Rammstein triunfan ante 30.000 personas en la segunda jornada de Resurrection Fest junto a Architects, Napalm Death, Annihilator, Vita Imana y decenas de bandas más.

La segunda jornada “grande” del Resurrection estuvo marcada por la afluencia masiva de público. El día antes ya se colgó el cartel de sold out, superando incluso el aforo del pasado año con Iron Maiden. Y es que la expectativa para ver a los alemanes Rammstein era bastante alta, teniendo en cuenta que es su único concierto en España y Portugal y que no les veíamos de gira por aquí desde 2013.

Fue un día largo e intenso, ya que las actuaciones se encadenaban y nos movíamos de una carpa a otra casi sin respiro durante casi doce horas, de forma ininterrumpida. El chirimiri fue una constante en la tarde, y aunque a momentos refrescaba también hubiéramos deseado un poco de sol, aunque no se le pueden pedir peras al olmo.

Llegamos al recinto a mitad de actuación de Northlane, que ofrecieron su descarga de Metal modernito rascatripas en el escenario principal. Tuvieron un sonidazo, aunque a estas horas la multitud aún se reservaba para lo que luego venía. La metralla comenzó en el Chaos Stage con los asturianos Legacy of Brutality. Comentaron que hacía diez años desde que dieron su primer concierto, y lo celebraban con su participación en el Resurrection, lo cual no es una mala manera de celebrar cualquier cosa. Dieron un show corto pero muy dinámico, lleno de bombos rapidísimos y melodías de guitarra, todo combinado con un toque técnico muy apetecible.

Con algo de retraso, que les hizo recortar el tiempo, subieron Jeff Waters y los chicos de la actual formación de Annihilator. Los canadienses gozaron de un potente sonido con la batería al frente y escogieron un setlist con algunos clásicos como “King of the Kill” o “Phantasmagoria”. Fue un concierto bastante seguido en el que, conociendo las posibilidades de banda y frontman, queda la sensación de que podían haber brillado algo más. Como nota curiosa, el día anterior, llegando a Galicia coincidimos con la banda en el aeropuerto de A Coruña, desde donde nos veníamos en vehículo privado hacia nuestros respectivos hoteles. Evidentemente, a Jeff Waters le habían perdido dos guitarras y evidentemente no llegarían hasta el día siguiente del concierto. La banda venía de una gira canadiense y llevaba 30 horas empalmando vuelos. El glamour de la carretera.

De vuelta en el Chaos Stage asistimos al show que los madrileños Vita Imana tenían preparado. Javier Cardoso está al frente absoluto de la formación, moviéndose todo lo que el resto no se mueve y metiéndose a la multitud en el bolsillo en una constante llamada de atención. Es el centro indiscutible del espectáculo. Se lanzó al público con la consecuente alarma del grupo de seguridad en el foso, y no paró de saltar, gritar y correr en lo que duró la descarga. En el segundo tema subió al escenario un variado elenco de caracterizados de Star Wars y a continuación llenaron la tarima un abundante grupo de niños, que se quedaron absolutamente absortos ante el ecléctico espectáculo del que estaban formando parte. Estos niños, parte de la iniciativa Resukids, tienen la suerte de poder ver desde el escenario algunos de los shows más destacados del festival. En su ambición por hacer del Resu un festival más familiar e inclusivo, Resukids es una iniciativa que se está asentando y de la que otros festivales deberían tomar nota. No había nada más tierno que ver un grupo de chavales con sus monitores caminando con cara de “wow” por todo el recinto del festival.

En el Main Stage, a continuación, los esperadísimos Architects dieron un concierto lleno de energía. La última vez que los había podido ver fue en el Costa de Fuego de 2012 (si, ha llovido) y la banda se ha consolidado de manera espectacular desde entonces. Si bien es cierto es que Sam Carter tiene una energía que no te la acabas, el resto de la banda sigue siendo demasiado pasiva, haciendo que todo el peso recaiga en el vocalista. “These Colours Don’t Run” fue el primer tema en sonar, recordando a ese ya lejano “Daybreaker”. No tuvieron tiempo para mucho, pero cincuenta minutos de Architects son suficientes para derribar un pequeño edificio. Lo curioso es que no tuvieron luces en el escenario en todo su concierto, probablemente por imposición de Rammstein -es más, ninguna banda tuvo luces en el escenario ese día hasta que a Enter Shikari le prestaron cuatro focos porque ya eran las diez de la noche y no había luz.

Carter tuvo un espacio en el set para enviarle recuerdos a la primera ministra británica Theresa May, de quien dijo que “no tiene dinero para pagar a los policias, a los bomberos o el sistema nacional de salud, pero puede conseguir los billones necesarios para que ella y todos los suyos sigan en el puesto”. Un mínimo mensaje politico-combativo no está de más en medio de tanta complacencia festivalera veraniega.

Después de disfrutar del Heavy/Thrash de Warbringer, que se lo llevaron de calle en el Chaos Stage con su frontman John Kevill dirigiendo al público a su antojo, corrimos hasta el Desert Stage (está en el fin del mundo cuando llevas siete horas de pie) para contemplar una de las joyas del cartel de este año: los franceses Alcest, con el jovencísimo Neige al frente como guitarra, voz, y compositor de toda la aparentemente simple pero cerebralmente compleja música y concepto de la banda. Fue una hora de viaje introspectivo e interestelar maravillosa con temas maravillosos como “Là où naissent les couleurs nouvelles” o la genial “Autre Temps”, llenos de clima, rabia y sensibilidad. Nos dejó tan traspuestos que al acabar no sé si estábamos preparados para lo que venía a continuación, es decir, el soporífero concierto de Enter Shikari que jamás deberíamos haber tenido que aguantar.

