IRON MAIDEN son un valor seguro. A día de hoy, está por llegar la ocasión en que les vea hacer un mal concierto o, sencillamente, un concierto mediocre. Siempre hay un momento en el cual el vello se te eriza y no puedes evitar saltar y cantar como un ceporro. Lo de anoche en Valencia fue, felizmente, igual que siempre. IRON MAIDEN llegaron, conquistaron a 22.000 personas en Valencia, y se largaron de vuelta a casa con la certeza de haber cerrado una de sus giras más exitosas en Estados Unidos y Europa. Que no es poco.

Tras el fiasco de la última ocasión, en la que IRON MAIDEN tuvieron que cancelar uno de sus shows en España (el del Metalway de Zaragoza) debido a que una intensa tormenta barrió el recinto en poco menos de diez minutos, había muchas ganas de ver a la banda británica. Y si bien al principio de la gira eran muchos los que posicionaban en contra del actual setlist de la banda (escogido a partir de sus últimos cuatro discos, con solo cinco clásicos para compensar al final del concierto) a la hora de la verdad, allí no se quejaba nadie. El secreto de un concierto de IRON MAIDEN no reside en las canciones que tocan tanto como en la energía que se desprende del escenario y que se transmite a un público que es absolutamente leal a la banda. Las personas que poblaban las primeras filas eran devotos absolutos. Y los que poblaban las últimas, también. El grado de comunión entre banda y público es del 100% en todo momento.

El recinto del show, conocido como Auditorio Marina Sur, es un espacio con capacidad para unas 30.000 personas, situado en el puerto de Valencia, al lado del Paseo Marítimo y de la playa de Malvarrosa. No hace falta decir que, acostumbrado a los impersonales estadios o palacios de deportes, los patatales situados en Soria, Fuencarral de la Perra, Frontisputicio de la Sierra y  todos esos pueblecitos aberrantes de la geografía española donde se suelen realizar grandes acontecimientos musicales, el Puerto de Valencia era una elección de primera. Bien comunicado, un aeropuerto cercano, hoteles a patadas, playa, paella y, lo más importante, ausencia total de tormentas inesperadas, vientos traicioneros o demás lindezas.

Así que, a las cuatro de la tarde se abrieron puertas y la marea negra de heavies venidos de todos los puntos de España y Portugal comenzó a cruzar el puente que daba acceso al recinto e inundando las primeras filas, donde esperar pacientemente durante cinco largas horas hasta la salida de la doncella de hierro. No faltó la música durante esas horas, y las grandes barras montadas al lado de la torre de sonido se llenaron de personal ávido de paliar los efectos del calor insoportable de la zona a esas horas, que superaba fácilmente los 37 grados.

El escenario estaba bien preparado para albergar la tormenta de decibelios, con una puesta a punto la noche anterior gracias a un concierto de BARON ROJO, TIERRA SANTA y ATLAS, al que acudieron unas tres mil personas, a ojo de buen cubero. Los BARON hicieron uno de los mejores conciertos de la reunión, mucho más motivados y entregados que en el disperso show de Barcelona que vi meses antes y mucho más confiados que en Zaragoza un año anterior cuando estrenaron el retorno de la formación original. Tres horas de show, eso sí, demostrando que si la gente quería reunión, iban a tener dos, tres y hasta cuatro tazas, a rebosar. Como siempre, sonaron las infaltables “Concierto para ellos”, “Chicos del Rock”, “Breakthoven”, “Campo de Concentración”, “Los Rockeros Van al Infierno”, “Resistiré” y demás. No hubo ni un momento de tregua. Bueno, si, cuando Sherpa dijo que ahora iban a tocar “Tierra de Nadie” aunque les hayan recalificado el territorio. Don Campuzano, cuando quiere, es un cruce entre el humorista Eugenio y algún poeta bohemio que sigue vociferando su obra allá donde le dejan.

Pero pasemos al sábado, cuando Valencia se convirtió en la capital metalera del sur de Europa durante unas horas. A las ocho exactas de la tarde salieron a escena unos motivadísimos EDGUY, con el bueno de Tobias Sammet al frente, el cual iba vestido con una chaqueta imposible teniendo en cuenta los 37 grados y que además, no paraba de moverse. Pude ver a Tobi en los camerinos después de acabar el concierto y el “chaval” estaba absolutamente hecho polvo tras el concierto. Pero es que en cuarenta minutos de reloj lo dieron todo, todo, todo. Consiguieron que el público coreara su nombre, consiguieron ser recibidos como si se tratara de uno de los grandes y el humor de Sammet conquistó al público. “Ahora cuando acabemos de tocar no os vayáis” le dijo al público en cierta ocasión. “Que ahora viene otra banda”.

