En muchas ocasiones, las tragedias tienen un lado positivo, por complicado que parezca en un primer (o tercer) momento. La muerte de Eric Fletcher Waters en 1944 destrozó  la infancia del por entonces recién nacido Roger Waters. La batalla de Anzia, en Italia, se llevó una vida, como tantas otras fueron cesadas en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. A cambio de ello, la humanidad recibió una de las obras musicales más concienzudas de la historia, “The Wall”.

Roger declaraba recientemente a la revista Rolling Stone que en 1946 vio como en el colegio comenzaban a aparecer los padres de muchos niños, que venían a buscarlos. Pero el suyo jamás vendría. Su agitación, comprensible, provocó que el jovencísimo Roger le dijera a su madre “me voy a subir en un tractor para ir a Italia a buscar a mi padre”. La determinación con la que Roger le dijo eso a su madre fue total. Pero su madre le indicó que no podía ir hasta Italia en un tractor. Entonces Roger frunció el ceño, miró a su madre y dijo “pues me voy en un autobús de doble piso”. “Es divertido” explicaba Waters en la entrevista “pero a la vez, un poco triste”.

La ausencia de su padre fue el punto de partida de “The Wall”, unido a las frustraciones que rodeaban la vida de Waters en 1978, cuando el disco comenzó a gestarse en su cabeza, como el divorcio de su primera esposa Judy, la locura de su amigo Syd Barrett que implicó su salida de PINK FLOYD en 1969, las presiones de la vida en la carretera…

 En el último concierto de la gira “Animals”, en el Estadio Olímpico de Montreal, allá por 1977, Waters se encontró con un público hostil, que no dejaba de encender petardos, gritar y comportarse como una colección de ganado. En un determinado momento del show, un fan de las primeras filas no dejaba de pedirle a gritos a Roger que tocara “Careful With That Axe Eugene”. Su interminable insistencia provocó que Waters perdiera los nervios y le escupiera enfurecido desde el escenario. Un Waters reflexivo se dio cuenta a posteriori de como la creciente popularidad de PINK FLOYD, la mayor banda de rock psicodélico y progresivo de la historia, estaba haciendo que se acrecentara la distancia con la audiencia (además de entre los propios miembros de la banda), tocando en impersonales estadios ante audiencias en las que reinaba el caos, el abuso de sustancias de todo tipo y la masificación. El muro ya estaba colocado. Tan solo faltaba hacerlo visible.

El muro de Waters, construido ladrillo a ladrillo, era una metáfora muy bien planteada, sobre como nuestras decepciones, frustraciones, problemas y neurosis van llevándonos cada vez más cerca del aislamiento. Cada obstáculo es un ladrillo y Waters especificó cuales eran sus ladrillos en una obra de casi dos horas de duración en la que se vació por completo. Aún le quedó un cierto remanente, que terminó de expulsar con “The Final Cut”, el último disco de los PINK FLOYD clásicos, o de lo que quedaba de ellos en 1983. Sin lugar a dudas, “The Wall” era la criatura de Roger Waters de principio a fin. PINK FLOYD casualmente interpretaron la música que acompañaba a la historia, aunque es innegable que David Gilmour llevó el disco un paso más allá con su participación compositiva en “Comfortably Numb” y “Run Like Hell”, dos de los temas más conocidos tres décadas después.

Cuando “The Wall” se editó originalmente en las navidades de 1979, el éxito fue inmediato, con el single “Another Brick in the Wall Part 2” coronando las listas en plena era de la música disco. La banda salió de gira en 1980 a presentar el disco llevando a cabo su espectáculo más ambicioso hasta la fecha, escenificando toda la historia del disco en directo. El público llegaba al recinto para encontrarse con un muro a medio construir. Durante la primera parte de la obra, el muro se iba construyendo progresivamente, llegando al intermedio con éste totalmente erguido ante la multitud y ocultando a la banda tras él. La acción se desarrollaba mediante proyecciones en el muro y con apariciones puntuales de Waters ante éste. Al final del show, el muro caía y, como la propia obra, nos hacía llegar un atisbo de esperanza, haciéndonos ver que no todo estaba perdido, que debemos evitar encerrarnos en nosotros mismos.

