RAMMSTEIN
Y por fin los tenÃamos aquà de nuevo. Tres años después se volvÃa un servidor
a personar ante el Pavelló Olimpic de Badalona para presenciar la actuación
de los inefables germanos. No fue fácil lograr llegar al recinto, ya que unos
desalmados me secuestraron y me metieron en un coche bajo el amparo de aquella
frase que dice algo asà como “yo sé irâ€, “yo se irâ€. Pero tras media hora de
idas y venidas, allà nos plantamos. A diferencia de la última visita de Rammstein,
en esta ocasión, la nieve no hacÃa acto de presencia, delegando de tal forma
la fotografÃa bucólica del evento al desván de nuestros recuerdos. ¿Y las legiones
de seguidores? SÃ, ellos no faltaron. Fuera del pabellón habÃa ambiente y no
eran pocos los que se agolpaban en las puertas, deseosos de levantar la tregua
a su desmelene.
Una vez dentro, ya ubicados y con la calma, llama la atención lo variopinto
de la concurrencia: heavies, nu-metaleros, góticos, pijos, adultos entrados
en años,… realmente en pocos conciertos nos toparemos con un público tan variado
como el que se dio cita esa noche. Sin demasiada demora y con cascadas de gente
entrando en el pabellón, comienzan su actuación Exilia, una banda italiana de
nu-metal desconocida por completo que acaba de editar su primer disco, “Unleashedâ€.
No quiero ni imaginar la de pasta que habrá tenido que soltar su discográfica
para meterlos en una gira mastodóntica como esta. Como particularidad, tan solo
destacar que la banda es comandada por una frontwoman de armas tomar que se
hace servir de su voz rota para resaltar las agresiones sonoras que sus compañeros
perpetran. Partiendo de las premisas que caracterizan a este estilo, no lo hicieron
nada mal, sobretodo teniendo en cuenta algunas formaciones insufribles de nu-metal
que he tenido que soportar sobre un escenario abriendo para grupos grandes (como
por ejemplo Disturbed teloneando a Marilyn Manson hace cuatro años: todavÃa
hoy me duele la cabeza). Caldearon un poco más el ambiente, que es de lo que
se trataba.
Volviéronse a encender las luces y comenzó la cuenta atrás para que Rammstein
asaltaran las tablas. Bastante flipante fue ver cómo en los prolegómenos del
evento la gente ya no cabÃa en la cancha del pabellón ni en las gradas y que
muchos no tuvieron más remedio que quedarse de pie en las escaleras, ante la
imposibilidad de ir a ningún otro sitio. Menudo llenazo. Por otra parte, llamaba
bastante la atención ver cómo los roadies del grupo iban con camisa, pantalón
y corbata, al igual que Till y los suyos en las fotos promocionales del disco.
Pasaban veinte largos minutos más allá de las diez de la noche, hora en la
que debÃa haber comenzado el concierto, cuando se apagaron las luces. El gran
telón negro que hasta entonces nos habÃa estado ocultando el escenario cae y
los “pipas†comienzan a pasearse con unas linternas por la zona inferior como
si estuvieran buscando algo. Acto seguido, éstos desaparecen y en la estructura
superior del escenario vemos la baterÃa en la zona central, asà como a los guitarras
y a Flake con un acordeón a los lados. Suena la canción homónima que abre su
recientÃsimo “Reise, Reise†y el público explota de júbilo. A los pocos segundos,
Till Lindemann aparece por una compuerta habilitada en la zona media del piso
inferior del escenario y comienza a cantar mientras los dos guitarras descienden
al unÃsono subidos en unas plataformas móviles que utilizarán para ir de una
de las estancias a la otra a lo largo de toda la velada.
