Debido a que mi compañero Alejandro ya relató todos los pormenores concernientes a la descarga de OPETH a su paso por Madrid, no haré sino más que ceñirme a algunos aspectos anecdóticos sin entrar a destripar en profundidad el show de los suecos, máxime teniendo en cuenta que, tal y como he podido comprobar, el repertorio y la naturaleza del concierto fue esencialmente idéntica en ambas citas.

 

Sin ninguna nueva edición discográfica de por medio que justifique una segunda escapada a nuestro país en menos de un año OPETH volvían a registrar una muy buena entrada en la misma sala en la que casi agotan tickets en su anterior visita. AMPLIFIER serían los encargados de ir caldeando el ambiente, a diferencia de lo que ocurrió en Madrid, donde la banda acabó por no tocar a causa de algún problema con el bus de gira. Por todos es sabido cuan ardua es la tarea de telonear a una banda como OPETH, básicamente debido a las características musicales que definen a los suecos. ¿Metemos a una banda de metal extremo? ¿A algún combo experimental? ¿A una formación de pogresivo? A tenor de lo visto en las últimas giras de la banda, la balanza se suele decantar hacia las dos últimas tendencias citadas. El trío británico AMPLIFIER intentaría esa noche convencer a la audiencia con su rock progresivo de muy nuevo cuño, dando como resultado el desconcierto de unos pocos y la curiosidad morbosa de otros tantos. El desenfrenado final del primer tema interpretado (“Motorhead”) daría buena cuenta de ello: lo que había comenzado como una canción más o menos relajada acabó con los músicos zarandeándose de lado a lado en pleno éxtasis esquizofrénico de notas disonantes, una locura vaya. Y es que entre sonidos y distorsiones andaba bastante el juego: si digo que entre el bajista y el cantante/guitarra acumulaban unos 15 artilugios encima del escenario, entre pedales y conmutadores, posiblemente me quedo corto. Era casi gracioso ver al frontman Balamir intentando pisar continuamente sus pedaleras hasta el extremo (varias veces estuvo a punto de caerse). ¿Era necesario intentar llegar hasta dichas dosis de perfeccionismo y exageración? ¡Yo creo que no! Y más aún teniendo en cuenta  que las diferencias eran prácticamente imperceptibles por mucho que la pareja de músicos se empeñaran en pisotear mil cajetillas. Mención a parte merece la demencia escénica del bajista Mahony, que constantemente se doblaba y se retorcía, llegando a temer muchos por nuestra integridad cuando se dirigió al frontal del escenario y estuvo a punto de rebanar pescuezos con el mástil de su bajo. “Fortuna”, “Panzer” y “Neon”, casi todas de su primer álbum, serían las siguientes en sonar, finalizando la actuación con la extensa “Airborne”, que acabó con el bajista lanzando literalmente su bajo contra el kit de batería para luego salir corriendo, ante la cara de estupefacción de su propio compañero. No fue para nada una mala actuación y el público más ancho de miras supo verle la gracia al asunto.

 

No pasaría excesivo tiempo hasta que OPETH se subieran al escenario para descargar de entrada “Ghost of Perdition” ante un público granado pero no tan entusiasta como en otras ocasiones. Los comentarios absurdos, cómicos y autoparódicos de Mikel Akerfedt, que en base a lo visto en los últimos tiempos aspira a convertirse en la versión escandinava de Eugenio, no tardaron en darse cita: “Hola. Venimos de Suecia… Un país en el que hace frío. (Pausa) Pero en ocasiones, hace calor (Pausa) Aunque a veces no hace calor… pero tampoco frío.” Tan reveladoras declaraciones darían paso al medley que comprendería “When” y “Bleak”, para luego interpretar “Face of Melinda”. Como algunos sabrán, Mikael Akerfedt es un reputado profesor de guitarra en su Suecia natal, por lo cual ya que habíamos pagado nuestra entrada decidió premiarnos con algunos que otros aleccionamientos y dar contrapartida a la dramática interpretación de sus canciones con una sempiterna clase magistral de acordes “felices” y de acordes “tristes”. Ahá. “The Night and the silent Winter” mediante, la banda se rindió a sus fans más acérrimos a modo de un quítame allá esos clásicos con la interpretación del tema más antiguo de la velada, perita en dulce y sorpresa para unos cuantos, perteneciente a su álbum “Morningrise”.

 

“Me da igual tener treinta y pico de años y componer temas que hablen sobre Satanás, por mucho que algunos lo critiquen… por lo tanto, si no os gusta… joderos” vino a ser la introducción de Akerfedt para el tema “The Grand Conjuration”, el cual encierra en sus letras cómo un asesino es poseído por parte del mismísimo demonio. Tras ella, la tranquila y emotiva “Widow Pain”, que sumió a la sala en un mar de luces intimistas y en un silencio voraz con el que se procuró no empañar la interpretación de los suecos, y la muy celebrada y esperada “Blackwater Park”, para la cual el frontman nos pidió que hiciéramos un buen headbanging, tal y como lo reclamaba un potente tema de metal, y que, a ser posible, no nos limitáramos a zarandear ligeramente la cabeza de un lado a otro como si fuéramos tontitos. La coñita de Mikael dio resultado y al menos las primeras filas se convirtieron en un mar de melenas al viento.

 

A pesar de que “Demon of the Fall” y “The Drapery Falls” fueron demandadas con enjundia, finalmente no cayó esa breva y la banda se despidió para volver a los pocos minutos y arremeter con el bis que todos estaban esperando: “Deliverance” comenzó a sonar y con ella el acabóse. No deja de ser curioso, y es que se trata de un tema relativamente reciente como para que la mayoría de fans lo consideren ya el clásico por excelencia. Sin embargo, lo que tenía que haber sido un final espectacular quedó algo deslucido por los problemas de Akerfedt, que a mitad del tema comenzó a vérselas negras con su inalámbrico provocando que el sonido de su guitarra sonara entrecortado en algunos pasajes. Para más inri, cuando parecía haberse solucionado el problema, el técnico de escenario procedió a sustituir el inalámbrico por un jack en plena interpretación, por lo cual la continuidad de la canción se vio mermada una vez más. Sin embargo estos pormenores no llegaron a empañar lo que acabó siendo un buen show en donde otra de las notas de la noche fue el contraste entre Mikael, simpático y comunicativo, con el resto de componentes, fríos y típicamente escandinavos. De hecho el señor Akerfedt invitó a hablar en varias ocasiones a su compatriota Méndez (quien suponemos que tiene sobrados conocimientos del español debido a su procedencia sudamericana), pero el tímido bajista no hizo más que repetir un “buenas noches” de lo más rancio. Pero bueno, ¡OPETH son así!

Texto y fotos: Penumbra

Promotor:Cap-Cap/Gamerco

Asistentes:600

Día:07/12/2006

Sala:Sala Apolo

Ciudad:Barcelona

Puntuación:8