Iron Maiden en Barcelona: «El día de la marmota» con guitarras y pirotécnia
No era tan perfecto el sonido, una queja recurrente en shows recientes de la banda. En el caso del Sonisphere del año pasado se puede achacar al hecho de que es un festival, un espacio abierto, etc. Pero la banda llevaba varios días de ensayos generales en Barcelona y el sonido podría haber sido mucho mejor. Al final, una parte importante del asunto reside en que el gran Doug Hall, que fue ingeniero de sonido de la banda en directo desde 1980, dejó el puesto en 2012.
Iron Maiden actuó anoche junto a Anthrax en Barcelona dentro del inicio de una nueva tanda de conciertos europeos de la gira “Maiden England”, casi seguro que los últimos dentro de esta gira “revival”. Un espectáculo que ya pasó por España hace poco menos de un año, cuando la banda encabezó el festival Sonisphere en Madrid y Barcelona. Por tanto, había dudas –muchas- sobre si el público respondería a la nueva convocatoria de la doncella, con unas entradas a precios exorbitantes: 90 Euros en el caso de la zona más cercana al escenario, 62 Euros en el caso de la pista general y gradas más cercanas y 50 Euros en el caso de las gradas más lejanas. Todo ello aderezado con los siempre simpáticos gastos de distribución de Ticketmaster. Teniendo en cuenta que la última vez que Iron Maiden actuaron solos en el Sant Jordi en noviembre de 2006 el precio era de 35 Euros, el aumento de precio es considerable, aun teniendo en cuenta la subida del IVA como factor externo inevitable. Estamos hablando de que ver a MAIDEN en pista y sin poder acceder a las primeras filas, prácticamente ha duplicado su precio en menos de ocho años. Considerando la coyuntura económica desde entonces, es una actitud cuanto menos arriesgada, o poco sensible. Pero, como quedó demostrado ayer, no fue un impedimento para que prácticamente 15.000 fans de la banda británica invadan el Palau Sant Jordi en uno de los pocos macro-conciertos de un año que está teniendo mucha sequía en ese sentido. Quizá esa sensación de “ver a Iron Maiden en un pabellón, como en los ochenta” fue lo que terminó de sacar de sus casas a toda esa gente. Porque ciertamente, el concierto de ayer tenía un cierto aire de fin de ciclo.
Iron Maiden llevan dos años paseando el espectáculo “Maiden England” por escenarios americanos y europeos, una gira que rememora el tour de “Seventh Son of a Seventh Son” de 1988, el cual también fue el fin del ciclo de los Iron Maiden más brillantes de los años 80. Tras aquella gira vino el declive con “No Prayer for the Dying”, la salida de Dickinson tras “Fear of the Dark” y los oscuros años 90. A estas alturas, la banda no va a entrar en declive, pero las giras “revival” que tanto le han servido a la banda para hacerse más grandes en la última década no tienen pinta de continuar en el futuro. A fin de cuentas ¿qué sería lo siguiente? ¿Un tour conmemorativo de los años de Blaze Bayley en salas de quinientas personas? ¿El vigésimo aniversario de “The X Factor”? Ahora Iron Maiden tan solo pueden ir hacia delante, algo de lo que ya demostraron ser muy capaces con la gira de “The Final Frontier” o la de “A Matter of Life and Death”, donde las canciones de tiempos recientes protagonizaban el set-list y los clásicos de antaño eran relegados al final del show en apenas veinticinco minutos, con cinco canciones o seis para contentar al personal. Así que, ciertamente, dudo que volvamos a escuchar “Aces High”, “Wasted Years” o “Seventh son of a seventh son” en una buena temporada, si es que volvemos a escucharlas en directo. Cosas más raras se han visto: en todo el tour no ha sonado “Halloweed be thy Name”. Algo así como si KISS optaran por no tocar “Rock And Roll All Nite”. Sacrilegio.
Pero así son Maiden. Una banda peculiar: te dan una de cal y una de arena. Un disco oscuro y progresivo y luego una gira de hits petardos de cuando todos éramos jóvenes. Quizá precisamente por eso disfrutan del respeto masivo y del apoyo incondicional de sus fans. Hay que ser, en el fondo, muy valiente para hacer lo que te viene en gana en un negocio tan cambiante como el de la música y con unos fans tan anquilosados como los del heavy metal en su opción más masiva.
