Se despidieron y doce mil personas se fueron satisfechas a casa. Un sonido perfecto, un espectáculo audiovisual a la altura, un grupo entregado y musicalmente intachable y una noche de verano cálida. ¿Qué más se puede pedir?

Creo que, a estas alturas de la película, todos hemos aceptado ya que lo de Scorpions fue una jugarreta comercial. Una banda que está a semejante nivel musical y de energía no tiene ningún futuro retirándose. Podemos seguir haciéndonos los engañados y estafados, pero lo que está claro es que nadie pone una pistola en la cabeza a doce mil personas para que salgan de sus casas un domingo por la tarde, paguen 60€ y se pongan a ver a esta banda alemana a regañadientes. Vaya, al menos, no era esa la impresión que tenía cuando en el Palacio de los Deportes (vale, el Barclaycard Center) la masa enardecida cantaba a gritos “Rock You Like a Hurricane” empañada en sudor y cerveza. Me daba la impresión de que allí había un montón de gente a la cual sencillamente le gustan los Scorpions, sabe que es mejor verlos ahora que lamentarnos cuando no estén y que se lo estaba pasando en grande. Además, seamos sinceros: lo de las falsas giras de despedida comenzó haciéndolo Ozzy en 1992 y estamos en 2016. Y ahora está en la “gira de despedida” de Black Sabbath. Indignarse es fútil. Pasen y disfruten de un sexagenario Rudolf Schenker corriendo por la pasarela central del escenario y recuerden que su abuelo, a la misma edad, decía tener todo tipo de achaques y en las cenas de navidad decía eso de “ay, este serán las últimas navidades que pasaremos todos juntos”.

