Sin palabras: la noche épica de Foo Fighters en Barcelona ante sólo 800 personas
Acudimos al show exclusivo de Foo Fighters en la sala Barts del centro de Barcelona ante poco más de 800 personas. Tres horas de épico concierto y una noche para el recuerdo.
Foo Fighters le debían una a Barcelona. Los atentados de Paris en noviembre de 2015 evitaron que la ciudad Condal viviese uno de los épicos shows de Dave Grohl y sus secuaces tras más de trece años sin visitar este rincón del mundo. La misma mañana después de los atentados, el grupo estaba en un avión destino a Estados Unidos y no se supo nada más de aquella fecha, que quedó definitivamente cancelada. El grupo resarció a los fans con una visita al Mad Cool en Julio de este año pero el contexto masificado de un gran festival con 40.000 personas era, sencillamente, la peor y la única manera de ver a los Foo en directo este año. Hasta que M80 soltó la noticia.
La edición de “Concrete & Gold” el pasado viernes 15 de septiembre tuvo como beneficiaria inesperada a la ciudad de Barcelona. El grupo y su discográfica Sony organizaron un show secreto cuyo acceso era posible tan solo a través de un concurso con varios partners del grupo PRISA (M80, El País, etc) y distribuidores del disco como Fnac. Un método algo aleatorio pero que garantizaba una amplia promoción del nuevo disco en espacios generalistas que llegan a muchos millones de personas. No nos olvidemos de que Foo Fighters es el grupo de rock duro mainstream por excelencia, por mucho que el ultra-fan no lo quiera reconocer.
El show, en un primer momento, debería haberse celebrado en el parque de atracciones del Tibidabo. Una localización idílica -ya se ha hecho algún mini-festival allí en lo alto de esa montaña- pero que implicaba muchas consideraciones de seguridad y de como manejar el flujo de personas que acuden al evento. No nos olvidemos de que los grupos americanos intentan aparentar normalidad pero giran con fuertes medidas de seguridad en territorio europeo, además de recibir recomendaciones habituales del departamento de Interior del gobierno estadounidense. Así pues, finalmente el show se realizó en el céntrico teatro Barts, en la avenida del Paralelo. Seguramente el mejor recinto de toda Barcelona por sonido, comodidad y visibilidad. El mismo viernes por la noche la discográfica avisaba a los periodistas y gente de la industria sobre la localización final del show. Por la mañana del sábado, los ganadores de las invitaciones al exclusivo concierto recibían sus coordenadas. Iba a ser un día Foo en Barcelona.
«Tenemos doscientas entradas, no os pongáis nerviosos»
Desde primera hora de la tarde, la gente hacía cola en el Barts, esperando ver a los miembros de la banda accediendo al teatro. A medida que los grupos alcanzan el nivel de banda de estadio, este tipo de conciertos de reducido aforo se convierten en una rareza y, no nos equivoquemos, es un privilegio poder asistir a algo así. Del mismo modo que cuando pudimos ver a AC/DC para solo 3.000 personas en el Hammersmith Apollo de Londres en 2003, lo de Foo Fighters fue una noche para el recuerdo.
Aparentemente iba a ser un show de una hora de duración, según se decía. Una presentación de algunos nuevos temas, varios clásicos y todos a casa y el grupo al hotel. Aunque el concierto empezó finalmente una hora más tarde de lo previsto en los horarios, Grohl y la banda se pasaron cualquier tipo de repertorio previsto por el arco del triunfo. Al final del show, contabilizamos dos horas y cincuenta minutos. Concierto reducido, con perdón, mis cojones. Reducido en aforo, pero no entrega ni en cancionero. Lo de anoche fue absolutamente histórico. Todos sabemos que Foo Fighters no es una banda de tocar hora y cuarto y largarse pero hacer un bolo así de épico en el contexto en el que estábamos (no nos olvidemos: gratis! en 2017!) fue un detalle por parte del grupo.
La sala se llenó, evidentemente, aunque con un aforo cómodo y nada masificado. Unas 800 personas en una sala donde caben más de 1.000 en sus varios niveles. De hecho, falló bastante gente de la lista de ganadores -especialmente gente que vivía en otros puntos del país- y finalmente la organización invitó a todos los seguidores que esperaban en la puerta del teatro a una oportunidad para ver a sus ídolos. “Tenemos doscientas entradas, no os pongáis nerviosos” gritaba un encargado de Live Nation, quienes producían técnicamente el concierto. Parte de la reducción de aforo venía dada por la colocación de plataformas para cámaras de video que grabarían profesionalmente todo el concierto, en principio, de cara a su emisión en MTV. Había un completo equipo de realización alrededor de la mesa de sonido así que el show de Barcelona tiene visos de aparecer editado de un modo u otro en el futuro.
