Después de una apabullante gira española junto a MOTORHEAD y SAXON en julio y agosto del año pasado, a todo el mundo le dejó algo perplejo el hecho de que JUDAS PRIEST decidieran volver a pisar la península dentro de su gira “Epitaph”, con la que (se supone) dan el carpetazo a su carrera como banda-que-gira-de-manera-habitual. Algo que todo sabemos que terminará siendo mentira, como con KISS, como con SCORPIONS y como con los ROLLING STONES. Pero en primera instancia todos nos lo creímos y buenas cifras de gente acudieron a los conciertos del verano pasado, con un lleno absoluto en Madrid y una muy buena entrada en Barcelona pese a las cientos de miles de millones de veces que JUDAS PRIEST han tocado en nuestro país. ¿Por qué volver a tocar un territorio tan trillado tan solo nueve meses después de la última ocasión? El resultado fue más o menos predecible: una entrada modesta en Madrid, otra entrada modesta en Barcelona (a ojo, unas 3.000 personas) y dos conciertos restantes que está por ver como funcionan. Son tiempos duros para el Heavy Metal, la época de vacas gordas se ha acabado y hasta el poderoso Bruce Springsteen tiene muchas dificultades para agotar dos noches en el Estadio Olímpico de la ciudad Condal (130.000 personas de aforo total) cuando hace cuatro años agotó sin problemas dos noches en el Camp Nou (190.000 personas de aforo total). Se acabó lo que se daba, de momento, en cuanto a grandes asistencias a conciertos. La mayoría de giras las pasan canutas para llenar simples salas de 600 personas y eso es algo que, extrapolado a otra esfera, la de las arenas, pabellones y estadios, tiene efectos incluso más nefastos. No todo el mundo puede pagar hoy en 60 Euros por una entrada para un espectáculo.

Como es obvio, lo único que puedo decir que es fue una pena. El monumental concierto que JUDAS PRIEST dieron en Barcelona ayer día 15 de mayo, merecía toda la atención. A fin de cuentas, la banda está ahora mucho más rodada después de un año en la carretera e incluso Halford ha conseguido mejorar los ya positivos resultados de su voz en la gira del año pasado. No sin trucos, por eso. Para el oído no educado, Halford dio ayer un recital de agudos que estaba casi a la altura de la gira del “Painkiller”. Toda una mejora de muchos enteros respecto al Halford cascado, ronco y sufridor de la gira del 2009. Con la mejora del año pasado habría sido más que suficiente para cargar dignamente con el peso vocal del show pero la superioridad de esta reciente ocasión ha hecho que algo huela a chamusquina. Entiendo que con cinco cervezas en el cuerpo sea quizá complicado prestar atención a los detalles más finos del sonido, pero si uno prestaba la suficiente atención era posible detectar un rastro bastante considerable de Autotune en la voz de Rob. Era bastante obvio si uno prestaba atención a la voz de Rob y se aislaba del resto de instrumentos. Su voz sonaba comprimida, robótica en algunos momentos y mucho más fina y menos rugosa que en otras ocasiones. Para que os hagáis una idea: sonaba de manera constante como la voz que usaba en la versión de estudio de “Electric Eye”, aunque no con tanta obviedad. Lógicamente, se atrevió a cantar “Painkiller” muy por encima de los registros del año pasado, se empleó MUY a fondo con los agudos de “Blood Red Skies” y no dejó de hacer uso de sus tonalidades más altas en lugares donde antes se resguardaba. Para el que prestara atención, es más, hubo un momento en el que se desveló la cosa y fue justamente al final de “Blood Red Skies”, si no recuerdo mal. En el último momento de la canción, el agudo descendiente de Rob se convirtió en un gallo robótico, como lo que usaba la vocalista Cher en su hit “Believe”. Fue un despiste y evidenció el asunto, aunque estaré encantado de que cualquier persona más ducha en la materia me corrija si es que me equivoco. Nada de malo en el asunto: la cuestión es que la gente quiere al Halford de 1982 en 2012 y eso no puede suceder por motivos naturales básicos. El set-list de la actual gira es muy exigente (pero mucho) para su tonalidad vocal actual y si la búsqueda de ayuda tecnológica sirve para que los fans disfruten de un show mucho mejor, fantástico. Me extrañaría que, preguntado abiertamente, el bueno de Rob lo maquillara.

Entrando en materia, la tarde comenzó con un set muy corto de UDO, alrededor de los 45 minutos. El bueno de Udo Dirkschneider no estuvo para muchos experimentos y fue a lo seguro: algún tema de su más reciente “Rev-Raptor”, como el que da título y “Leatherhead”, y a partir directo a por lo más florido de la discografía de ACCEPT, como “Princess of The Dawn”, “Metal Heart”, “Balls to the Wall” y “Fast as a Shark”. Hubo tiempo para un “Animal House” y para un “Man and Machine”, pero poco más. El alemán, siempre efectivo, hizo un show correcto y dedicado al fan clásico, aquel más poblaba la pista. Y es que es lógico: si no tienes contentos a los que han ido a verte, no volverán. Aunque eso implique tocar por millonésima vez las mismas canciones.

