En pocas ocasiones es posible poner a 18.000 personas de acuerdo. Es más, es prácticamente imposible. Sólo un partido político, un equipo de fútbol o una gran causa puede conseguir que 18.000 personas caminen en una misma dirección, con una misma intención, con un mismo fín.

En pocas ocasiones Roger Waters decide salir de gira con el motivo principal de interpretar uno de sus mayores éxitos como compositor, el ya lejano “Dark Side Of The Moon” de 1973. El ex –líder de PINK FLOYD es muy consciente del peso específico que ese disco tiene en la memoria colectiva de medio planeta, incluso por encima que “The Wall” y futuros esfuerzos de los Neo-Floyd de Nick Mason, Rick Wright y David Gilmour. Por ello, el hacer una gira en la cuál el disco es interpretado de cabo a rabo (algo que ya hicieron los propios PINK FLOYD en su última gira, en el año 1994) es una garantía de éxito.

En pocas ocasiones, decía, se puede ver un concierto con una carga tan angustiosa y a la vez liberadora como cuando uno ve a Roger Waters en directo. La imaginería belica, la reivindicación inteligente y enardecedora de las masas y la emotividad de las interpretaciones forman un conjunto sin parangón. La voz herida y evocadora de Waters consigue que el público se vuelque con la letra de cada canción, ya sea nueva, vieja, de los Floyd o de su repertorio en solitario.

Roger Waters reinó en el Palau Sant Jordi con un repertorio perfecto, una interpretación magistral, una banda precisa y un espectáculo mágico. Su visita era la primera en cinco años, desde la gira “In The Flesh Live”, realizada en el año 2002. Por entonces, Waters presentaba un repertorio mucho más variado y con mucha más presencia de su carrera en solitario a lo largo del set-list. En ésta ocasión poco había de la carrera en solitario de Waters, de no ser porque muchas de las canciones que toca a lo largo del set son tan suyas que es casi imposible distinguir entre carrera en solitario y carrera con PINK FLOYD.

Alrededor de las 21:30h, sin ninguna clase de teloneros, el público ya estaba en estado de ebullición. Una enorme pantalla que ocupaba toda la parte trasera del escenario mostraba una imagen de cámara fija en la que se podía ver una radio, una botella de licor, un cenicero y algunos detalles sutiles como un avion de la segunda Guerra Mundial colocado sobre el transistor. La radio emanaba distintos clásicos de época, como el “School Days” de Chuck Berry. De vez en cuando, la mano de una persona aparecía para soltar la ceniza del cigarro. El público gritaba cada vez que la mano aparecía hasta que las luces se apagaron y ya nada importó. La banda tomó posiciones y un sonriente Waters apareció en escena, iluminado por un cañón enorme de luz y –como viene siendo habitual- con su pelo engominado hacia atrás y un sobrio traje negro a juego con su bajo del mismo color. El cañón de luz le sigue hasta llegar al centro del escenario, donde grita “Eins, Zwei, Drei, Vier” y la pirotécnia ciega a todo el público. “In The Flesh” estalla a través del sistema de sonido cuadrafónico y la mística floydiana campa a sus anchas por el recinto.

Waters vuelve al centro del escenario armado con una acústica. Un contrapunto muy sobrio al final bombástico de “In the Flesh”. Waters interpreta un sentido “Mother” que es coreado por gran parte del público. Pero el tema mejor recibido de la primera vuelta del concierto fue, sin duda, “Set The Controls For The Heart Of the Sun”. El enigmático y cálido clásico de los tiempos de “A Saucerful of Secrets” sonó fresco, como si se hubiera compuesto hace un par de meses. El nuevo arreglo de Roger Waters hace el tema mucho más accesible que en las versiones de “Ummagumma” o “Live At Pompeii”, aunque sigue manteniendo la mística intacta.

Tras unos pocos segundos, montones de burbujas comienzan a llover sobre el público. Es uno de los efectos que Waters ha reservado para la interpretación de la añorada “Shine On you Crazy Diamond”. Syd Barrett aparece en las pantallas traseras y todo el tema se convierte en un homenaje de casi diez minutos al legendario y ya difunto líder creativo de los primeros años de Pink Floyd. El trabajo del saxofonista Ian Ritchie fue excepcionalmente bueno, como el de todos los músicos que rodean a Waters en directo.  Poco después llegaría el momento de “Have a Cigar”, extraída del mítico “Wish You Were Here”. Y precisamente hablando de “Wish You Were Here”, “Have a Cigar” fue brutalmente frenada por un estruendo que congeló a la banda. La radio y la mano que acompañó los minutos previos al show vuelve a aparecer, sintonizando el dial hasta que da con la intro del propio “Wish you Were Here”. El Sant Jordi se convierte entonces en un mar de voces que acompañan a Waters verso a verso, desde el “So, so you think you can tell” hasta el final del tema. Un momento muy emocionante y probablemente uno de los momentos más destacados de la noche.

