Quizá Tarja no llene el Barclaycard en fecha única y tenga que “conformarse” con meter apenas medio millar de personas en un par de ciudades, pero quizá tampoco le convenga: con sus actuales dimensiones artísticas, se puede dedicar a lo que realmente ella quiere hacer, descubriendo los matices que ella quiera aportar, con la tranquilidad de poder escoger las aventuras que más le plazcan y lograr la -tan deseada por la mujer española media- conciliación familiar.

Y así se lo conté a mi madre cuando la llamé la mañana siguiente al concierto. Pero empecemos por el principio.

600 personas reunidas en la sala Barts, una de las mejores de la ciudad condal, esperaban una noche de domingo para ver a Tarja Turunen, solista finlandesa afincada en Argentina, auténtica -y primigenia- referente del metal operístico. La platea no lucía muy llena cuando la reina de la noche saltó al escenario -ataviada con un espectacular vestido negro, de plumas como de cuervo, que la transformaba aún más en la viva imagen de la antagonista de Sarastro-, y empezó a entonar las notas de “No bitter end”. Des del primer momento dejó patente una cosa: Tarja estaba disfrutando encima de ese escenario, y un gesto, una sonrisa, una mirada, era suficiente para contagiar de dicha a sus acérrimos fans -de muy variadas vestimentas, edades y procedencias; el ideal demográfico-. Resulta difícil creer que antaño fuera acusada de engreída, pues Tarja no hacía más que lanzar besos y sonrisas a cada instante que las canciones le permitían, cariñosa a más no poder con su gente. Afortunados, además, fuimos en España de poder disfrutarla, aunque fuera contenidamente y entre risas casi tímidas, de un poco de su perfecto -perfectísimo- español – con acento argentino, claro está.

El tiempo ha tratado muy bien a Tarja. No sólo sigue siendo capaz de lanzar chorros de voz como si no le costara ningún esfuerzo, si no que además ha logrado una madurez interpretativa y vocal que deja entrever las experiencias de su viaje – con sus altos y sus bajos, como nos susurró confidente al presentar el tema “Demons in you”. La cantante no sólo ha sabido superar el bache que hubieses podido acabar prematuramente con su carrera, si no que con el tiempo ha salido reforzada de ese mítico evento sobre el que tantas líneas de tinta corrieron y siguen corriendo. Quizá Tarja no llene el Barclaycard en fecha única y tenga que “conformarse” con meter apenas medio millar de personas en un par de ciudades, pero quizá tampoco le convenga: con sus actuales dimensiones artísticas, se puede dedicar a lo que realmente ella quiere hacer, descubriendo los matices que ella quiera aportar, con la tranquilidad de poder escoger las aventuras que más le plazcan y lograr la -tan deseada por la mujer española media- conciliación familiar. La mirada de Tarja rezuma serenidad y complacencia cuando se sienta en el suelo, en corro con los otros músicos que la acompañan -K. Chown al bajo, C. Kretschmar a los teclado, M. Lilja a un inspiradísimo chelo, A. Scholpp a la guitarra y coros, y T. Schreiner a la bateria -, y se lanza a un medley acústico donde la frase “Keep all the roses, I’m not dead” del primer single de su carrera en solitario, diez años atrás ya, cobra más fuerza que nunca.

No todo es ideal, claro. Los puntos fuerte de Tarja, como su individualidad y fuerte personalidad, también son sus puntos débiles, encorsetándola (permitidme el chiste…) en un estilo tan característico que, aunque ella se atreva con distintos géneros, no puede evitar seguir sonando -quizá un poco demasiado- a pura Tarja. También es cierto que, aunque ha logrado encararse al reto compositivo con más que solvencia, sin el talento de Tuomas detrás hay canciones que brillan por su falta de lustre – una falta que se nota aún más en un concierto en solitario, donde entre temazos como “Victim of ritual” y “Until my last breath” quizá le sobre demasiado tiempo que no es capaz todavía de llenar con canciones suficientemente fuertes como para atraer la atención del respetable sin hacerle apartar la atención del escenario en todo el setlist. Démosle tiempo, pero.

Tarja es una mujer de contrastes: tiene presencia, un poderío encima del escenario y un talante que a primer instante hasta intimida, pero tan justo empiezan a sonar las notas de sus canciones no puede evitar romper la máscara, desmelenarse sin pudor, y soltar la payasa que lleva dentro. Y ver a una señora (y cuando digo “señora” refiriéndome a Tarja, es un “señora” con todas las letras, uno de esos “señora” que no puedes evitar decir con la voz grave y puntualizando el matiz con un gesto de la mano.) desmelenarse tan gustosamente es una de las sensaciones más liberadoras que puedes experimentar un domingo por la tarde.

Y así se lo conté a mi madre cuando la llamé la mañana siguiente al concierto – yo dentro de veinte años quiero tener el mismo aplomo que esta señora; quiero disfrutar de mi trabajo con la misma liberación que ella, y poder escoger mi camino a mi propio ritmo hasta aunque el mundo me sea adverso. Opiniones sobre el trabajo musical de Tarja hay para dar y tomar, pero si una cosa no se puede negar es que la señora de la que aquí hablamos sabe muy bien a dónde quiere ir, y está convencida que, de mientras, nadie va a impedirle pasárselo bien, y regalar tan buen espectáculo como sabe dar a quienes quieran escucharla.

Promotor:Madness Live! Prods

Día:2016-11-06

Hora:19:00

Sala:Sala Barts

Ciudad:Barcelona

Puntuación:7