De entre las grandes reuniones del rock, muchas de las más improbables han terminado sucediendo. Ace y Peter volvieron (y se fueron de nuevo) a Kiss. Eddie Van Halen y David Lee Roth volvieron a salir juntos a un escenario. Hasta DIO se reunieron con el holograma de su difunto líder. Son tiempos extraños, si, y mientras Pink Floyd no entierren el hacha o Led Zeppelin obliguen a Robert Plant a cantar con ellos, la única gran reunión impactante que quedaba sobre la mesa era la de Guns N’ Roses. Ver a Axl Rose y Slash sobre un escenario tiene un componente de morbo malsano por un lado (¿se mirarán ? ¿se saludarán? ¿se darán los buenos días?) y de necesidad de cerrar el círculo por el otro (como cuando tus padres divorciados se ven en una reunión familiar y se saludan amigablemente).

De entre las grandes reuniones del rock, muchas de las más improbables han terminado sucediendo. Ace y Peter volvieron (y se fueron de nuevo) a Kiss. Eddie Van Halen y David Lee Roth volvieron a salir juntos a un escenario. Hasta DIO se reunieron con el holograma de su difunto líder. Son tiempos extraños, si, y mientras Pink Floyd no entierren el hacha o Led Zeppelin obliguen a Robert Plant a cantar con ellos, la única gran reunión impactante que quedaba sobre la mesa era la de Guns N’ Roses. Ver a Axl Rose y Slash sobre un escenario tiene un componente de morbo malsano por un lado (¿se mirarán ? ¿se saludarán? ¿se darán los buenos días?) y de necesidad de cerrar el círculo por el otro (como cuando tus padres divorciados se ven en una reunión familiar y se saludan amigablemente). La reunión de Guns N’ Roses está dirigida a un público, a una generación, que fue la última que tuvo grandes héroes del rock. La generación del grunge tiene a la mitad de sus grandes figuras bajo tierra y Guns N’ Roses y Metallica son el último gran bastión de los que crecieron en aquella época. Los últimos grandes rockstars con carreras legendarias que merece la pena estudiar. Los adolescentes de los 90, ahora respetables treintañeros, necesitaban que papá Axl y mamá Slash se mirasen de nuevo a los ojos en la boda del primo Javier. Y se tomasen una birra (la cocaína parece que está fuera de la ecuación ya). Los de los 70 tuvieron su reunión de Kiss. Los de los 80 tuvieron la de Motley Crue. Los de los 90 necesitaban a Guns N’ Roses gamberreando comedidamente por los escenarios del mundo.

La gira americana “Not in this Lifetime” no fue el éxito masivo esperado. Pese a ser uno de los tours más esperados de los últimos años, no movió tantas entradas como se había previsto y parece que en Europa la cosa va a ser mejor. Plazas como Madrid tienen las entradas agotadas hace medio año. Otras como Bilbao han sufrido -y mucho- para conseguir una asistencia decente. De hecho, Bilbao surgió de manera totalmente casual por la renovación del estadio de San Mamés y el interés político que había en acoger un gran evento de estas características. Está claro que en Barcelona la cosa habría funcionado mucho mejor. Sin embargo, a pocas fechas del concierto en algún despacho se estaba sudando mucho: a duras penas estaba vendido medio estadio de San Mamés.

Al final, las cosas quedaron decentes llegado el día del concierto. Unas 30.000 personas poblaban  el renovado recinto, con esa aberración de nuestros tiempos llamada Golden Circle protagonizando unas primeras filas bastante holgadas. El resto de la pista estaba razonablemente llena, mientras que el primer nivel de gradas también lo estaba. El nivel superior era otro cantar: huecos bastante dolorosos que no se pudieron cubrir. Unas diez mil entradas quedaron pendientes de vender, pero el público del norte se entregó como si no hubiese un mañana. Había hambre de Guns N’ Roses y aunque los números no acompañasen, el recinto, la entrega de la banda y el estado de forma de sus miembros fueron propios de las grandes ocasiones.

Actuaron abriendo la actuación Tyler Brant & The Shakedowns y Mark Lanegan, pero no pudimos ver ni uno ni otro al encontrarnos fuera del estadio esperando para el acceso a fotógrafos. Finalmente, a las 21:30, con San Mamés algo más lleno que con los teloneros, aparecieron en escena Guns N’ Roses sin demasiado espectáculo. Una línea de bajo y directos a por “It’s so Easy”, donde el grupo aún andaba buscando su lugar en el escenario. A fin de cuentas, apenas llevan un concierto en esta gira europea y están volviendo a pillar la forma, algo que fue muy evidente en este concierto, pues empezó flojo y algo renqueante para ir ganando enteros a medida que avanzaba el repertorio, acabando en una gran fiesta a la altura de las circunstancias.