En Barcelona, el espectáculo estaba diseñado para remover corazones y recuperar fans perdidos. A fin de cuentas, ver a Iron Maiden junto a Anthrax es algo que le debe tocar la fibra a quienes estuvieron en la plaza de toros Monumental en 1988, donde se celebró el Monsters of Rock de la gira “Seventh Son” con un cartel que incluía a ambas bandas. No solo eso: dos años después, en octubre de 1990, ambas bandas tocaron en el Palau d’Esports en horas algo más bajas para las dos formaciones. Y también compartieron jornada el año pasado por estas fechas en el Sonisphere, ya ante toda una nueva generación de fans deseosa de vivir lo que otros vivieron veinticinco años atrás y creían que nunca podrían experimentar. “El día de la marmota” pero con guitarras y pirotecnia.
El horario del show, totalmente británico, hizo que el Palau Sant Jordi no se llenase hasta los minutos antes de la actuación de los protagonistas de la noche. Para Anthrax había una buena entrada, quizá unas 6.000 personas, que disfrutaron durante la hora aproximada de set que hicieron los de Scott Ian. Con un sonido bastante justito, en general, la banda no se anduvo con demasiadas tonterías: saltaron directos a por “Caught in a Mosh”, “Got The Time” e “Indians”. Frank Bello fue el capitán escénico de la banda, mientras que Scott Ian fue la locomotora rítmica. La sorpresa vino tras la batería, donde Jon Dette volvía a ocupar el puesto sin previo aviso. Charlie Benante ya tuvo que abandonar temporalmente la banda hace cuestión de un año, pero nadie sabía que Dette iba a ser el baterista de Anthrax anoche. El tipo hizo un buen trabajo y prácticamente nadie se dio cuenta del detalle, excepto los observadores. Al final, físicamente tampoco son tan distintos.
Dado que su último disco es de covers, no faltó espacio para “TNT” de AC/DC, la cual puso al público en pie de guerra. “Fight ‘em Til You Can’t”, “I am the Law” y la inevitable “Antisocial” cerraron el show de los americanos, que salieron airosos de ese difícil brete que es abrir para Iron Maiden. Pero, como decía, no es la primera ni la vigésima vez que lo hacen y ya están bastante rodados en ese sentido.
Tras la media hora de espera prevista (y quince minutos de regalo), comenzó a sonar “Doctor Doctor” de UFO por la PA, señal inveitable de que el inicio del show se acerca. Y, en efecto, las luces se apagaron, las pantallas de video mostraron el gélido montaje de imágenes que abre los conciertos de la gira, y de repente la acústica y la voz de Dickinson suenan con aquello de “seven deadly sins, seven ways to win…”. Ya no había vuelta atrás: un ominoso sonido de guitarra introducía los primeros golpes de batería y power-chords, la tensión crecía con cada golpe de bombo y en cuestión de segundos todo el frontal del escenario explotaba y súbitamente, ahí estaban. Steve Harris, Dave Murray, Janick Gers, Adrian Smith, el refugiado Nicko McBrain al que solo se ve en las pantallas de video (podría haber sido con Jon Dette también, si no lo hubiesen enfocado, ya puestos…) y en la parte trasera del escenario, aparecía el eterno Bruce Dickinson, tan ágil como siempre, la voz sufriendo en los primeros segundos y luego ya encontrando su sitio. La ceremonia mil veces vista, mil veces experimentada y no por ello menos efectiva.
La banda prosiguió el show, como era de esperar, con “Can I Play with Madness”, que Dickinson interpreta a la perfección desde una perspectiva teatral. Es un auténtico genio del escenario, sabe como mantener tu atención en todo momento y por ello es el frontman definitivo del heavy metal, por encima y a distancia de cualquiera que pueda competir. Lo mismo sucedió en “The Prisoner”, en la que cantó con absoluta perfección.
