Iron Maiden se despiden en Bilbao

“Seventh son of a Seventh Son” sonó mágica, con Eddie presidiendo el escenario y con el teclista presente en una de las esquinas. Hubo un antes y un después del tema, pues a partir de ahí el show pareció crecer aún más. Se fueron con la imprescindible “Iron Maiden” y volvieron para el bis.

Cada vez son más previsibles y su show no ha variado prácticamente nada del año pasado a éste, pero no por eso dejan de ser los más grandes. IRON MAIDEN triunfaron en Bilbao como hicieran hace un año. Su nivel de compenetración en unos temas tocados hasta la saciedad y ante un público siempre entregado hace que sus conciertos se hayan convertido en un ritual al que sus fans, los más fieles del heavy metal, se entregan con pasión.

El BEC! de Barakaldo abría una vez más sus puertas al Heavy Metal, vistiendo sus mejores galas. La señalización por los pasillos se nos antojó deficiente, pero a diferencia del año pasado, no hubo colas y se entró de forma fluida.

Ya ubicados y tras saludar a los compañeros de turno, con apenas diez minutos de retraso saltaron a escena ANTHRAX, sin duda uno de los nombres clave de la historia de ese género que tanto encanta a los más jóvenes llamado Thrash Metal.

Fue corto pero intenso. Apenas cincuenta minutos y sólo ocho canciones, pero lo suficiente para despeinarse y para ver como a día de hoy todavía los hay que hacen headbanging como se hacía en la época buena, en los ochenta.

“Caught in a Mosh” abría el set y “Antisocial lo cerraba”. Por medio tiempo para algunos de los mejores temas de la historia de la banda, que seguramente se volvería loca para intentar preparar un repertorio tan corto. Por medio se quedaron “Got the Time”, “Indians”, “I’m the law” e incluso el “T.N.T.” de AC/DC que puso al BEC! patas arriba. Sólo interpretaron un tema no clásico: “Fight ‘em till you can’t”.

Belladonna estuvo sensacional, vive una segunda juventud, y los miembros no originales parecen llevar toda la vida. Dejaron una muy buena sensación a pesar de que sonaron bastante más bajos de volumen que las estrellas de cartel.

Por fin sonaba el  “Doctor, Doctor” de UFO y los más perezosos entraban corriendo a tomar posiciones, y es que es increíble que mucha de la gente pasara literalmente de ANTHRAX para quedarse en la zona exterior charlando o tomándose una cerveza.

Sonaban la intro del “Seventh Son of a Seventh Son” y las pantallas se quedaban en azul. Fue el único fallo en los audiovisuales de la noche. Una pantalla a cada lado del escenario ayudaba a que los que presenciaban el show desde lejos no se perdiesen ni un detalle, todo ello con una nitidez en la imagen digna de elogio.

Como siempre, se ciñeron al guión. “Moonchild” abrió el concierto. Con IRON MAIDEN no hay lugar para la improvisación ni las sorpresas, así que únicamente Bruce Dickinson se dedica a amenizar la velada mientras sus compañeros ejecutan los temas de forma perfecta. El vocalista cambió de vestuario en varias ocasiones y lució todo tipo de accesorios. Vocalmente es evidente que ya no es el mismo, aunque ya quisieran otros, pero su forma física es espectacular y los años no han pasado por él a la hora de correr arriba y abajo intentando acaparar protagonismo.

Belcebú apareció en “The Number of the Beast” y Eddie apareció caminando ataviado de soldado yankee en “Run To The Hills”. La  pirotecnia y un sonido casi perfecto ponían el resto, con un Murray sonriente como siempre y un Adrian Smith más cercano al público que nunca al que se le veía especialmente feliz.

“Seventh son of a Seventh Son” sonó mágica, con Eddie presidiendo el escenario y con el teclista presente en una de las esquinas. Hubo un antes y un después del tema, pues a partir de ahí el show pareció crecer aún más. Se fueron con la imprescindible “Iron Maiden” y volvieron para el bis.

“Churchill’s Speech” daba paso a “Aces High” para soltarnos el último paquete de canciones, reducido a tres con “The Evil That Men Do” y “Sanctuary”, que cerraba una noche inolvidable. Como todas las de IRON MAIDEN.