Ya desde el principio vemos que los aspectos definitorios de los shows de Rammstein
no han variado un ápice: el aspecto sobrio e industrial del escenario, las estructuras
metalizadas, la frialdad, la poca comunicación con el público, los movimientos
robóticos del rarito teclista Flake y el sonido robusto y corpulento. Por otra
parte, el otro gran aliciente de la puesta en escena de los germanos harÃa acto
de presencia a partir del siguiente tema. Con “Links 2-3-4â€Â aparecieron las
primeras explosiones, mientras que en “Feuer Frei†Paul, Richard y Till se armaron
con sus máscaras lanzallamas hacia el final del tema y, por ende, tres lenguas
de fuego hicieron que sintiéramos el calorcito en nuestras narices. Ciertamente
espectacular.
Cuando Till no cantaba, a menudo solÃa cruzar sus brazos detrás de la espalda
y permanecer inmóvil mientras su mirada nos barrÃa con petulante exuberancia.
Distante, poco comunicador y prácticamente sin animar al público en ningún momento,
ahà estaba él. Ilusos los que critican esta actitud, pues esa frialdad forma
parte del concepto que es Rammstein en su totalidad. El dÃa que el señor Lindemann
se ponga a dar palmas y a dar saltos es que cuanto menos el barco se está hundiendo.
No serÃa hasta el cuarto tema cuando el Ãnclito grandullón nos dedicarÃa un
ortopédico “Buenos dÃas, Barcelonaâ€.
Tras la eficiencia del estribillo de “Morgensternâ€, los alemanes nos deleitaron
con el tema que más polémica ha causado de su último disco, el single “Mein
Teilâ€, basado en el caso del canÃbal de Rottenburgo. Aparece una enorme olla
en escena que nos hace presagiar lo mejor. Till salta a escena con ropajes de
cocinero, asà como con un cuchillo que hace las veces de micro y comienza a
sonar el tema. Pero hay alguien dentro del gran puchero: es Flake que, ocasionalmente
y cuando Till no mira, se asoma y toca el teclado que se encuentra en el borde
del gran cazo. Embutido en un traje negro y con una especie de pinchos en la
cabeza, el teclista no tarda en sufrir en sus carnes los fogonazos de un lanzallamas
que Till dispara contra él. Hacia el final de la canción, Flake sale corriendo
por el escenario mientras unos petardos ubicados en sus codos se van consumiendo.
Mientras, Till no para de perseguirlo en lo que se traduce como el momento más
cómico de la actuación.
A continuación, nos sorprenden interpretando el extraño corte acústico de su
último redondo. “Los†ameniza la velada gracias a una sonoridad que se desmarca
del resto de temas gracias a sus acústicas y a la armónica que utiliza el cantante,
sumiéndonos en una especie de estado alucinógeno. A medio tema se detienen y
mientras Flake se queda tocando unas notas con el teclado que ahora lleva colgado
del cuello, los guitarras cogen sus eléctricas y deciden, a diferencia de cómo
aparece en el disco, hacer la segunda mitad de la canción con distorsión.
Con el inicio de Moskau ascienden por el fondo del escenario unos enormes paneles
de luces que a partir de ahora nos acompañarán hasta el final del evento produciendo
efectos varios y haciendo aparecer en un par de ocasiones el logo del grupo.
Quizá este tema queda un poco deslucido al encontrarse las peculiares voces
femeninas que lo adornan pregrabadas, con lo cual la canción adolece un poco
de falta de gancho. En el apartado pirotécnico, aquà Till saca un arco cargado
de surtidores que comienza a hacer girar en el sentido de las agujas del reloj
durante un corto perÃodo de tiempo. Lo cierto es que la iluminación, excelente,
también contribuye a crear diversos efectos que enriquecen el desarrollo de
los temas, apareciendo además en diversas fases del espectáculo una especie
de llamas rojizas y verdes que ayudan a provocar un efecto parestésico en el
respetable.
Caen “Du Riescht So Gut†y el radiado hit que les dio la fama “Du Hastâ€, recibido,
como no, de forma muy calurosa, tanto por público como por los numerosos llamarazos
que empezaron a emerger de varios lugares del escenario.