Un repertorio eterno e inesperado
A las 22:00 exactas, el grupo salió al escenario y lo hizo a tope desde el minuto uno. Arrancaron “I’ll Stick Around”, el tema que nos dio a conocer a Foo Fighters hace ya veintidós años. A partir de ahí, la histeria en la pista central del recinto se desató y ya no frenó hasta casi tres horas después. Una generación, la de los 90, ha perdido a casi todos sus ídolos. No hay Kurt, no hay Chris, no hay Scott, no hay Layne. Y ahí estaba Grohl, canalizando las ganas de rockear de toda esa gente que se ha quedado sin referentes de su era con los que vociferar en directo. The last of the rockstars,
El sonido fue algo agazapado en un primer momento y fue mejorando a lo largo de la noche. El ataque de guitarras y voces desgarradas de los Foo quizá no fue lo que tenían en mente los arquitectos del espacio, pero terminó sonando muy solvente y limpio, especialmente a partir del tercer tema, un “Learn to Fly” que puso a todo el mundo a saltar al unísono.
Dado que se trataba de la presentación de “Concrete & Gold”, la banda no escatimó en nuevas canciones. Hasta seis selecciones del nuevo disco sonaron en el show, y pese a que el trabajo llevaba un día en la calle, la gente las hizo suyas y las coreó a voces. “The Sky is a Neighbourhood” fue la primera en sonar y el público aulló como si fuese ya un clásico. Otras como “La Dee Da” pasaron un poco más desapercibidas, pero donde se atisba un clásico futuro es, sin duda, con el reggaeton rockero de “Run” (¿en serio nadie ha observado que el patrón de batería de Taylor Hawkins podría ser de un tema de Don Omar?). Cabe decir que, sobre el setlist que había pegado en el escenario y lo que terminó sonando, hubo varios abismos. “Run”, por ejemplo, no estaba ni prevista y salió como si nada en el tramo final del show. Hace tiempo que Grohl ha optado por la vía Springsteen: el setlist es un indicativo de lo que te gustaría tocar. Lo que termines tocando puede variar mucho.
Cuando el show llevaba apenas tres cuartos de hora en marcha, Grohl le preguntó al público: “¿qué os parece si tocamos una hora?”. La negativa fue unánime. “¿qué os parece si mañana llamáis a vuestro trabajo y decís que vuestro tio Dave os ha dicho que no hace falta que vayáis?”. El rugido fue, también, unánime. Grohl es como es tio enrollado que se niega a cumplir los años que tiene y que anima cualquier fiesta. A lo largo de todo el concierto, tanto el como el resto de la banda, se comportaron como si estuviesen tocando en el estadio olímpico, pero cabe decir que la tensión musical y el grueso del show lo llevan Grohl y Taylor Hawkins. El nivel de compenetración entre ellos dos es prácticamente hipnótico. El resto de la banda, tanto el distinguido Pat Smear como los casi invisibles Nate Mendel, Chris Shiflett y Rami Jaffee se comportan como músicos de apoyo en un diálogo entre batería, voz y guitarra que es el hilo conductor de toda la energía que circula en un show de los Foo.
A lo largo de todo el show se sucedieron innumerables guiños a otras bandas: hubo intentos del riff de “Rocket Ride” de Kiss, guiños al “Blitzkrieg Bop” de los Ramones, al “Another One Bites the Dust” de Queen…de todo menos guiños a Nirvana, algo que Grohl tiene en un lugar muy sagrado y no saca nunca en directo. No faltó casi ningún hit de la banda, dejando al público más que satisfecho. Especialmente emocionantes fueron “My Hero” y “Best of You”, donde Grohl directamente se sentó en la tarima de la batería durante unos segundos a ver como el público seguía coreando el tema después que ya se hubiese acabado. Pero más emocionante fue ver como el público perdía absolutamente los estribos en “Monkey Wrench”, “Breakout” y, especialmente, en el cierre con la eterna “Everlong”. No se dejaron nada en el tintero: incluso le dedicaron la olvidadísima “Sean” (que salía en el EP “Saint Cecilia”) a su técnico Sean, que cumplía años esa noche.
Sin duda, el show de Foo Fighters será algo que recordaremos durante años. El nivel de entrega, el ambiente en la sala, lo único y exclusivo de la ocasión y el setlist y selección de temas fueron factores que contribuirán a que este concierto sea una batallita que contar a nuestros nietos. No nos olvidemos que la banda no tiene por qué hacer esto ni le debe nada a sus fans. Pero lo hacen. Y lo hacen con todo el convencimiento del mundo, como si estuviesen haciendo su primer concierto. Por eso Foo Fighters son grandes y llenan estadios y muchas de nuestras bandas de metal que no salen de sus fórmulas, de sus shows de hora y media haciendo el mismo setlist durante cien conciertos, jamás saldrán de las salas de mediano aforo. Porque jamás conseguirán conectar de una manera tan profunda con un público que, cuando acude a un show de Foo Fighters, se siente especial y único por una noche. Sea en una sala de mil personas o en un estadio de cuarenta mil.
Enormes. Simplemente enormes.
Promotor:Sony Music Spain
Día:15-09-2017
Hora:22:00
Sala:Barts
Ciudad:Barcelona
Puntuación:10
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