“Mr. Brownstone” y “Chinese Democracy” fueron los temas que sirvieron para ir asentando el concierto. Fue curioso ver como los temas del tan denostado disco maldito sonaban en directo con Slash a la guitarra y, especialmente, como las recibía un público más masivo que en las últimas visitas que, seguramente, no tenía ningún tipo de implicación emocional con esas canciones. Sorprendentemente, funcionaron y demostraron que el requisito indispensable para que un tema de rock se convierta en himno es dejar pasar diez años.

Estabamos en la jungla del Golden Circle (con su diversidad de personajes, desde reyes de postureo a fans muy dedicados) y pese a lo incomodo de esas primeras filas menos densas, “Welcome to the Jungle” desató la euforia. No era para menos: Guns N’ Fucking Roses estaban tocando en Bilbao, reunidos con Slash. No hay más preguntas señoría. Seguirían con “Double Talkin’ Jive”, la también demócrata “Better”, una añorada “Estanged” y la siempre explosiva y efectiva “Live and Let Die”, donde San Mamés retumbó con las bombas que detonaban tras el escenario.

El show siguió con una larga versión de “Rocket Queen” que Slash aprovechó para hacer un espectacular solo. Un solo que el público aplaudió como si acabasen de descubrir a los guitar heros. Cuesta saber donde estaba toda esta gente cuando Guns N’ Roses venían con otra formación (unas 5.000 personas por noche) o Slash venía con su propia banda en solitario (otros 3.000 o 4.000 por fecha). La cuestión es que el público estaba disfrutando de lo lindo. No obstante, la parte central del show fue algo más densa. El ritmo fue irregular con “You Could be Mine” seguida de “Attitude” cantada por Duff McKagan, una aclamada “This I Love” y un “Civil War” al que le faltaba algo de empuje. La reciente muerte de Chris Cornell fue objeto de homenaje con “Black Hole Sun”, interpretado con enorme gusto por la banda, muy fieles a la versión original. El público tardó un par de minutos en reconocerla pero luego el aplauso fue generalizado.

“Coma” y un solo de Slash con fragmentos de “El Padrino” dieron pase a una irremediable “Sweet Child O’Mine” con la que San Mamés estalló definitivamente.

A partir de este momento, el concierto ya fue solo. “My Michelle” y una versión del “Wish you Were -Here” a doble guitarra por Richard Fortus y Slash sirvieron de previa a una épica versión de “November Rain”, con Axl sentado al piano al frente del escenario. Finalizaron el concierto tras 2:20 con un “Nightrain” que puso a todo el estadio a saltar. Cade decir que la calidad de sonido, salvo en las gradas superiores, fue razonablemente buena.

Pero “Nightrain” no iba a cerrar nada. Faltaba un elaborado bis a base de “Sorry”, “Don’t Cry”, el ya clásico “The Seeker” y, por fin, el eterno “Paradise City”, donde la banda dejó el nivel muy alto. El climax del tema, con Slash a tres mil por hora en la guitarra, Richard Fortus corriendo arriba y abajo, así como Axl Rose y los fogonazos de pirotecnia constantes, fue para enmarcar. Tanto que cuando el show acabó definitivamente, el público bilbaino estampó repetidas veces sus pies en el suelo del estadio para pedir más. Guns no hicieron caso, pero volverán. Volverán tan pronto como el próximo domingo en Madrid.

No cabe duda de que, con 2:50h de concierto, Guns N’ Roses quieren agradecer a los fans haber aguantado todos estos años de incerteza. Seamos sinceros: se podría haber quitado una hora entera de concierto y a nadie le habría importado en exceso. Los temas nuevos dan poco juego y, de algún modo, rompen el resto del concierto. Por suerte, la banda ha podido coger carrerilla en los últimos seis o siete temas, con lo que la sensación al salir de San Mamés es de obvia pletinud y de haber visto el concierto de nuestra vida reciente. No fue tan perfecto al principio pero, como decimos, poco a poco fue ganando potencia e implicación del público. Y de eso se trata. Son la última gran banda de rock que queda en pie y deberíamos venerarlos como han hecho hoy 30.000 personas en Bilbao.

Promotor:Last Tour

Día:30-05-2017

Hora:20:00

Sala:Estadio de San Mamés

Ciudad:Bilbao

Puntuación:8