Poco después Roger Waters vuelve al centro del escenario, acústica en mano. Allí interpreta versiones de”Southampton Dock” y “The Fletcher’s Memorial Home” antes de entrar en una enorme versión de “Perfect Sense”, donde la vocalista de acompañamiento Katie Kissoon consiguió algunas de las mayores ovaciones de la noche. Su voz obviamente negroide consiguió convencer a todos los presentes y el mensaje del tema, con pirotécnia incluída para realzar el efectismo, no podía ser más adecuado para el momento actual que se vive en todo el planeta. El tema fue introducido por un astronauta de helio teledirigido que voló por todo el Palau Sant Jordi hasta llegar al lateral del escenario.

A estas alturas, el público ya estaba a los pies de Waters desde hacía mucho rato. Waters se paseaba por el escenario, bajo en ristre, animando al público cuando no era su turno de cantar. Animado, risueño y feliz de estar sobre el escenario, al contrario que aquellos tiempos en que parecía que estar ante las masas le provocaba urticaria. Para ser un tipo que hizo todo un disco a partir de la sensación de aislamiento que sufre el artista ante las grandes audiencias congregadas en recintos gigantescos sabe trabajar a los miles de personas que vienen a verle con una maestría increíble. Imagino que la edad hace que todo el mundo se enternezca un poco y el sexagenario Waters no debe ser una excepción.  La reacción del público provocó un espontaneo cántico pro-Waters al que el propio Roger intentó quitar hierro diciendo “bueno, ahora sólo por esto os vamos a tocar una nueva canción”. Waters explicó que cuando tenía 17 años visitó Beirut y tuvo que hacer auto-stop de vuelta a Londres. Una familia de la zona le ayudó en aquel entonces y Waters asegura que aún no se ha olvidado de esa familia y del soporte que le prestaron. “Leaving Beirut” vino acompañado por una serie de imágenes de cómic en la pantalla trasera en la que se describía aquel momento de la vida de Roger. El tema fue variando, incluyendo múltiples referencias a la situación belicosa de Estados Unidos hoy en día. Especialmente revelador es el momento en el que Waters suelta “oh George, oh George, That Texas Education Must Have Fucked You up when You Were Very Small”, lo cual se lleva un rugido temible por parte del público.

Para terminar la primera parte del show, Waters saca uno de los caballos de batalla más fuerte del set-list: “Sheep” y el cerdo acompañante. La visita a la época de “Animals” es uno de los momentos más rockeros de la noche. El cerdo de helio por radiocontrol surca el Palau Sant Jordi, con varios mensajes reivindicativos escritos a lo largo y ancho de su superfície. Una gigantesca lluvia de confetti cubre a todo el personal y el cerdo vuela entre el confetti durante unos seis o siete minutos. En el escenario, uno de los mejores momentos de los años ’70 está siendo revivido. Llamaradas, psicodelia, mensaje político y social y una ejecución musical intachable. Cuando el tema finaliza, Waters se despide de la audiencia durante quince minutos, a lo que el público responde invadiendo cualquier barra y lavabo habido y por haber.

Mientras tanto, en la pantalla aparece la luna. Lejana, eso sí. Pero segundo a segundo, va haciendose más grande. Pasados los quince minutos ya es enorme y las luces vuelven a apagarse. El latido de corazón que protagoniza “Speak To Me” denota que en breves segundos vamos a poder vivir la interpretación completa del mítico “Dark Side Of The Moon”, la verdadera excusa para hacer ésta nueva gira. Los gritos desesperados nos conducen directos hacia “Breathe” y posteriormente a un lisérgico “On The Run”. El tema es interpretado de manera bastante más orgánica, con el batería Graham Broad marcando las pautas rítmicas, mientras el teclista Jon Carin y el hijo de Roger, Harry Waters, hacen mil diabluras con sus teclados. Como novedad, el tema se ve interrumpido en varios momentos por estruendosos pasos de un vagon de metro y de un coche de Fórmula Uno en la pantalla, a lo que el público responde confuso. Todo el mundo estaba esperando que un avión apareciera en cualquier momento volando hacia el escenario,  pero no sucedió.

