Ni fuego, ni artificios: Aerosmith nos regalan una espectacular noche en Colonia
Han dejado que la música hable, han sido fieles a su palabra. Aerosmith son una maquina de hacer rock como pocas y aunque nadie se cree que lo vayan a dejar de verdad (¿qué va a hacer Tyler? ¿plantar coles en un huerto urbano?) no está de más acudir a verles por si fuese verdad. Porque un día será verdad.
Desde hace un tiempo, los grupos han comenzado a usar la excusa de la última gira para vender entradas. No es nuevo: Ozzy lo hizo en 1992, Kiss en 2000…y ambos siguen girando y llenando estadios allí donde van. El problema es que se ha generado una suspicacia por parte del público hacia dichas giras, logrando que al final casi nadie se las crea pero todo el mundo acuda “por si acaso”. Más allá del marketing de la última gira, el mejor vendedor de entradas que existe actualmente es que los coetáneos de muchas de estas bandas legendarias estén cayendo como moscas. No hace falta inducir la necesidad, sino que el propio público, ya sensibilizado ante la posibilidad de que sus ídolos no sean eternos después de todo, decide acudir a verlos en previsión de lo que pueda pasar.
El pasado martes nos acercamos hasta el Lanxess Arena de Colonia con la única intención de ver en qué estado de forma están Aerosmith. Algo así como el chequeo rutinario que se hace a los futbolistas antes de empezar la liga o después de un fichaje. Hace siete años desde que Aerosmith actuaron en España por última vez y aunque rindieron muy bien en aquel concierto en el Palau Sant Jordi, toca comprobar si siguen manteniendo su “mojo” en buen estado. No es tarea fácil: los años recientes han sido años de mucha tensión y muchos dimes y diretes en el seno de la banda. Ha habido peleas, intentos de carrera en solitario, enfermedades y demás, pero nunca ha dejado de haber buen rock and roll. La tensión es la gasolina que mueve a Aerosmith. Cuando alguien compara a Steven Tyler y Joe Perry con Mick Jagger y Keith Richards no se refiere solo a morritos e instrumentos: se refiere a tensión. Cortante. De la que hace que no quites los ojos del escenario. Puede que hoy en día los de Boston sean una banda de directo que funciona con absoluta normalidad, pero cuando Tyler y Perry, Perry y Tyler tocan sus cuerpos para apoyarse el uno en el otro en el frontal del escenario, se ven las chispas.
Alemania no es un buen país para ver a Aerosmith. Esto es algo que nos quedó claro cuando empezó el concierto en Colonia. Parecía que con Tyler Brant & The Shakedowns la gente estaba parada porque, vaya, es el telonero y está ahí para entretener. Pero ni cuando salió Aerosmith la gente enloqueció mínimamente: no nos extraña que los grupos digan que “España tiene el mejor público para el rock”. Me lo creo. Porque Aerosmith hicieron un concierto perfecto y los asistentes parecía que habían visto un fantasma. Cuando Steven Tyler sacaba el micro hacia el público para hacerles cantar, prácticamente se escuchaban grillos. Y hablamos de temas míticos como “Sweet Emotion”.
Tyler Brant, como decíamos, fue el telonero de la noche. Su guitarra de apoyo es Graham Whitford, hijo de Brad, el otro guitarra de Aerosmith, así que tiene cierta lógica que telonease alguna de las fechas de la gira europea. Con sus 26 años, el guitarrista de Texas es un auténtico no parar en directo. Pese a que sus temas propios son un compendio de boogie-rock tejano ya escuchado previamente, la energía que desprende Brant es infecciosa. Temas como “House on Fire” y la conocida versión de “Got my Mojo Working” hacen que el concierto sea una fiesta, aunque no en Alemania, donde el público se quedó estático como si hubiese que pagar un impuesto por moverse. Pero cuando ves a este tipo en una sala de 200 personas la cosa cambia radicalmente. Llena el escenario con conocimiento y llena su guitarra de notas que, de la primera a la última, tienen sentido.
Con diez minutos de retraso, las luces del Lanxess Arena se apagaron y la pantalla del escenario se iluminó con una retrospectiva de la carrera de Aerosmith -muy habitual en estas giras de presunta despedida- acompañada de algunos de sus mayores hits. No hubo que esperar mucho para que la banda apareciese en el escenario al ritmo de “Let the Music do The Talking”. La banda en lo que se refiere a Kramer, Whitford y Hamilton. Perry y Tyler aún no se adivinaban. Finalmente salieron de unas escaleras desde la pasarela central del escenario, directamente en la cara del público de la mitad del recinto. Ventiladores a todo trapo, melenas y telajes al viento, los dos rock and roll gipsies más famosos del mundo, estaban ahí en toda su esplendor. Era 2017 y aún no se habían matado entre ellos. ¿No es algo a celebrar?