Similar fue el caso de BLIND GUARDIAN, quienes salieron a escena diez minutos antes de lo previsto tras un cambio bastante rápido de escenario. No acostumbrados ya a ser teloneros, los bardos tocaron en Barcelona ante la misma cantidad de gente que cuando ellos vinieron solos como cabezas de cartel la última vez. Lejos de desmotivarse por un detalle así de simple, la banda salió a por todas, aunque en condiciones técnicamente inferiores, tanto de sonido como de luz, respecto a JUDAS PRIEST. Quitando la inicial “Sacred Worlds”, el set list fue un hit tras hit impresionante.”Welcome to Dying” vino seguido de “Nightfall”, una más reciente “Turn The Page”  y luego la retahíla de “Time Stands Still (At The Iron Hill)”, “Majesty”, “Lost in the Twilight Hall”, “Valhalla”, “Bright Eyes”, “Imaginations From the Other Side”, “The Bard’s Song” y “Mirror Mirror”. Setlit ganador se mire por donde se mire, con un Hansi que posee un envidiable chorro de voz hoy en dia, justo al contrario que veinte años atrás, cuando entorpecía más que mejorar las canciones en directo. Tanto el guitarrista André Olbrich como el baterista Frederik Ehmke fueron el mejor soporte de un Hansi que –atención- incluso se puso a saltar sobre el escenario en ciertos momentos. Un gran show, pese a un sonido algo inferior al de sus otros shows propios.

La llegada de JUDAS PRIEST fue con “War Pigs” de BLACK SABBATH, como durante toda la gira. El público estaba eufórico, pero solo hasta cierto punto. Había cierta desidia en el nivel decibélico con el que la banda fue recibida. No obstante, el grupo se fue ganando fan a fan al público, que al final de la noche estaba mucho más jolgorioso que al principio. “Rapid Fire” hizo caer el telón y de golpe allí estaban, en toda su gloria, los héroes del metal británico. Siempre hay algo especial en ver a la banda, envuelta en luces, tachuelas y cuero, ante ti. Es el look de las rockstars de antaño, quizá, que todos tenemos grabado a fuego en la cabeza. Es ver los posters de tu habitación revivir y sentirte en un mundo paralelo durante un par de horas. No es lo mismo, por ejemplo, que ir a ver a CHILDREN OF BODOM, igual que no da la misma sensación encontrarte por la calle al alcalde de tu pueblo que a Barack Obama. Cosas de los medios, la imagen, el marketing y la exposición constante a una figura determinada.

Con “Metal Gods” llegaron las llamaradas de varios metros de altura y el baile robótico de Halford. Es probablemente uno de los temas más idiosincráticos de JUDAS PRIEST, incluso más que los hits obvios como “Living After Midnight”, “You’ve Got Another Thing Coming” o “Electric Eye”. “Metal Gods”, con su ritmo marcial, es probablemente el tema definitivo de los británicos y un más que funcional segundón en el inicio del set. Lo mismo con “Heading Out to the Highway”, cuyo anciano riff sigue poniendo al público en pie de guerra. La primera concesión a épocas más actuales vino “Judas Rising”, aunque luego dieron un giro al pasado con “Starbreaker” y un escalofriante “Victim of Changes”. Cabe decir que el fragmento central con el solo de Glenn Tipton arengando al público es el peor gasto de dos minutos que ha hecho un grupo sobre un escenario en su historia, pero se le permite porque es el. Más gemas del pasado con la primitiva “Never Satisfied” –escuché a un tipo del público preguntarle a su amigo si era un tema nuevo- y la versión de Joan Baez “Diamonds & Rust”. El público estaba entre pasota y medianamente entregado, pero sin ser demasiado ensordecedor, algo que contrasta con la actitud de “darlo todo” de la banda, especialmente por parte de Richie Faulkner. A nadie le cabe duda de que Faulkner es un gran añadido a JUDAS PRIEST considerando las circunstancias y el tipo disfruta cada minuto sobre el escenario como si no hubiera mañana. Fuera del escenario, a Faulkner se le vio cenando en el catering con Scott Travis, los dos miembros “no clásicos” de PRIEST, por así decirlo.

Otro de los temas más recientes fue “Prophecy”, con Halford difrazado de profeta del metal agarrado a un tridente con el logo de la banda que escupió un buen chorro de pirotécnia al final del tema. Le siguieron dos de los momentos más celebrados del show: “Night Crawler” y “Turbo Lover”. Especialmente la segunda, que funcionó como si fuera el “I Will Survive” del metal. “Beyond The realms of death” relajó las cosas, “The Sentinel” las remontó y luego se lanzaron a por la recta final con la gran “Blood Red Skies” – y la celebración del Autotune-, “The Green Manalishi”, “Breaking the Law”- que cantó íntegramente el público- y un solo de batería de Scott Travis justo antes de un brutal “Painkiller”, con Rob cantando muy por encima de la tonalidades de años recientes, como decía más arriba.

En los bises, pudimos escuchar un “Hellion / Electric Eye” de libro, “Hell Bent For Leather” con moto incluida y “You’ve Got Another Thing Coming” con Halford envuelto en la “senyera” catalana. Un trabajado solo de guitarra de Faulker durante el tramo central del tema lo alargó más allá de los ocho minutos cuando el concierto ya superaba las dos horas y cuarto de duración. Como no podía ser de otro modo, la fiesta acabó con “Living After Midnight” y la seria creencia compartida por todos –banda incluida- de que esta no iba a ser la última vez que nos viéramos las caras. Veremos a JUDAS PRIEST encabezar algún festival español el año que viene, que a nadie le extrañe.

 

Texto y fotos: Sergi Ramos

Promotor:Rock N Rock

Asistentes:3000

Día:16/05/2012

Sala:Sant Jordi Club

Ciudad:Barcelona

Puntuación:8