Nunca he sido muy fan de las bandas de los 80. He de reconocer que, musicalmente, nunca me han llegado, y estéticamente nunca pude evitar sentir un profundo rechazo. El mundo de los pelos cardados nunca ha ido conmigo. Sin embargo, y a pesar de que personalmente no sea un seguidor acerrimo de estos combos, siempre recomendaría a cualquier amigo que asistiera a un directo de una de estas bandas sin dudarlo ni un solo instante. Hoy en día hay miles de bandas con propuestas muy interesantes y muchas cosas que ofrecer, pero aquella generación de bandas que marcó una época dorada dentro del hard rock poseían un arma que no todos los grupos contemporáneos han desarrollado, y era el espíritu salvaje de sus directos. Ir a un concierto de Pretty Maids o de cualquier otro grupo de su generación es siempre una apuesta segura. No solamente porque son músicos altamente cualificados que tocan sus instrumentos a la perfección, sino sobre todo porque mantienen esa esencia salvaje del rock que la cultura postmoderna ha diluido en propuestas más intelectuales y mucho más frías (ojo, que nadie me malinterprete. Siempre hay excepciones) que olvidan en su búsqueda de profundidad la verdadera esencia del asunto. Para entender esta reflexión no hay más que aislarse durante cinco minutos y contemplar las diferencias. Cuando sobre el escenario hay una joven banda que trata de habrirse camino, encima de los amplificadores vemos toallas limpias y agua mineral, e incluso probalemente alguna bebida isotónica para deportistas. Cuando Pretty Maids ocupaba el escenario de la sala heineken el otro día, solo había botellas de cerveza que esperaban a que los músicos, que fumaban como carreteros al más puro estilo Slash, terminaran sus canciones para refrescarse.

Abrían la noche los madrileños Arkania, con la gente aun entrando en la sala, para ofrecer un recital de heavy metal clásico al estilo español. Supongo que les molestará la comparación pero inevitablemente me vino a la cabeza Mago de Oz, mientras escuchaba la actuación de esta joven banda. Probablemente sea por la incorporación de un violinista en sus filas (lo mejorcito del grupo) o por las melodías, o quizás por los riffs de guitarra, pero sinceramente, la propuesta es demasiado parecida y eso les perjudica. Todo ello unido a un sonido un poco flojo y a una ejecución regular de las canciones hizo que el concierto se hiciera aburrido y la banda no estuviera a la altura de la noche. Aún les queda mucho trabajo por delante, y sobre todo, deberían distanciarse en su propuesta, intentar hacer algo un poco más personal, o les costará mucho sobresalir en una escena que cada vez más rechaza este estilo tan barroco.

Sobre las 9:00 (Un horario poco habitual para tratarse de un Sábado) salían a escena los Daneses con un Ronnie Atkins en plena forma a pesar de sus más de cincuenta años de edad. Desde el minuto uno de actuación, con un sonido sensiblemente mejor que la banda telonera, se echa el grupo a la espalda con su privilegiada garganta y con una actitud impresionante. “Pandemonium”, de su ultimo disco, abría la velada ante una sala casi llena dispuesta a disfrutar de un gran noche del más puro Rock and Roll. Cierto es que la banda Danesa ha tocado muchos palos, y que es dificil encasillarlos bajo alguna etiqueta, pero la esencia es la misma. “We came to Rock”  o “Walk away” ponen la sala patas arriba mientras los músicos, disfrutando de lo lindo (Es uno de esos conciertos en los que es dificil saber si se lo han pasado mejor los músicos o los propios fans) nos deleitan con un alarde de profesionalidad digno del que lleva casi treinta años en la carretera.

Kenneth Hammer estuvo perfecto a las seis cuerdas. Siempre es un gusto poder ver músicos de tan dilatada carrera tocar en directo. Es casí mágico verles recorrer el mastil, y es dificil no pensar en ese momento que tocar la guitarra esta tirado. Porque cuando le ves tocar, con esa soltura y esa alegria, parece coser y cantar. Y si además al bajo te acompaña una bestia del escenario como Hal Patino, pues apaga y vamonos.

Mención aparte merece la actuación de Allan Tschicaja a la batería. Un verdadero espectáculo que culmino con un solo antológico, de lo mejores que en visto en muchos años. Impresionante.

Después de unos bises de los que hacen afición con “Future World” a la cabeza, la banda abandona las tablas con el deber cumplido y demostrando dos cosas. Primero, que la buena música no tiene porque estar siempre en busca de la filosofía más profunda para poder disfrutarse al máximo. Y segunda, y por encima de todo, que los viejos rockeros nunca mueren. Salud.

Texto y Fotos: Javier Bragado

Promotor:Rock N Rock

Asistentes:1000

Día:20/11/2010

Sala:Heineken

Ciudad:Madrid

Puntuación:8