En 1980 y 1981, el show original de “The Wall” llegó a tan solo cuatro ciudades, Los Angeles, New York, Londres y Dortmund. En cada ciudad se realizaron múltiples conciertos, debido a lo costoso de mover el montaje por todo el mundo. Los precios de las entradas de entonces provocaron que la gira perdiera mucho dinero, aunque el disco llegaría a vender más de 30 millones de copias en todo el mundo con el paso de los años. Tras la película de “The Wall”, dirigida por Alan Parker y editada en 1982 con Bob Geldof como protagonista, el muro quedó olvidado hasta que en 1990, el gobierno alemán decidió eliminar la barrera arquitectónica que separaba el Este del Oeste  y derribar el muro de Berlín. Con ello, cayó el símbolo de una era y Waters decidió que era el momento perfecto para hacer su particular representación escénica de la compleja psique que poseía y las neurosis que en ella habitaban. Con más de 250.000 personas en asistencia y un gran número de invitados acompañando a un Waters que ya había dejado atrás PINK FLOYD y que buscaba su lugar en solitario, la actuación de Berlín se sigue recordando a día de hoy como, probablemente, el concierto de rock más grande de todos los tiempos junto con el Live Aid de 1985.

Treinta años después de la gira original de “The Wall” y veinte años después del concierto histórico de Berlín, Waters ha decidido enfrentarse a lo que le quedaba por hacer en ésta vida: la gira mundial de “The Wall” con el show completo, actualizado para encajar en los tiempos actuales y con una respuesta popular absolutamente masiva. Con más de cien conciertos en todo el mundo y ciudades en las que habrá hasta cuatro actuaciones, en 2010 Waters realizará su gira más masiva como artista en solitario. Y tiene 67 años.

Tras iniciar el tour en Toronto el pasado 15 de septiembre, me puse en marcha hacia Chicago para experimentar el show con mis ojos y oídos el 20 de septiembre, durante la primera de sus cuatro noches en el United Center de la ciudad del blues. No se puede decir que tuviera mucho tiempo de integrarme en el entorno, pues llegué a Chicago dos horas exactas antes del show y me largué doce horas después de que acabara. ¿Viaje de placer? No en cuanto a planteamiento, si en cuanto a la experiencia vivida. Antes de seguir, recomiendo a cualquier persona con un mínimo interés en la música y el arte en general, que acuda a los shows de Barcelona y Madrid en marzo del año que viene. Será el mejor concierto que vean en sus vidas. Nada se le acerca ni remotamente. Y lo dice un fan de KISS.