Durante la potente y clásica canción que da nombre a su segundo disco, “Sensuchtâ€,
Till aprovecha para coger un segundo arco que dispara en vertical y que produce
que dos efectos pirotécnicos a modo de cohetes sobrevuelen nuestras cabezas
a través de dos cables conductores habilitados que van a parar al pie de las
gradas. Tras este tema, vuelven al ataque con otro single de su nuevo disco;
suenan los primeros riffs de la mordaz “Amerika†y el cantante aparece en escena
con el sombrero del TÃo Sam y su consabida banderita americana que no tarda
en quitarse y restregarse por la entrepierna para, acto seguido, lanzárselo
al público. Por supuesto, el estribillo de esta canción invita a ser coreado
en masa y el público, entregado, no se lo piensa dos veces. En los compases
finales del tema, tres surtidores comienzan a disparar confeti con los colores
de la bandera americana a diestro y siniestro, inundando todo el pabellón hasta
el punto en que en algún momento costó distinguirse el escenario. Efectista
e irónico a partes iguales.
A continuación Rammstein se marcharon del escenario, aunque no tardaron mucho
en volver. Le tocaba el turno a la canción que da nombre al grupo y que hace
referencia a la tragedia aérea que asoló a dicha localidad alemana. Las primeras
notas de “Rammstein†suenan con fuerza y Till canta con un lanzallamas en cada
mano que hace disparar intermitentemente. Personalmente, eché de menos que el
cantante interpretara esta canción envuelto en llamas, tal y como ocurrÃa en
giras pasadas. Pero bueno, no todo va a ser siempre igual. “Sonne†fue la siguiente
en caer, apareciendo en los focos del fondo los números que se iban recitando
en el estribillo. Sonaron “Ich Will†y “Ohne Dichâ€, lo que supuso que apareciera
el ya clásico número de lancha + músico surcan el mar de cabezas. En esta ocasión
le toco al bajista Oliver darse el paseo. Me preguntaba si la cosa saldrÃaÂ
bien como siempre o si los fans intentarÃan esta vez llevarse a la zodiac y
a su comandante para casa. Pero no, tras trazar un gran semicÃrculo, Oliver
volvió al escenario sin haberse roto ningún hueso y tal y como mandaba el guión.
Este tema sirvió de puente para que la fiesta finalizara sorpresivamente con
“Strippedâ€, la acertada versión que los alemanes hacen de la canción de Depeche
Mode. Sonó homogénea, potente y, por ende, adecuada para poner el broche de
oro final a la actuación.
Los músicos saludan a los fans y desaparecen, mientras Flake asciende en la
plataforma levadiza tocando las últimas notas con su teclado para luego unirse
a sus compañeros en el backstage. Acto seguido, y satisfechos con lo presenciado,
abandonamos el recinto dejando atrás las notas de “Engelâ€Â sonando por megafonÃaÂ
y una cancha rebozada en confeti.
A destacar como el público, por su parte, no paró ni un instante de botar cual
masa ingrávida y corear los estribillos con tesón, demostrando que el alemán
no es ninguna barrera para gozar de la celebración más dicharachera.
La verdad es que a pesar de que el concierto ralló a un gran nivel, un servidor
se queda con el bolo que en este mismo recinto dieron los alemanes como motivo
de la presentación de “Mutterâ€. Puede que la selección de temas en aquella ocasión
fuera algo más acertada, ya que en esta ocasión eché en falta algún tema más
movido de su anterior disco o quizá Mein Herz Breent o Seeman. Por otra parte,
si bien el sonido fue en todo momento bastante digno, nunca se alcanzó el nivel
de nitidez de aquella otra ocasión.
Axiomático resulta el hecho de que el atractivo de los alemanes no reside en
la profundidad de sus composiciones ni en el virtuosismo de sus músicos, sino
en el efecto isostásico que de su entramado emana. Para quien los conozca mÃnimamente
sobra decir que su propuesta es única. O la tomas o la dejas.
Texto: Penumbra/ Fotos: Marcelo Gonzalez
Datos:Pavello OlÃmpic
Badalona
Promotor: Encore Music Tours
Publico: 13.000 personas (lleno)
Día:11/11/2004
Puntuación:8
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