Al salir del Dome, la gente se agolpa para comprar por 35 Euros alguna de las camisetas oficial o por 120 Euros la sudadera oficial. La sensación es la de haber visto una versión en technicolor y ajustada a la leyenda de lo que se ha decidido que debe ser un concierto de Motley Crue. Sigue siendo mejor que quedarse en casa un sábado por la noche viendo Netflix.

Todo empezó con el libro «The Dirt», editado en el año 2001 y escrito junto a Neil Strauss, y con la compra a Elektra Records de su viejo catálogo de discos allá por 1999, cuando Motley Crue estaban bajo mínimos en cuestiones de popularidad y la compañía quería quitárselos de encima. Sixx fue un tipo astuto, muy astuto. A partir de ese momento y gracias a la maniobra del libro, Motley Crue evitaron convertirse en otra de esas bandas americanas que terminan tocando en salas de mala muerte y con cinco versiones de si mismas, como Ratt y similares. «The Dirt» permitió a Mötley Crue llevar a la era digital una leyenda que había quedado perdida en las crónicas y reportajes de la era analógica. Sus vicios, sus peleas, sus rivalidades, su mezquindad, su miseria pero también la grandeza de todo lo que consiguieron en los años 80 fueron expuestas a una nueva generación necesitada -muy necesitada- de estrellas del rock que fuesen capaces de limpiarse el culo con los Fred Dursts, los Jonathan Davies y los Marilyn Mansons de la época.

«The Dirt» sirvió para mostrar a una banda que estaba por encima del bien y del mal y cuya leyenda negra era de impresión. Del mismo modo que «Hammer of the Gods» sirvió para mitificar a Led Zeppelin, este libro sirvió para terminar de construir el mito de Motley Crue. Así pues, con ese caldo de cultivo cociendo a fuego lento durante cuatro años, la banda se reunió en 2005 para un recopilatorio y para la gira «Carnival of Sins», amen de firmar un presunto contrato de 10 años con Live Nation por un importe también presuntamente superior a 100 millones de dólares. El resultado fue tremendo: todo el mundo quería ver a Motley Crue y el grupo pudo subir de nuevo al nivel de banda de arenas en todo el mundo. Ni tan mal.

Tras diez años girando incansablemente por Estados Unidos y ocasionalmente Australia, Europa, Canada y otros territorios, la banda decidió decir adiós en 2014 y 2015, realizando una gira de despedida y firmando un acuerdo certificando el «cese» de las giras ante la prensa, como dejando claro que ellos se iban de verdad, no como las otras bandas. Y, a decir verdad, era el momento. De hecho, venía siendo el momento desde hace cinco años. La banda está quemada, la fórmula no da más de si sin un argumento emotivo como el de la despedida y corren riesgo de terminar arrastrándose por recintos pequeños si no se largan a tiempo, dañando así su legado y percepción pública como banda de grandes recintos.

Dejando claro que Europa nunca fue el lugar de sus sueños, la banda anunció hace unos meses una gira por el viejo continente con una duración total de dos semanas que comenzaría en el Reino Unido y terminaría en Finlandia antes de volver a Estados Unidos para una última ronda de conciertos en mercados secundarios antes de la gran despedida en Los Ángeles el 28,30 y 31 de diciembre. La banda gira acompañada de Alice Cooper como invitado y el doble cartel fue suficiente para que nos acercásemos a Dusseldorf, Alemania, para ver uno de los últimos conciertos europeos de Motley Crue antes de que se separen para siempre.

El ISS Dome era el lugar escogido para la cita y, durante una visita previa al centro de la ciudad, era obvio que la zona estaba tomada por fans del hard rock y el heavy metal que habían venido a Dusseldorf para pillar la única fecha que caía en fin de semana. Entre ellos un buen montón de españoles que, resignados ante la poca popularidad de la banda en España, tuvieron que coger un avión y hacer kilómetros para ver el show. No olvidemos que en plena gira de reunión, Motley Crue actuaron ante 3000 personas escasas en Zaragoza y apenas 4000 en Madrid. En plena época pre-crisis. Hoy en día Motley Crue tocarían en La Riviera y el Sant Jordi Club.