Aún con “Tinnitus Sanctus” a sus espaldas y haciendo unos cuantos bolos de fin de semana durante el verano, EDGUY están a máxima capacidad, con ganas y muy enérgicos. Tocaron “Dead Or Rock” y la cañera “Speedhoven” para comenzar el show, poniendo a hacer palmas y a saltar a todo el respetable. Se notaba que la gente tenía ganas de pasárselo bien y había esa magia en el aire propia de las grandes noches. EDGUY fueron la mejor elección para abrir (solo había que ver como se las gastaba Felix Bohnke tras la batería para darse cuenta de que la propia banda estaba encantada de abrir para MAIDEN) y coronaron su breve actuación con “Lavatory Love Machine”, “Superheroes” y “King Of Fools”, sus tres hits más recientes. Dejaron de lado temas más antiguos como “Vain Glory Opera”, pero es que no había tiempo de más. Salieron, conquistaron y volvieron a su casa victoriosos. Puedo imaginar a EDGUY tocando para 22.000 personas en un sitio como  ese, como cabezas de cartel, dentro de diez años, cuando ya no quede ni rastro de la bandas que hoy mueven tickets.

La espera para el show de IRON MAIDEN se hizo larga, muy larga. Pasaron prácticamente 40 minutos desde que EDGUY finalizaron su actuación hasta que MAIDEN lo tuvieron todo listo para salir a tocar y el cielo estaba lo suficientemente oscuro como para que la actuación brillara en todo su esplendor. Cuando todo estuvo en su sitio, comenzó a sonar el “Doctor, Doctor” de UFO y aquel lugar estalló. Desde hace unos años se ha puesto de moda la “canción pre-concierto” de cada banda. Para KISS es “Immigrant Song”, para METALLICA es “It’s a Long Way To The Top” y para MAIDEN es “Doctor Doctor”. Juro que solo con ese tema vi lágrimas en personas de las primeras filas, absolutamente entregadas a la magia maidenesca desde antes de que salieran a escena. Pero cuando Nicko apareció tras la batería aquello ya fue de otro planeta. No tardo en salir Adrian Smith y arrancar con las notas de “The Wickerman”, mientras el resto de la banda aparecía desde el lado derecho del escenario. El último, como siempre, Dickinson que llego de una carrera, saltó apoyándose en los monitores del centro del escenario, dio una patada al aire y cayó justó en el centro del escenario, a tiempo de cantar el primer verso del tema. Matemáticamente perfecto, sin duda. Pero por más que uno sepa que aquello es un espectáculo muy bien medido, tanto da. Parece que sea nuevo cada noche. La energía es tal que te abstraes completamente y dejas de pensar en nada concreto. Eres su marioneta durante dos horas. Y encantado de ello, eh.

Con “Ghost Of The Navigator”, Bruce hizo mención a todos los barcos que había en el puerto, a escasos metros del escenario. Fue otro bombazo, probablemente el mejor inicio de concierto de IRON MAIDEN desde el 1-2 de “Aces High” y “Two Minutes to Midnight” en 1984. Pero para compensar tanta épica, nada mejor que un punkarra “Wrathchild” como tercer tema. Tras guardar la cámara, toca buscar un buen sitio desde el que ver el concierto y descubrir que era harto complicado observar el escenario en medio de una marea humana de tantos miles de personas (medir 1,71 tampoco ayuda!). Pero con una silla y un poco de jeta, conseguí el angulo perfecto para observar como Dickinson, Harris, Murray, Smith, Gers y McBrain aniquilaban Valencia. Aquello no lo hundía ni Camps.

El show siguió adelante con la nueva “El Dorado”, que comienza a ganar enteros en directo y ya es muy conocida por los fans, aunque sigo manteniendo que es el peor tema de “The Final Frontier”. Mejor fue, eso si, la infravalorada “Dance of Death”, que con su sección central puso a saltar a todo el auditorio.  “The Reincarnation of Benjamin Breeg” tuvo algunos problemas de sonido, especialmente con uno de los solos de guitarra, que falló un poco desde la ecualización, pero eso fueron males menores. El tema, majestuoso, fue uno de los dos recuerdos de la banda a su anterior disco de estudio, “A Matter of Life And Death”. El otro fue “These Colours Don’t Run” con una bonita arenga sobre la guerra y el orgullo por parte de Dickinson que puso al público al borde la combustión espontánea.

