Es curioso replantearse cómo los tres principales exponentes de la escena doom británica de los 90 han ido evolucionando a través de los años (y también puede resultar peligroso – niños, no intentar en casa- mencionarle la comparación a Danny Cavanagh, que poco le faltó para sacarnos un ojo con el abridor de sus inseparables tónicas, allá por 2010 en Salamandra, el muy majo). Anathema, que desde el principio apuntaban hacia horizontes más progresivos, han acabado dirigiéndose hacia  sonidos ambientales con etapas más acústicas. My Dying Bride, durante años reivindicando un estilo muy personal pero casi esclavista que debió de ser el detonador de la ida de pinza “new age”/obra de antropología musical que es “Evinta”, para airearse y regresar a lo suyo. 

Y Paradise Lost, quienes nos ocupan en este caso, atravesaron su famosa e incomprendida “etapa electrónica” de fascinación – lógica y respetable- por nuevos medios creativos, para luego volver a  retomar poco a poco el camino que dejaron abierto pero renovando el sonido con una sobriedad exquisita. Y es que si “In Requiem” hicieron las delícias de sus seguidores por su vuelta al estilo gótico cercano a la añorada época de “Draconian Times” haciendo sospechar que volvían a recuperar su antiguo brillo definitivamente y “Faith Divides Us – Death Unite Us” gustó por su cruda contundencia, en “Tragic Idol”, el disco que venían a presentar en esta ocasión, consiguieron casi-confirmarlo. 

Los de Nick Holmes las tenían todas consigo cuando subieron al escenario. Los esperaba un público expectante, animado, bailongo, dispuesto a dar el feedback (aún que no demasiado apretujado), que incluso había empezado a calentar motores dejándose conquistar por los teloneros (Soen), que se habían encargado muy eficientemente de presentar su propuesta y caldear el ambiente.  ¿Y qué hicieron Paradise Lost? Dar un concierto relativamente corto pero muy sólido, sin muchos preámbulos, pasando de una canción a otra sin parsimonia, desgranando un setlist que no se podría calificar de arriesgado ni de complaciente, izando la bandera de la sobriedad y dando un recital de calidad y talento suficiente. 

La cuestión del repertorio: no nos hicieron tragar el nuevo disco entero (que a pesar de su calidad, siempre se agradece que el artista en cuestión tenga consideración con el público que quiere oír sus temazos de toda la vida) y deleitaron a los nostálgicos echando varios vistazos hacia atrás. Pero ningunearon dos de sus joyas noventeras como son “Icon” y “Draconian Times”. De este segundo solo tocaron “Enchantment” dentro de una primera parte del concierto más tranquila aún que para nada despreciable en la que interpretaron temas de los 90 como “Widow” o “Soul Courageous” pero también dos buenas piezas del útimo álbum: la rotunda “Honesty in Death” y “In This We Dwell” poseedora de uno de los riffs más pegajosos del “Tragic Idol”.

Desde el principio hubo un ambiente buenorrollista y entusiasta, puños al aire, headbanging y air-guitar esporádicos pero no fue hasta “Pity the Sadness” que la locura estalló y desde ese momento el concierto solo fue hacia arriba, alcanzando cotas altísimas con el trágico himno que es “As I die”, donde el papel del bajista Steve Edmondson luce especialmente, aún que éste sea continuamente una pieza clave en el sonido pesado de los ingleses. Siguieron la pone-pelos-como-escarpias One Second con todo el púbico coreándola, hicieron escala un momento en el “Tragic Idol”, con el tema homónimo (uno de los favoritos), para volver a despegar hacia la estratosfera acompañados de una audiencia entregadísima cantando la rabia que contiene “The Enemy” a peno pulmón.

Nick Holmes, parecía satisfecho con la reacción de los allí presentes, aún que -así como nos tiene acostumbrados- no dio demasiadas muestras de entusiasmo, manteniendo su actitud reservada, seria y comprometida con el trabajo vocal, que bordó de principio a fin sin que se le pudiera reprochar ninguna debilidad o fallo. Y es que no puedes escribir cosas como “Never seen the light / I don't know where to escape / From that fear of impeding hell” y ser el rey de la fiesta, aún que puede que por esta misma distancia en la actitud, al público le haga aún más gracia los pocos momentos en os que el cantante sale un poco de su burbuja de aura de penitente y hace algún gesto de emoción, comenta que “nunca bebo alcohol en el escenario pero… vamos, es sábado!” [sic], o bromea cuando se le olvida la canción que viene después. El otro protagonista escénico, el guitarra Greg Mackintosh, era puro espectáculo. Sin grandes alardes ni artificios, atraía todas las miradas a su rincón mientras desplegaba el poder de las melodías con su sonido afilado, con una manera peculiar de tocar, casi agrediendo a su instrumento. Esta admiración que provocaba Greg se hizo patente con el delirante punteo de “Embers Fire”, tema con el que empezaron su compacto bis.

En este único bis cayeron también la novata “Fear of Impeding Hell”, “Faith Divide Us – Death Unite Us” y como colofón final, “Say Just Words”. Un bis de cuatro canciones, para darle al respetable lo que quiere del tirón y ahorrarse el volver a salir. Muy en su línea de sobriedad y reserva, pero aún que esto que les caracteriza le haya dejado regusto amargo a algunos, en realidad es totalmente coherente su actitud con el discurso artístico que hay detrás de sus trabajos discográficos. Conclusión: sensación ambigua… hay Paradise Lost para rato, pero falta la chispa que acabaría de redondear sus directos actuales, a pesar de que del concierto que dieron el sábado en Barcelona, poquísimas cosas se les podrían reprochar. 

Texto y fotos: Ana Velcev

Promotor:Rock N Rock

Asistentes:400

Día:06/10/2012

Sala:Razzmatazz 2

Ciudad:Barcelona

Puntuación:8