No cabe duda de que es un momento dulce para Richie, especialmente con el éxito que están generando The Winery Dogs. Por el otro lado no deja de ser un poco frustrante ver como el público tira más por la superbanda que por el artista en solitario, cuando el alma de las canciones no deja de ser la misma. En cualquier caso, bien por Richie. 

Extraña noche la que nos deparó la nueva visita de Richie Kotzen a Barcelona. Y digo extraña porque no es habitual ver al maestro Kotzen ante una sala desangelada ante apenas un par de cientos de personas. Sus anteriores visitas cosecharon gran éxito -especialmente la de la sala Salamandra en 2012- pero por algún extraño motivo que desconocemos en esta ocasión no tuvo la misma suerte. Adicionalmente, el concierto planteado se enmarcaba dentro de un festival llamado “Be Guitar, My Friend”, una iniciativa de la promotora Madness Live al hilo del festival progresivo Be Prog My Friend, pero que finalmente quedó algo coja. Estoy seguro de que la idea era unir en esa fecha algún otro tour guitarrero que debió fallar a última hora. Sin embargo, la noche contó con la participación de un Javier Vargas que todos hemos visto en varias ocasiones y un Achookarlos que, pese a su destreza y su renombre en círculos metaleros más extremos, no tuvo el tirón necesario para terminar de completar el aforo de la sala. Un concierto que, de haberse pasado a la vecina Apolo 2, habría quedado mucho mejor, aunque no fue posible debido a las obras que se están llevando a cabo en ese espacio.

Kotzen es un profesional como la copa de un pino. Que formase parte de Poison durante un par de minutos en su carrera seguramente ha sido más un lastre que una ventaja. Su carrera en solitario siempre se ha cimentado sobre grandes discos llenos de imaginación guitarrera y una entrega vocal llena de soul que le ha separado de otros guitar-heros aparecidos en el mismo momento y lugar que él (finales de los 80). Incluso sus primeros discos ya poseían elementos que le alejaban de sus congéneres, pese a que la producción siempre fuese en la dirección propia de la época. Sin embargo, hoy en día, Kotzen ya va totalmente a su rollo: suena a Kotzen. Y lo que aún es más importante, allí donde va deja su sello. Como ejemplo, la muestra más sencilla es escuchar a los Winery Dogs. Su guitarra y voz son el alma de la banda, por muchos otros grandes músicos que compartan escenario con él.

Seguramente, pensándolo bien, el éxito y recientes visitas de The Winery Dogs tienen algo que ver con la caída del atractivo de Kotzen en solitario para un sector del público. Pero ellos se lo pierden. Aunque le costó arrancar un poco debido al gélido ambiente de la sala (el aire acondicionado estaba a la temperatura y potencia óptimas para una sala con las entradas agotadas) poco a poco Kotzen fue encontrando su lugar en el escenario. El inició fue con la nueva y lenta “End of Earth”, un tema que se va armando poco a poco de instrumentación y al final estalla en un groove imparable. La voz de Kotzen protagoniza los huecos que le deja su guitarra, una voz que parece que se va a romper en cualquier momento y a la que parece faltarle potencia pero que le da un halo inequívocamente humano y real a su interpretación.

La clásica “Socialite» fue la siguiente pieza, celebrada por los asistentes considerablemente. Las nuevas no desentonaron y Kotzen se atrevió con unas cuantas: “Meds”, rítmica y funk a su manera, hizo mover alguna que otra cadera. Otras como “My Rock” o “Cannon Ball” demostraron la variedad de registros de Kotzen: del lounge-jazz-funk al soul guitarrero, el viaje que nos proporcionó el músico a lo largo de todo el show fue musicalmente de lo más rico que he tenido oportunidad de degustar en los últimos tiempos.

La banda que acompaña a Kotzen cumple a la perfección con su papel de segundones con contados momentos de lucimiento propio. Dylan Wilson al bajo tuvo un gran solo compartido con Kotzen en el interludio de “Help Me” y el batería Mike Bennett tuvo un más que efectivo solo de batería y cajón casi al final del show. Una banda que lleva unos cuantos años ya acompañando al guitarrista y que tiene un grado de compenetración espectacular.

El show llegó a su final con las infaltables “Fear” y “This is Life”, además de la ya mencionada “Help Me” en los bises, un tema que ya se ha convertido en clásico infaltable en los shows de Kotzen desde su aparición en aquel “24 Hours” de 2011. No cabe duda de que es un momento dulce para Richie, especialmente con el éxito que están generando The Winery Dogs. Por el otro lado no deja de ser un poco frustrante ver como el público tira más por la superbanda que por el artista en solitario, cuando el alma de las canciones no deja de ser la misma. En cualquier caso, bien por Richie.

Promotor:Madness Live

Día:06-09-2017

Hora:20:00

Sala:Apolo

Ciudad:Barcelona

Puntuación:8