas de ensoñación y magia.

Promotor:RM Concerts

Día:2014-03-18

Hora:20:00

Sala:Teatro Barts

Ciudad:Barcelona

Puntuación:9