Tras “On The Run” llegó uno de los grandes momentos de la noche. Los despertadores y relojes retumban por todo el Palau Sant Jordi y el público estalla en un grito de júbilo que sólo se ve interrumpido por el sútil rasgueo de dos cuerdas del bajo de Waters, el cual sirve para marcar el tempo de la introducción del tema cual reloj. El batería Graham Broad sale de su fortaleza de tambores para, de pié, despacharse a gusto con los rototoms que sirven de contrapunto percusivo a las propiedades atmosféricas del viejo clásico. Broad, en cierto punto, comienza a hacer algo más de lo que se espera la gente de ese momento, convirtiendo la intro en un pequeño solo de batería por así decirlo. La gente grita en señal de aprobación y el momento es eléctrico. Rápidamente, Broad vuelve a su kit de batería para comenzar la parte principal del tema, estando acompañado Roger por un gran coro de 18.000 voces que parece estar viviendo la noche de su vida.

El reprise de “Breathe” da paso a un sentido “The Great Gig In The Sky” en el que, en lugar de tres interpretaciones por parte de tres vocalistas femeninas, Kattie Kisoon se carga todo el peso del tema. Las lineas vocales son respetadas con mucha atención a la versión original, algo que se agradece en estos casos. Nada de las versiones alteradas que los PINK FLOYD de Mason, Gilmour y Wright presentaban en directo en la última época de la banda, especialmente dolorosas a veces en los años de “A Momentary Lapse Of Reason”.

El sonido de las cajas registradores devuelve a todo el mundo a la Tierra para una versión de “Money” cantada por el guitarrista Dave Kilminster. Junto con el legendario Snowy White hace un trabajo de guitarras enorme en el solo del tema, doblandose el uno al otro cada nota. Una relajada “Us And Them” sirve como continuación dentro de este extasis músical y con “Any Colour You Like” comienza a llegar uno de los grandes momentos del show. Un laser gigante comienza a rondar por todo el recinto, a la vez que una curiosa estructura se va desplegando alrededor del mismo, colgada directamente desde el techo del Sant Jordi. Fue en “Brain Damage” cuando se pudo ver que aquella estructura servía para formar un prisma a base de lasers que emitía todos los colores del arco iris, como en la portada de “Dark side Of The Moon”. El efecto es especialmente logrado y el gigantesco prisma barre todo el recinto mientras “Eclipse” lleva el set a un final espectacular, lacrimógeno y sólo propio de los grandes.

Aún hay mas, por supuesto. Los bises se inician con un Waters que presenta a toda la banda durante unos minutos. Cuando ha concluído la tarea, sin mediar palabra, las luces se apagan y un foco de seguimiento escrutiniza al público. En un determinado momento se para en un sector del público y Waters grita “You, Yes You, Stand Still Laddy”. Y comienza “The Happiest Days Of Our Lives”. El Palau Sant Jordi estalla definitivamente y cuando comienza “Another Brick In The Wall Part II” la cosa ya es de locos. La versión extendida del tema descoloca a algunos, pero en pro de los cánticos desesperados del público vale la pena. La pequeña suite de “The Wall” prosigue con la mítica “Vera” y una explosiva “Bring The Boys Back Home”, que toma especial significado en los tiempos que corren. Es sorprendente como la lírica de Waters es tan inmediata y aplicable al contexto actual mundial. Cuando creías que “The Wall” era un disco de 1980 resulta que podía haber sido grabado ayer y su temática habría sido igual de vigente.

Cuando el humo de las bombas de “Bring The Boys Back Home” aún no se había disipado, la banda entra de pleno en “Comfortably Numb” y un servidor ya no recuerda nada. Todo fue cantar y agitar la cabeza. ¿Qué otra cosa se puede hacer en una canción así? El intercambio de solos entre Snowy y Dave llevó el concierto a su final y las reverencias de la banda no parecían indicar que aquello fuera a continuar. Si, se echaba en falta un “Run Like Hell” para que el Waters mas desquiciado y paranoide pusiera fin al show, pero otra vez será.

Mientras tanto, me temo que cualquiera que acudiera al show debe estar todavía escuchando una y otra vez discos de PINK FLOYD, recordando su grandeza. Es uno de los efectos colaterales de este tipo de conciertos. Y sobretodo, no dejéis que os lo expliquen. No veáis videos de la gira en You Tube. Vividlo en directo, merece cada uno de los euros que pueda costar, incluso si a priori parecen demasiados.

Texto y Fotos: Sergi Ramos

Promotor:Gamerco

Asistentes:18000

Día:21/04/2007

Hora:21:30

Sala:Palau Sant Jordi

Ciudad:Barcelona

Teloneros:

Puntuación:10