Alice Cooper salió puntualmente a escena a las 20:00h mientras nosotros intentábamos conseguir un pase de fotógrafo teóricamente confirmado por el management de la banda pero que nunca llegó a materializarse. Al final entramos al recinto para no perdernos el show de Cooper, que está en un estado de forma tremendo. El viejo Furnier es la viva imagen de la inmortalidad y la manera en que ataca las canciones de todo su catálogo de hits es envidiable. Durante 50 minutos soltó una tras otra como si el que se fuese a despedir de los escenarios fuese el. Arrancó con «The Black Widow» y «No More Mr. Nice Guy», antes de ir directo a por «Under My Wheels». Cooper sabe lo que quiere el público y se lo da sin problemas, manteniendo esa fingida arrogancia del personaje que tan repulsivo y entrañable le hace.

La banda que lleva es la habitual de los últimos tiempos, con Ryan Roxie a la guitarra, Chuck Garric al bajo, Glen Sobel a la batería y la espectacular Nita Strauss a la guitarra. Juntos consiguen hacer un impecable concierto donde el protagonista indiscutible siempre es el vocalista y el teatrillo del mal que siempre monta en la segunda mitad del show. Pero antes de eso, es una ametralladora de clásicos: «I’m Eighteen», «Billion Dollar Babies», «Poison», la más reciente «Dirty Diamonds» (solo tiene 10 años!), «Go To Hell» y el gran «Feed My Frankenstein». Es ahí donde llega «The Ballad of Dwight Fry» y Cooper recibe el tratamiento de la camisa de fuerza, para luego ser decapitado en «Killer» y su cabeza exhibida en «I Love The Dead». Y tras esto, el fin de fiesta habitual con «School’s Out», las burbujas de jabón y los globos inundando el escenario. E incluso pirotecnia, lo cual es difícil de ver en Cooper cuando actúa en España. Visto todo lo que llevan Motley Crue imagino que no es difícil que le presten cuatro petardicos para realzar el show.

Tras el show de Alice, el cambio es rápido y conciso. En cuestión de media hora, el escenario de los Crue está listo. La anticipación al show por parte de los alemanes es nula. Es decir, los alemanes siendo alemanes, vaya. Sin moverse de su sitio y con cara de «ah, vosotros sois Motley Crue, está bien» pese a haber pagado cien euros por verles. Ni una ola, ni un poco de griterío, ni cánticos alcohólicos… Nada. Teniendo en cuenta que el público se componía por un 70% de cuarentones buscando su «noche de juerga» del mes y un 30% de veinteañeros experimentado a los Crue por primera (y última vez) la cosa era bastante curiosa.

Motley Crue salen al escenario con energía y al son de «Girls Girls Girls». Hay un punto de magia en ver a estos canallas de cerca y comprobar que siguen vivos o razonablemente vivos en el caso de Mick Mars. Se han traído el montaje escénico americano prácticamente íntegro: la batería – montaña rusa de Tommy Lee, las plataformas hidráulicas, la pirotecnia, el fuego, el micro suspendido de Nikki Sixx, etc. Siguen el show del tirón con «Wild Side» y «Primal Scream». El público se lo pasa bien y salta en las primeras filas, pero el grueso del ISS Dome está mirando pasivamente el espectáculo como quien ve una película en el cine. Entre temas, el silencio es bastante ensordecedor. Vince Neil intenta en ocasiones arengar al público, pero ya no le sale. Decir «hey, menuda panda de cabrones salvajes estáis hechos» ante una audiencia totalmente pasiva es como meter el dedo en la llaga.

Ante las dificultades, clásicos. En ese sentido, el show es una maquina de escupir historia del hard rock. Aunque no seas fan de la banda, conoces todas las canciones: «Same Old Situation», «Don’t Go Away Mad (Just go Away)», «Smokin’ In The Boys Room», «Looks That Kill», «Mutherfucker of the Year»…todas van sonando como si estuvieses viendo un DVD con la versión más medida y aséptica de Motley Crue. El elemento de peligrosidad de hace unas décadas está diluído totalmente y es tan excitante verles sobre el escenario como ver fraguar el cemento. Además de que la química es absolutamente nula entre ellos: en un par de momentos se colocan los tres juntos en el frontal (Nikki, Vince y Mick) para posar. En otro momento Nikki y Mick comparten micrófono. Poco más. Cada uno hace su concierto y dejan que los minutos vayan pasando y el setlist vaya consumiéndose. Tommy Lee en concreto no es ni visible: está allí atrás, tocando, metido en su batería, sin el más mínimo contacto con el público hasta el final del concierto. Ni le ilumina un foco frontal.