En otros festivales se han tocado el “Take to the Skies” entero a modo de celebración del décimo aniversario. En la mayoría de sus conciertos son una de las bandas más incendiarias que jamás verás en directo.Pero en Viveiro fueron un peñazo, simple y llanamente. Puede que Rou Reynolds sea un gran frontman, pero en la noche gallega tuvo el mismo carisma que un mueble Expedit de Ikea. El publico no conectó con ellos y ellos no conectaron con el público, que estuvo más bien parado. Para situarnos: había moshpit y crowdsurfing hasta en el concierto hard rockero de Airbourne, pero en Enter Shikari no se movió mucho la cosa. Cerraron con las recientes “Anaesthesist” y “The Appeal & The Mindsweep II” y se fueron del escenario con más pena que gloria.

Cuando llegó el turno de Rammstein, el Resurrection Fest estaba a punto de hervir. La pista central del recinto de Viveiro se llenó como no se ha llenado nunca en los doce años de historia del festival (ni con Iron Maiden hubo tanto gentío), en parte debido a las muchas entradas de día que contribuían a superar una asistencia ya de por si tremenda a lo largo del festival. Rammstein congregaron a casi 40.000 personas en su última gira española y aunque no todas esas personas se iban a desplazar a Viveiro, un buen montón se fueron hasta allí para ver un concierto que, obviamente, se iba a basar en los grandes éxitos de la banda, a falta de un nuevo disco que promocionar.

Salieron a escena un par de minutos antes de lo estipulado y lo cierto es que comenzaron algo flojos. Las tres primeras, “Ramm 4”, “Reise, Reise” y “Hallelujah” fueron algo insípidas, como si la banda aún estuviese encontrando su sitio en el escenario. Apenas hacía unos días que tocaron en Las Vegas en una breve incursión norteamericana pero en total ya llevaban trece conciertos a sus espaldas en el tour de verano de 2017. El repertorio fue prácticamente calcado al de la gira del año anterior, por lo que sorpresas hubo pocas para los fans más acérrimos. Aún así, un show de Rammstein es espectacular y es muy difícil quitar la vista del escenario y aún más difícil ignorar el martilleo estomacal que supone estar ante un escenario mientras ellos tocan.

A partir de “Keine Lust” y “Feuer Frei!”, a medida que el show se fue volviendo más espectacular y el público veía cumplidas sus expectativas, el ambiente comenzó a ser más eléctrico. Cuando a medio concierto llegó “Mein Herz Brennt”, Viveiro estalló en un coro uniforme y a la hora de “Ich WIll” la explanada era algo más marcial que un desfile del día de las Fuerzas Armadas. El momento de la noche fue, sin duda, “Du Hast”, el clásico por antonomasia de la banda. La pirotécnia corrió por encima de las cabezas del público hasta llegar a la torre de sonido, donde cuatro columnas de llamas se alzaron sobre el cielo gallego ante el rugido del público, que esta no se la esperaba.

Con un bis de tres temas tal y como estaba previsto, Rammstein quemaron sus últimos cartuchos con “Sonne”, “Amerika” (con baño de confetti) y la espectacular “Engel”, donde Till Lindemann se convirtió en ángel escupiendo fuego por las alas. La banda parecía satisfecha, el público también. Pero faltaba un último detalle: estábamos en España así que un “Te Quiero, Puta” sería la guinda del pastel. Un pequeño detalle con el público autóctono que le tocó la patata a más de uno.

Rammstein sonaron de fábula y dieron todo el espectáculo que estaba prometido. No obstante, este show de grandes éxitos diseñado para festivales tiene un deje muy formulaico y autómata. Es obvio que Rammstein siempre han sido parcos en palabras entre tema y tema,pero el show de festival tiene demasiados automatismos que sería bueno limar. De todos modos, las 30.000 personas congregadas no parecían tener ni una sola queja.

Para cerrar la velada del viernes teníamos el corazón dividido, ya que queríamos asistir a la descarga de los británicos Napalm Death en el Chaos Stage pero no podíamos perdernos la suculenta propuesta de Animals As Leaders en el Desert Stage, así que optamos por hacer mitad y mitad. Napalm Death nos dejaron un recital de puro Grind bien tocado: temas abrasivos, caóticos, directos al cuello. No estaba Mitch Harris a la guitarra, cosa que nos sorprendió, pero el bueno de Barney Greenway se ocupó de darnos toda la cera que nos faltaba por hoy. Apoteósicos. No faltaron temas de su celebrado “Scum” de 1987, que combinaron con otros trallazos de su extensa discografía. Por su parte, Animals As Leaders dieron un concierto mucho más íntimo (aunque con bastante público también), en el que conjuraron y embrujaron al público con sus pasajes técnico progresivos instrumentales, restando a los que quedábamos lo poco de cordura que teníamos a estas horas de la noche. El trío de Washington sonó perfecto, con esa batería llena de cortes, cambios, detalles, juegos de platos, y esas guitarras de ocho cuerdas que sonaban contundentes y nítidas. Pura precisión. Tosin Abasi nos dio una lección de cómo llevar la interpretación a un siguiente nivel sin perder pegada en un despliegue de tappings, slap, y solos brillantes. Una completa maravilla.

Tras doce horas de música continuada la jornada más multitudinaria de la historia del Resurrection Fest llegó a su fin. Quedamos extenuados, pero aún quedaron fuerzas para el broche final de la edición. Mañana lo contaremos.

Texto y fotos: Sergi Ramos / Odigir Olaf

Promotor:Old Navy Port

Día:07-07-2017

Hora:14:00

Sala:Recinto de festivales

Ciudad:Viveiro

Puntuación:10