La banda tiene poco espacio para los artificios en esta gira. Como dice el primer tema del concierto, que hable la música. “Young Lust” es el segundo tema de la noche y en cuanto empieza “Cryin’” si que podemos decir que el público alemán reacciona y se escuchan gritos y jaleo. La retahíla de hits continúa con “Livin’ on the Edge” y “Love in an Elevator”, dos de los temas más queridos por los fans de la “nueva época” de Aerosmith (si tenemos en cuenta que son de 1993 y 1989 respectivamente).
Lo primero que sorprende cuando uno analiza el estado de la banda es lo bien que está Steven Tyler de la voz. Cierto es que siempre la ha mantenido en condiciones razonables, pero ha tenido momentos -la gira de 2010 siendo uno de esos momentos- donde no rendía tanto como debiera. No es el caso en 2017: como si sus cuerdas vocales siguiesen en 1990, Tyler aguanta todo el concierto con nota. También es cierto que Aerosmith hacen un concierto cada tres días en esta gira, precisamente para permitir a Steven recuperarse adecuadamente de la voz tras cada show. Escucharle gritar “run away” en “Janie’s Got a Gun”, sexto tema de la noche, sirve para certificar esto último.
Llega el momento de darle un descanso a Tyler y que Perry coja el protagonismo. Lo hace con versiones del “Stop Messin’ Around” y “Oh Well” de Fleetwood Mac, que a decir verdad, se alargan un poco más de lo debido. Esto hace que el público entre en un estado de semi-pasividad que tardaría en recuperarse unos cuantos temas. Eso si, Perry es un fuera de serie como guitarrista y no hay cantidad de años que acaben con la magia entre sus dedos. Volvemos a los 70 con el eterno “Mama Kin” y un muy bien ejecutado “Swwt Emotion”, donde Hamilton toma el mando y se le permite acercarse al escenario B al final de la pasarela y disfrutar de un poco de protagonismo merecido.
Es evidente que no puede haber un concierto de Aerosmith sin la balada que más hizo por ellos en la segunda mitad de los años 90: “I Don’t Want to Miss a Thing” es uno de los grandes momentos de la noche, por mucho que signifique la era de la hipercomercialización de la música de Aerosmith para muchos. Tyler la canta como los ángeles y por primera vez se vuelve a observar al público alemán volviendo a la vida.
El show toca a la parte final con una versión del “Come Together” de los Beatles que el público canta con ciertas reservas pero que la banda ejecuta con corazón. “Chip Away the Stone” da paso a un “Rag Doll” que hace bailar y un “Dude (Looks Like a Lady)” que finaliza el set principal y sirve para que el grupo se tome un breve descanso de cinco minutos para reponer fuerzas. Estoy bastante seguro de que nuestros abuelos, con 69 años, habrían terminado en urgencias después de esta primera hora y media de concierto. Steven Tyler no. El se pasea el escenario majestuosamente arriba y abajo imparablemente, se mueve, se agita, se contonea y se entrega como si tuviese la mitad de años. Y canta. Canta como los Dioses.
Una vez la banda vuelve al escenario para los bises, abren la caja de los juguetes que guardaban en el ático. Un sobrecogedor “Dream On” es el primer tema en sonar, después que diez técnicos traigan un piano de cola a pulso hasta el escenario B para Tyler. Su voz suena inmensa, juega con ella como quiere y mantiene un control que ya quisiera para si, por ejemplo, un Paul Stanley o muchos otros congéneres. Al final del tema, con Perry a su lado dejandose la piel, Tyler se sube encima del piano para terminar el tema de la manera más épica posible. Después de esto, no cabe más remedio que cerrar el concierto con “Walk this Way” y toda la banda al completo -salvo Kramer, por motivos obvios- en el escenario pequeño. Aquí la banda utiliza uno de los únicos artificios de todo el concierto: unas columnas de humo y un baño de confetti. Es todo lo que han usado en todo el show: ni pirotécnia, ni hichables, ni plataformas hidráulicas, ni monstruos de tres metros. Han dejado que la música hable, han sido fieles a su palabra. Aerosmith son una maquina de hacer rock como pocas y aunque nadie se cree que lo vayan a dejar de verdad (¿qué va a hacer Tyler? ¿plantar coles en un huerto urbano?) no está de más acudir a verles por si fuese verdad. Porque un día será verdad.
Promotor:Wizards Promotions
Día:20-06-2017
Hora:20:00
Sala:Lanxess Arena
Ciudad:Colonia
Teloneros:Tyler Brant & The Shakedown
Puntuación:9
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