El concierto de Scorpions en Madrid fue el primero desde sus dos noches en Vistalegre a modo de “despedida”. Fueron 16.000 personas las que vinieron a verles, así que meter a 12.000 solo dos años después y habiendo tocado en Rock Fest 2015 y dos ciudades españolas en esta misma gira está muy bien. si en aquella ocasión les acompañaban Steel Panther, en esta ocasión fueron los suecos Sabaton que pese a ser la banda más prometedora del heavy metal en la actualidad, pasaron sin pena ni gloria por Madrid, atendiendo a que el público de Scorpions es notablemente más mayor que el fan medio de Sabaton (de estos había unos cuantos por las primeras filas dándolo todo). La propia banda reconocía el hecho al día siguiente en una entrevista. Fue un público duro y poco colaborador el que tuvieron Sabaton, al contrario que en Córdoba, donde el personal se volcó increíblemente con ellos desde la primera canción. La banda, por su parte, sacó toda la artillería necesaria: “Ghost Division”, “Carolus Rex”, “Swedish Pagans”, “To Hell and Back”, “Primo Victoria” e incluso la nueva “The Lost Battalion”, que será uno de los temas que más pegará de “The Last Stand”, su nueva obra.
El escenario quedó rápidamente preparado para Scorpions, con un telón cubriendo todo el frontal del mismo. La banda no se hizo de rogar durante media hora como el día anterior en Córdoba y salió con solo cinco minutos de retraso sobre el horario previsto, atacando inicialmente con “Going out with a Bang” y mostrando su escenario totalmente recubierto de pantallas, el mismo que pudimos ver el año pasado. El setlist fue también el mismo y así pues, el segundo tema en sonar fue “Make it real”, con las primeras carreras por la pasarela central por parte de un Rudolf Schenker desatado, como siempre. Puede que sobre el escenario no sea el de 1984 -no hay más que ver el video de Japón de aquel año- pero sigue siendo un bloque imparable de energía. Estando a un par de metros de él en el foso de fotógrafos le puedes escuchar gritar a viva voz y pasárselo en grande, totalmente motivado con lo que está haciendo 51 años después de empezar.
“The Zoo” fue otro de los grandes momentos de la noche, con Matthias Jabs haciendo su clásico solo con el talkbox mientras Klaus Meine reparte baquetas a diestro y siniestro con la mayor de sus sonrisas y Rudolf y Pawel Maciwoda coronan las pasarelas superiores del escenario.
La densa y árida “Coast to Coast” fue la siguiente parada del recorrido, con la voz de Meine tomándose un breve descanso. Tras eso llegó el medley de temas de los años ’70 con “Top of the Bill / Steamrock Fever / Speedy’s Coming / Catch your Train”, que la gente vivió con soberana indiferencia, ajenos a que antes de 1982, Scorpions ya eran una banda. La colaboración ciudadana volvió para los coros de “We Built This House”, el hit más reciente de la banda y donde se notó que al final lo que quiere oír es lo que conoce y lo que puede corear fácilmente. Las suites instrumentales y las “rarezas recuperadas” que piden cien fans en Facebook son ignoradas por el gran público.
La principal diferencia entre los shows de 2014 y 2015 y esta nueva gira era el añadido de Mikkey Dee a la batería. Tras la triste desaparición de Lemmy y el fin de Motorhead, Mikkey Dee ha encontrado en Scorpions una nueva casa y, pese a que se habla de una sustitución temporal de James Kottak, Mikkey cuadra demasiado con Scorpions como para que le echen dentro de seis meses o un año. El tiempo dirá, pero Mikkey Dee le ha dado aún más vida a Scorpions y su integración en la banda ha sido perfecta. Incluso en las baladas, donde Motorhead no tenían demasiada experiencia. La banda realizó un set más calmado a medio show con «Always Somewhere / Eye of the Storm / Send me an Angel» seguido de «Wind of Change», lo cual amansó a las fieras. El viejo truco de bajar de revoluciones para luego volver a subir y llegar a la linea de meta con más fuerza que nadie. Así pues, «In The Line of Fire» y «Dynamite» dieron paso al tremebundo solo de batería de Mikkey volando por los aires (ésta vez sin sevillanas). El público recibió a Mikkey como si fuese el hijo pródigo. No en vano, es técnicamente muy superior a Kottak y su pegada sigue siendo asombrosa.
El fin de show vino dado por tres hits: «Blackout» fue el primero, con Rudolf y su guitarra humeante corriendo por el escenario, «No One Like You» para poner la nota melódica y «Big City Nights» para recordar el eterno sonido de 1984 y de una banda que estaba en la cúspide.
Volvieron para el bis tras cinco minutos de reposo. No es viable entender el éxito de Scorpions sin «Still Loving You» y posiblemente un buen porcentaje de esas doce mil personas que había en el recinto tampoco conocerían a Scorpions si no fuese por esa canción. Cuando sonaron los primeros acordes, la gente explotó: millones de recuerdos, de primeros besos, de borracheras a horas intempestivas cantando «estiiiil looovin yuuuu» con tus colegas, se agolparon en la conciencia colectiva del público del Barclaycard. Y por eso, justamente por eso, Scorpions siguen girando. Porque pocas bandas pueden generarle ese aluvión nostálgico al público. Tan solo aquellas con cuya música has compartido 25 o 30 años de tu vida. O 50. Pero las baladas, pese a ser uno de los fuertes de Scorpions, no son su principal baza. El cierre del concierto tan solo podía venir de la mano del otro tema más conocido de la banda después de las dos baladas archiconocidas: sonó «Rock You Like a Hurricane» y el Barclay se vino arriba otra vez, demostrando que la infalibilidad de «Love at First Sting» como disco clave de la carrera de la banda sigue intacta.
Se despidieron y doce mil personas se fueron satisfechas a casa. Un sonido perfecto, un espectáculo audiovisual a la altura, un grupo entregado y musicalmente intachable y una noche de verano cálida. ¿Qué más se puede pedir?

Promotor:Rock N Rock

Día:2016-07-03

Hora:20:15

Sala:Barclaycard Center

Ciudad:Madrid

Teloneros:Sabaton

Puntuación:9