En ese sentido, es irónico ver a la banda interpretando su versión del «Anarchy in the UK» de los Sex Pistols. Todo lo anarquista que puede ser ver a un montón de señores entrados en la cincuentena interpretado un perfectamente dosificado concierto de rock para las masas y embolsándose un millón de euros. Vince Neil es al anarquismo lo que Zara al comercio justo, vaya.

Uno de los momentos más álgidos del show fue, sin duda, cuando sonó la intro «In The Beggining» y nos vimos llegar un abrasivo «Shout at the Devil» bañado en llamas, donde Nikki Sixx dispara una buena ración de ellas desde su bajo. Imagino que por una cuestión de derechos, pero la banda insiste en tocar «Shout at the Devil ’97» en lugar de la versión original de estudio, pero en directo a la gente le da igual y los cánticos de «Shout, Shout, Shout» invaden el ISS Dome dándole cierta vida a aquello por primera vez esa noche.
Hay un guiño a los enamorados del «Theater of Pain» con la gran «Louder than Hell», una de esas joyitas que de vez en cuando la banda recupera en sus directos. Acto seguido, llega el momento álgido de la noche cuando suena «Carmina Burana» de Carl Orff y se nos viene encima el solo de batería de Tommy Lee, que cobra vida por primera vez en la noche y se dirige al público con sus «fuck yeah» habituales y esa actitud que rezuma swag y chulería. Su batería se eleva y recorre todo el ISS Dome por los raíles de montaña rusa existentes para la ocasión, poniéndose totalmente boca abajo mientras Lee arenga al público y ejecuta patrones de batería de todo tipo sobre viejos clásicos del rock y sobre ritmos de música electrónica y hip-hop. El efecto está muy bien y hay que decir que en cada gira Lee lo lleva un poco más allá. Tras llegar al final del recinto, Lee vuelve de nuevo hacia el escenario para despedir el solo entre llamaradas. Acto seguido, Mick Mars toma el centro del escenario para un solo de guitarra pasable donde hay mucho efecto y mucho grave desmedido para remover intestinos. La cosa acaba desembocando en el que se podría considerar el último buen tema de Crue, «Saints of Los Angeles», que el público incluso corea en algunos momentos (a un volumen modesto, claro).

El final se va acercando y lo hace con un trio absolutamente ganador: «Live Wire» (tremenda, hay que reconocerlo), «Dr. Feelgood» y la eterna «Kickstart my Heart», con la que la banda ya lo da todo y tanto Vince Neil como Nikki Sixx surcan las cabezas del público a bordo de plataformas telescópicas mientras el escenario estalla en explosiones y las serpentinas invaden el público. Es en este trio de temas final donde el ISS Dome se viene arriba y parece finalmente comportarse como un público de conciertos en un show de hard rock de sábado por la noche. La banda se despide entre aplausos ensordecedores, pero aun queda el bis.

En una esquina del Dome se forma un cordón de seguridad que conduce a una plataforma junto a la mesa de sonido. Tras cinco minutos, allí aparecen con linternas los miembros del equipo de seguridad y los miembros de Motley Crue, que pasean chocando manos con los fans que bordean el cordon de seguridad. Se suben a la plataforma y tocan una emotiva versión de «Home Sweet Home» con Tommy Lee al piano que sirve como colofón a un concierto que se puede definir como correcto. Musicalmente estuvieron muy bien, Vince Neil cantó lo mismo que canta siempre (lo que le apetece y lo que no, lo deja en el aire) y los coros pregrabados se hicieron más discretos en el cara a cara. Pero no cabe duda de que Motley Crue es una banda acabada, una erección que se está aguantando con la Viagra del dinero pero que no provoca placer a ninguno de los implicados.

Al salir del Dome, la gente se agolpa para comprar por 35 Euros alguna de las camisetas oficial o por 120 Euros la sudadera oficial. La sensación es la de haber visto una versión en technicolor y ajustada a la leyenda de lo que se ha decidido que debe ser un concierto de Motley Crue. Sigue siendo mejor que quedarse en casa un sábado por la noche viendo Netflix.

Promotor:Live Nation

Día:2015-11-14

Hora:20:00

Sala:ISS Dome

Ciudad:Dusseldorf

Teloneros:Alice Cooper

Puntuación:7