Tras la dedicatoria a Ronnie James Dio, la banda interpretó un solvente “Blood Brothers” que volvió a poner el recinto patas arriba. Quien dijera que IRON MAIDEN han cometido un error con el setlist de esta gira no estuvieron en el mismo concierto que yo, eso está seguro. Eso si, “Wildest Dream” es un tema flojísimo en directo y sobró un poco. Mejor reacción tuvo “No More Lies” y, sobretodo, la clásica “Brave New World”, con la que se cerró la parte más novedosa del show. La llegada del estribillo de “Brave New World” convirtió el recinto de una cama elástica sobre la que todos saltamos, una vez más.

Acto seguido, comenzó a sonar “Fear of The Dark” y el recinto entró en erupción absoluta. Como en la gira de “A Matter…” el truco de dejar los clásicos para el final surte efecto. Después de sobreestimular a los fans durante hora y media, la última media hora es un orgasmo imparable que todo lo impregna. La aparición de Eddie en el tema “Iron Maiden” en medio de un mar de aplausos y gritos histéricos fue igualmente para recordar. Vale que el Eddie de ésta gira sea mas pequeño y menos móvil, pero hay que reconocer que sacar a un tío con zancos y conseguir que 22.000 tengan 12 años de nuevo es todo un logro. El Eddie de esta gira, como ya todos sabéis, tiene características alienígenas y además toca la guitarra (aunque en el show de Valencia se le partió el mástil cuando un Dave Murray muy pesadito no dejó de “apuñalar” a Eddie con su guitarra). De todos modos, lo mejor de Eddie es que siempre la toma con Janick Gers, probablemente el miembro más odiado de IRON MAIDEN de todos los tiempos, aunque hay que reconocer que su aportación a la banda está infravalorada. ¿Qué aporta? Aun no lo se, pero algo, imagino. Quiero creer.

Tras un breve descanso, la banda volvió a escena discretamente mientras sonaba la intro de “The Numer Of The Beast”, con el jolgorio que eso supone. Columnas de humo blanco y el propio Satán en formato transportable presidían el escenario mientras Dickinson se desgañitaba y la banda correteaba por todo el escenario. Por algún que otro problema técnico, Steve Harris tuvo que cambiar su bajo blanco por uno rojo más adecuado estéticamente con la cancioncita. Pero cuando parecía que ya podíamos morir en paz, llega la majestuosa “Halloweed Be Thy Name”, interpretada con tanta precisión como siempre. El público se volvió loco una vez más y los clichés de siempre fueron emocionantes. Cuando Harris, Murray, Smith y Gers se plantan en el centro del escenario para el segmento de solos del tema, un escalofrío te recorre el cuerpo. Cuando Dickinson se adueña de ese mismo espacio para buscar el griterío del público antes de la recta final del tema, solo puedes participar en la fiesta emocionado. La fórmula es la de siempre, pero no por ello menos efectiva. Primer orgasmo solo hay uno, si. Pero nadie se ha quejado jamás de todos los que vienen después!

Para el final del show, la banda recuperó la guerrera “Running Free”, donde Dickinson presentó a toda la banda y a los currantes que les acompañan. La banda acabó el show con sombreros bañados en purpurina, gafas de sol y demás accesorios propios de un cálido fin de gira veraniega. Dickinson dejó muy claro durante el fragmento central del tema, cuando hablaba con el público, que volverán el año que viene y que el año que viene va a ser muy grande, aunque no podía decir por qué. Después de estos últimos diez años en los que IRON MAIDEN nos han satisfecho con creces a todos (nuevos fans, viejos fans, no fans) uno tiende a confiar en las palabras del diminuto vocalista.

Tras el concierto, la banda se bajo del escenario directa a una furgoneta que les llevó al avión y de ahí a sus casas. Algunos, como Harris, se quedaron en Valencia un poco más, disfrutando del clima mediterráneo con su familia. Pero había sido un tour muy exigente y la banda necesita recargar pilas antes del próximo asalto, que será la gira “The Final Frontier” del 2011. Y volverán a España.

Texto y fotos: Sergi Ramos

Promotor:Rock N Rock

Asistentes:22000

Día:21/08/2010

Sala:Auditorio Marina Sur

Ciudad:Valencia

Puntuación:9