No era tan perfecto el sonido, una queja recurrente en shows recientes de la banda. En el caso del Sonisphere del año pasado se puede achacar al hecho de que es un festival, un espacio abierto, etc. Pero la banda llevaba varios días de ensayos generales en Barcelona y el sonido podría haber sido mucho mejor. Al final, una parte importante del asunto reside en que el gran Doug Hall, que fue ingeniero de sonido de la banda en directo desde 1980, dejó el puesto en 2012 y ahora tan solo actúa como consultor para la banda. Y casualmente, la mayoría de quejas de los fans se sitúan a partir de 2012. Incluso tras su show de Estocolmo en 2013, muchos fans solicitaron al promotor Live Nation la devolución de parte del precio de las entradas, quejosos por la calidad del sonido en el concierto. Obviamente, Live Nation se negó aduciendo que “el sonido en un concierto es una experiencia muy subjetiva”. Pero no debe ser tan subjetiva cuando, después de dos años de gira con las mismas canciones, sigue sin encontrarse el adecuado equilibrio. Especialmente las guitarras son las que más pierden con el sonido de directo actual de la banda, mientras que la voz de Bruce Dickinson también brilla mucho menos que en la gira de “The Final Frontier”, y no es porque el tipo se haya convertido en un peor vocalista.
Tras proseguir el concierto con “Two Minutes to Midnight”, comenzaron las sorpresas del show, que fueron tres. La primera de ellas fue “Revelations”, que no sonaba en directo desde hacía mucho tiempo y un guiño más que necesario a “Piece of Mind” más allá del cansino “The Trooper” (que fue la siguiente).
Con el concierto ya en pleno apogeo, llegó el turno de “The Number of the Beast”, “The Phantom of the Opera” y un explosivo “Run to the Hills”, con aparición de Eddie incluida. Ya no había manera de echar por tierra el concierto: la banda podría haber salido a la calle y haberle rajado las ruedas del coche a cada uno de los asistentes, y estos tan solo habrían jaleado y disfrutado más si cabe. Era una fiesta en toda regla: cervezas en alto, colegas que se reencuentran entre el público y canciones que marcaron una época resonando en nuestros oídos. “Wasted Years” llegó en el momento apropiado, antes de que la banda nos calmara con “Seventh son of a Seventh Son” y su deje progresivo y sus diez minutos de duración. Pirotécnia sobre nuestras cabezas, Bruce con el tres cuartos y el flequillo engominado y toda la magia de aquella obra que marcó el inicio de los Maiden más complejos de los que seguimos disfrutando hoy en día.
La segunda novedad del show respecto al año pasado fue “Wrathchild”, aunque es otro tema tocado hasta la saciedad. A nadie le importó. Luego vinieron “Fear of the Dark” y “Iron Maiden”, con Eddie en la parte trasera del escenario, como es habitual. Ninguna sorpresa escénica, pero todo estrictamente milimetrado para replicar aquello mil veces visto en los videos oficiales de la banda.
El bis arrancó como si de un nuevo inicio de show se tratase: el mítico discurso de Winston Churchill introdujo un abrasivo “Aces High” que sonó a gloria. Luego fue turno de “The Evil that Men Do” y para acabar “Sanctuary”, la tercera y última sorpresa de la noche. A Bruce le tiraron una senyera catalana al escenario, que levantó tímidamente sin saber si se trataba de la rojigualda española, consciente del conflicto independentista. A lo largo del show hizo siempre las referencias adecuadas a “Catalunya” indicando incluso que “el próximo show lo haremos en España…ah no, en el País Vasco”, corrigiéndose sobre la marcha. Es un detalle sin importancia, pero dice mucho de su inteligencia y del respeto a sus fans que un tipo como Bruce intente saber donde está tocando, cuál es la identidad de su público y la problemática existente. Nunca hay que mezclar la política con el entretenimiento, pero los guiños de este tipo son los que marcan la diferencia entre Maiden y el resto de grupos que tratan cada show como “una parada más de su gira”.
Durante un par de minutos, pareció que la banda iba a volver al escenario, y la gente esperaba que pudiese sonar “Halloweed be thy Name”, puesto que la habían ensayado el día anterior. Pero no sucedió. Aún así, más allá del sonido, y lo repetitivo del set-list respecto al año anterior, pocas quejas sobre esta visita de la banda. Si, podrían haberse sacado de la manga un “Where Eagles Dare” un “Caught Somewhere in Time” o un “Infinite Dreams”, pero no fue el caso. Disfrutemos de lo que tenemos, mientras podemos.
Promotor:Last Tour International
Día:2014-05-27
Hora:19:00
Sala:Palau Sant jordi
Ciudad:Barcelona
Teloneros:Anthrax
Puntuación:9
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