Llegué al United Center apenas media hora antes del comienzo del show, sin tenerlas todas conmigo acerca del pase y la entrada que me debían dar acceso a fotografiar y ver el show. Pero como decía Aníbal de “El Equipo A”, me encanta que los planes salgan bien. El show comenzó a las ocho de la tarde puntualmente, pero no fue con una explosión, una introducción grandilocuente o una nave trayendo a Waters desde las gradas al escenario. Fue un simple vagabundo empujando un carro de la compra, dando la vuelta a toda la zona de pista, quien dio inicio al concierto. Tras un rato, la seguridad del show le increpó para que se marchara, pero antes de hacerlo, siguió paseando brevemente con su carro hasta llegar al escenario. De su carro sacó un muñeco de Pink, el mismo que aparece en las animaciones que Gerald Scarfe realizó para el artwork del disco y la película, y lo lanzo al escenario. De ese modo y con la pirotécnia volando por todo el escenario, dio inicio el show más grande de todos los tiempos. “In The Flesh” sirvió para que Waters apareciera en escena, victorioso y contento, demostrando que dos décadas de psicoterápia han hechp de él una persona distinta. Cogió su cazadora negra de un maniquí que había plantado en el frontal del escenario, con el símbolo de los dos martillos cruzados en el brazo izquierdo. Se puso sus gafas de sol, que le dan ese aspecto tan repulsivo y fascistoide y comenzó la narración musicada de su miseria personal con aquello de “so you thought you might like to go to the show”, ante el delirio generalizado. El final del tema tuvo un display pirotécnico absolutamente alucinante, que debía haber sido coronado por una replica de un bombardero Stuka contra un lateral del muro. Viendo que el Stuka estaba preparando y en su sitio, sorprendemente no llegó a colisionar contra el escenario, probablemente por algún problema técnico. Así dio comienzo el show de shows, aunque tras el himno rockero y vacío de turno, que así lo concibió Waters, llegó el momento de ponerse serios. En “The Thin Ice”, la primera imagen que aparece en la pantalla circular que sirve de fondo para el escenario, es la del padre de Roger, vestido con su uniforme, seguido de la ficha con los datos de cuando nació, cuando murió y porqué. Seguidamente aparecieron las fotos de un soldado norteamericano y de una mujer musulmana, seguidas de la información de sus decesos, dando a entender que la guerra es absolutamente fútil para todo el mundo, sin nacionalidades que valgan. Obviamente, luego llegó el momento de “Another Brick In The Wall Part 1”, con Roger acercándose al frente del escenario para cantar lo de “daddy’s flown across the ocean, leaving just a memory”. Waters se recreó en las líneas de bajo que dan forma a toda la estructura de “The Wall”, antes de retirarse brevemente a la zona principal del escenario mientras un foco blanco escaneaba al público y sonaba un helicóptero y aparecía en escena el muñeco inflable del profesor. “You” gritó Waters. “Yes You!” dijo señalando al público. “Stand still laddie”. Y pam! “The Happiest Days of Our Lives” seguido de “Another Brick In The Wall Part 2”, donde se alcanzó uno de los primeros cénits del concierto, que hubo muchos. La oda de Waters contra el sistema educativo y el abuso que ejercen los profesores sobre sus alumnos puso a todo el público en pie. No era para menos. En el segundo verso, el frontal del escenario se llenó rápidamente con unos quince niños y niñas, de diferentes razas y credos, que interpretaron la letra del tema vistiendo una camiseta que rezaba “Fear Builds Walls”. Waters interactuaba con ellos y tenían la coreografía muy bien aprendida, yendo contra el profesor inflable  simbólicamente durante el primer solo, interpretado por el fuera de serie David Kilmister. Tras la marcha de los niños llegó el segundo solo, a cargo de Snowy White (quien participó en las representaciones de 1980 y 1990 como músico de apoyo) y finalmente el tercero, a cargo del recién llegado G.E Smith, que también se ocupa del bajo. El resto de la banda la completan Jon Carin a los teclados, Graham Broad a la batería, el hijo de Waters, Harry, a los teclados, el vocalista de sesión Robie Wyckoff – que ejecuta las partes de David Gilmour- y finalmente Jon Joyce, Pat Lennon, Mark Lennon y Kipp Lenon encargándose de los coros. Como conclusión interesante, podemos decir que Waters necesita a cuatro personas para hacer lo que antes hacía Gilmour él solito.

Mientras todo sucedía, el personal iba construyendo el muro, con “ladrillos” de cartón plegables con una pequeña estructura interna que permitía que se mantuvieran en una posición fija. Una serie de plataformas hidráulicas servían para que el personal fuera construyendo en altura según las necesidades del show. Mientras, el inflable de la madre sobreprotectora hizo aparición para la interpretación de la gran “Mother”, mientras que el muro mostraba las proyecciones de una cámara de seguridad que todo lo vigila al estilo Big Brother, una de las muchas referencias Orwellianas que hay durante el show. Es uno de los muchos retoques que Waters ha hecho al show para hacerlo actual, cambiando a la madre sobreprotectora por el gobierno receloso de la libertad de sus ciudadanos.

“Goodbye Blue Sky”, con el muro ya bastante avanzado, trajo imágenes de aviones bombarderos que lanzaban cruces, estrellas de David, símbolos musulmanes, además de logotipos de Shell o Mercedes, todos ellos de color rojo, hasta que el muro acumulaba tantos que se convertía en una piscina de sangre, justo cuando el coro masculino cantaba el título del tema. El inicio de la parte más neurótica del show llegó con “Empty Spaces”, que mantiene intacta toda la tensión, mientras las raíces de dos flores van apareciendo por cada lado del muro y llegan a su grotesco símil de cópula en la pantalla circular. El anticonsumismo hace aparición en “What Shall We Do Now?” que parte del público incluso coreaba. “Young Lust” ponía el punto gamberro, un tema de simple hard rock en que Waters nos da un paseo por la soledad del músico en la carretera y sus intercambios de fluidos con groupies. Kilmister hizo una buena labor replicando el tono gamberro y dejado de la guitarra original de Gilmour.

El muro muestra luego dos ojos gigantes, mientras la operadora telefónica intenta conectar a Pink que está de gira en América con su primera mujer, pero al teléfono responde un hombre, una referencia directa al incidente que llevó a la ruptura de la relación entre Roger y Judy Waters. La groupie petarda hace acto de presencia en las proyecciones y en el sistema de sonido con aquello de “oh my God, what a fabulous room, are these all your guitars?” y Waters, que estaba esperando sentado a oscuras en una de las escaleras del escenario, comienza a interpretar “One of my Turns”, con el dramatismo requerido. Luego llega la desesperada “Don’t Leave Me Now”, donde es de suponer que Waters se ayuda de grabaciones en algunos puntos, algo ya rumoreado en giras anteriores debido al estado de su voz. Cabe decir que es realmente impactante escuchar el destrozo de la TV a través del sistema cuadrafónico mientras parece que el muro se rompa en mil pedazos al inicio de “Another Brick In The Wall Part 3”. Tras “The Last Few Bricks”, ya solo quedaba un ladrillo por poner y Waters se asoma al hueco y canta “Goodbye Cruel World”, antes de que el último ladrillo sea puesto en su lugar.  La tensión que se vivía en el recinto era impresionante, con todo el United Center estallando en aplausos.

Durante el intermedio, de unos treinta minutos, el muro tuvo proyectadas continuamente las fotos y fichas de personas desaparecidas en distintas guerras, como las de Afghanistan, Irak, las Guerras Mundiales y demás. Se trata de fotos que los fans han ido enviando a Waters vía Facebook y a través de su propia web de cara a su utilización en este punto del show. Todo un gesto de clase y una manera de conectar su pérdida con las que ha sufrido el resto del público.

La segunda parte comenzó con “Hey You” interpretada totalmente desde detrás del muro y lo mismo con “Is There Anybody Out There?”, hasta que se abrieron un par de ladrillos en un lado del  muro para que Kilmister y White ejecutaran el tema a la vista del público. Waters reapareció en “Nobody Home”, recreando la escena de la habitación de hotel con una plataforma que se despliega desde el muro y tiene un televisor, mesa, sillon y demás, todo preparado para que Waters cante el tema con el público coreando todo palabra por palabra. Fue emocionante, por decir algo obvio.

El mensaje político fue en aumento con “Vera”, dedicada a la artista Vera Lynn cuya música impregnó la época de la Segunda Guerra Mundial, y la celebrada “Bring The Boys Back Home”, de especial significado en Estados Unidos, donde la acción militar allende los mares es muy importante. Las imagenes que aparecían proyectadas en el muro te hacen un nudo en la garganta, aunque el rollo del orgullo americano no vaya contigo, porque la situación es común a cualquier país que haya participado en cualquier conflicto del tipo que sea. Pero la historia vuelve de nuevo a Pink y su delirio con la celebradísima “Comfortably Dumb”, donde Pink (con obvias referencias a Syd Barrett) se encuentra demasiado mal para salir a escena y se le administra cierta inyección para ponerle en marcha, dejandolo cómodamente atontado. El vocalista de apoyo Robie Wyckoff apareció en lo más alto del muro cantando las partes de Gilmour, mientras que acto seguido, al otro lado apareció David Kilmister interpretando los solos. Waters disfrutaba tremendamente de todo el asunto, con un lenguaje corporal muy explicito al respecto, casi parecido al que usaba en el Live Aid del 2005, dando a entender que aquello era el momento de su vida. El solo final del tema estuvo bien aunque, como es obvio, nadie puede hacerlo como Gilmour. No quiero ni imaginar lo que sentirá el público la noche en que miren hacia arriba y en lugar de ver a Kilmister, vean a Gilmour, tal y como prometió a Waters a cambio de su participación en un evento caritativo.

El show debe seguir, como decía la siguiente canción del concierto, “The Show Must Go On”. Desde debajo de la prolongación delantera del escenario aparecen baterías, teclados y todo tipo de instrumentos para que la banda prosiga el show desde delante del muro, antes de que Pink comenzara su particular delirio y montara su rally fascista con el retorno de “In The Flesh” y la aparición del cerdo negro que volaba por todo el United Center con mensajes en su lomo como “Trust Us” o “Them not Us” y “Run Like Hell” (impresionante, absolutamente sin palabras para describirla en todo su esplendor intimidante y fascistoide, con toda la banda vestida con el uniforme con el crespón de los martillos). El único contacto de Roger con el público llegó justo antes de “Run…”, preguntándole al público si a alguien le preocupaban las cosas o si alguien era débil, como en los shows de 1980 y 1981. Las imágenes de dictadores como Hitler, Mussolini o Tao con cascos de iPod y slogans como “iKill” manchando el muro de sangre eran altamente descriptivas. Incluso hizo acto de aparición el reciente video de Afganistan filtrado por WikiLeaks en el que se ve a un soldado estadounidense disparando indiscriminadamente a tres personas, provocando la sorpresa del público por la violencia de las imagenes. Políticamente correcto no es el calificativo para el show de Waters en el 2010. Y conformista mucho menos.

El fascismo continua en “Waiting The Worms”, con Waters delirando ya por completo, subido en su púlpito y arengando a la supuesta masa a cargarse a judíos, maricones, negros y todo lo demás. La manera en que Waters ejecuta el papel intimida, explorando el lado más oscuro de la maltrecha psique humana. Pero con “Stop!” llega el fin del asunto, seguido del juicio a Pink en “The Trial”, con toda su pomposidad sinfónica y la interpretación teatral que Waters hace del diálogo del juez, el profesor, la mujer y la madre. Hasta que llega el inevitable “Tear Down The Wall”, secundado por todo el público y que termina con el muro cayendo violentamente y provocando un largo aplauso del público, ya totalmente entregado a la superproducción más grande de la carrera del músico británico. Pero aún faltaba una pieza y esa era la esperanzadora “Outside The Wall”, interpretada por toda la banda a base de mandolinas, acústicas y sus voces mientras el confetti volaba por todo el recinto celebrando la caída del muro. Un Waters realmente emocionado dio las gracias al público asistente y se retiró tras dos horas de intenso show.

Tras esto, uno puede dejar de ver conciertos para siempre. Nada llega a la altura de “The Wall”, ni escénica, ni conceptual ni musicalmente, por separado y en conjunto. Es el show definitivo y todo el mundo debería verlo una vez en la vida como mínimo. Aunque las contradicciones están ahí. El mensaje anticonsumista de algunos puntos de la narrativa (como “What Shall We Do Now?”) no casa demasiado con las camisetas a 45 dólares, los llaveros a 15 dólares y demás. Pero que vamos a criticar nosotros, si en el fondo los stands de merchandise estaban abarrotados durante el intermedio… Aunque pasen treinta años, “The Wall” sigue siendo vigente porque, a fin de cuentas, la sociedad no ha cambiado tanto desde 1980. Y viendo el show de Waters, te das cuenta de que nuestras misérias y las de la generación previa son exactamente las mismas, solo que con otros nombres.

Magistral.

Texto y Fotos: Sergi Ramos (sergi@themetalcircus.com)

Promotor:Live Nation

Asistentes:11000

Día:20/09/2010

Sala:United Center

Ciudad:Chicago

Puntuación:10